Libros ardiendo en Berlín, mayo de 1933.

El término ‘Bibliocausto’ (Bibliocaust) lo acuñó la revista Time en su edición del 22 de mayo de 1933, cuando en el mundo libre se propagó la noticia de la sistemática quema de libros acometida por los nazis en las principales bibliotecas alemanas y posteriormente en los países ocupados.

Como bien lo apunta Fernando Báez (Historia universal de la destrucción de los libros, 2004), el Bibliocausto, en el que millones de libros fueron destruidos por el régimen nazi, precedió al Holocausto o aniquilación sistemática de millones de judíos en los campos de concentración. Entender cómo se gestó este horror —afirma Báez— puede permitirnos comprender cuánta razón tenía Heinrich Heine cuando escribió proféticamente en su obra Almanzor (1821), “Allí donde se queman libros, acaban quemando hombres”. La destrucción de libros de 1933 fue apenas el prólogo de la matanza que siguió, “las hogueras de libros inspiraron los hornos crematorios”.

La noticia del pasado lunes, donde las autoridades la Universidad de Oriente (UDO) denuncian la quema de miles de libros e investigaciones impresas que fueron reducidos a cenizas, pudiera ser el corolario de estos 21 años de destrucción del país por el régimen castro-chavista. Los actos vandálicos sucedidos en la UDO, se inscriben en un guión establecido por Hugo Chávez cuando hablaba de la importancia de la “batalla de las ideas para imponer el llamado socialismo del siglo XXI” y que dio comienzo, entre otras acciones, a la destrucción de las bibliotecas en el país que contuviesen “libros de ideología capitalista”, como expresara Ignacio Barreto, militante chavista y director del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, en la entrevista que en 2009 le hiciera Laura Helena Castillo (El Nacional, Siete días, 29.03.09). Allí, Barreto expresa sin ambages sus inquisitivas ideas sobre los libros: “El problema de la ideología no es un asunto ni proselitista ni partidista, se trata de la concepción de un Estado, un sistema. La mayor parte de los libros que están en las bibliotecas tiene una ideología dominante capitalista. Los libros de autoayuda incitan al individualismo, a que tu crecimiento personal no tenga nada que ver con el crecimiento del otro. Los libros de historia de hace muchos años ven a la historia desde la dominación. Son libros de ideología capitalista”. En la Biblioteca Nacional apoyan la creación de la sección ideológica en las salas públicas del país, que contiene sólo libros destinados a promocionar el proyecto político de Hugo Chávez. En muchos de sus anaqueles ya se encuentran libros alusivos a la revolución cubana y en cuanto a libros de texto para la educación primaria han desaparecido acontecimientos relevantes de la historia democrática del país, mientras se magnifica la gesta de Chávez cuando en 1992 lideró un golpe de Estado y en el presente intenta establecer un régimen denominado Socialismo del Siglo XXI, acota la periodista.

Libros ardiendo en la UDO, junio de 2020.

El Nacional (Siete Días, 29.03.09) nos trae una noticia inquietante sobre la destrucción masiva de libros por el régimen de Hugo Chávez. En un reportaje de Castillo, la periodista investiga la destrucción de más de 60.000 volúmenes sustraídos de las bibliotecas públicas del estado Miranda durante la gestión del gobernador Diosdado Cabello, el segundo hombre de la revolución. “Entre 2007 y 2008, cerca de 62.262 libros de las bibliotecas del estado Miranda fueron vendidos como pulpa de papel. La operación quebrantó las normas de descarte de material elaboradas por la Biblioteca Nacional”, escribe la periodista, quien detecta por igual en las auditorías la desaparición de más de un millón de ejemplares. Se trata de “la destrucción de la cultura (…) en la lista hay de todo: religión, historia, literatura, política, material braille, textos infantiles. El número de ejemplares representa 15% de los 401.000 libros que, según el Instituto Autónomo de Bibliotecas del estado Miranda (Iabim), quedan en el estado, aunque debería haber 2.000.000”.

Miriam Hermoso, presidenta del Iabim, denunció en esa fecha que más de 62 mil libros fueron retirados sin seguir el debido procedimiento para convertirlos en papel higiénico y servilletas. La funcionaria alertó de la eliminación de ediciones relacionadas con líderes políticos que tuvo Venezuela antes de la llegada de Chávez al poder y su sustitución por textos sobre temas como la vida y hazañas del Che Guevara, hechos ocurridos durante la gestión como gobernador del estado del capitán Diosdado Cabello. “Entre las bajas literarias se cuentan ejemplares de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry e incluso Don Quijote de La Mancha. También las obras completas de Rómulo Betancourt, el primer presidente de la democracia, y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, el novelista más importante de Venezuela, que gobernó de 1945 a 1948. “Las bibliotecas públicas dejaron de cumplir su rol y se convirtieron en centros ideológicos”, afirmó Hermoso (reportaje de El Periódico, España, 2009).

Un reportaje de Marlenis Castellanos en El Nacional (01.04.2009) y un titular de El Impulso, hablan de una situación similar en el estado Lara. Ambos diarios entrevistaron a Álvaro Gómez, quien era en ese entonces el director de la Red de Bibliotecas del estado. Gómez denunció que las 35 bibliotecas públicas habían sido expoliadas y que 3.000 libros habían sido quemados: “Las bibliotecas son para conservar la historia, no quemarla”, expresó consternado

Para el régimen chavista, construir el socialismo significó desde su inicio sacrificar la libertad de conciencia, la manipulación y el control de la población, así como la tarea más importante para estos sociópatas: borrar la memoria colectiva. Entre otras denuncias realizadas desde 2007, está la desaparición de colecciones fundacionales de regiones, pueblos y personajes que levantaron esas comunidades o contribuyeron a la edificación de la democracia en Venezuela. De allí que retomemos a Fernando Báez cuando dice que “(…) un libro se destruye con ánimo de aniquilar la memoria que encierra, es decir, el patrimonio de ideas de una cultura entera. La destrucción se cumple contra todo lo que se considere una amenaza directa o indirecta a un valor considerado superior”.

Ursula K. LeGuin, en la introducción de su novela fantástica, La mano izquierda de la oscuridad, define la ciencia ficción como extrapolativa, es decir, cuando se toma un acontecimiento, una tendencia o un fenómeno del aquí y del ahora y es desarrollado en el futuro. LeGuin afirma: “Muchos lectores descartaron como exageradas y deprimentes novelas como Un Mundo Feliz de Huxley, que hace 76 años predecía la extinción de la libertad bajo yugos totalitarios o la aniquilación de la naturaleza provocando graves desequilibrios. Todo aquello que es extremadamente lógico, deprime a la gente”, acota LeGuin. De allí que, en medio de la distopía que padece Venezuela, es oportuno evocar un libro que se relaciona, se trata de la obra del género de anticipación, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. El título alude a que 451º F, es la temperatura a la que arde el papel. En la trama de la novela, los ‘bomberos’ son ejecutores de una nueva inquisición contra la libertad de pensamiento. En vez de apagar incendios se dedican a quemar libros prohibidos por el régimen. Montag, el héroe de la novela, es un ‘quemador de libros’ (book burner) quien un día, abrumado por su aborrecible faena, percibe que los libros tienen ‘cuerpo y alma’ y al “escucharlos gritar mientras los quema”, decide desertar y unirse al movimiento de resistencia. Hombres y mujeres que han ideado una táctica para preservar su cultura y sus valores, mediante la memorización de un libro por cada uno de los disidentes. Así, en un encuentro casual de dos transeúntes en un parque, una mujer es La República de Platón y el desconocido con quien se tropezó y ahora dialoga, podría ser Los viajes de Gulliver. En un café, una joven le recita Antígona a otro joven, quien le contesta con fragmentos de La guerra y la paz. Para ‘leer’ un libro había que buscar a otra persona, generalmente un desconocido.

Hacia eso nos dirigimos si no se detiene la usurpación y la destrucción del país que estos sociópatas acometen desde hace 21 años.

 

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