Hemos visto y oído en los últimos días diferentes versiones de un supuesto desembarco y de unas previstas acciones subversivas, las llaman unos, liberadoras las llaman otros, en las costas venezolanas.

Hace más de 50 años vi una película francesa, o mejor dicho, dos películas francesas sumamente interesantes. Se trataba de una relación de pareja. Una de las películas llevaba el nombre de la mujer y la otra el del hombre.  Ambas películas narraban la misma trama pero una desde la óptica de ella y la otra desde la del hombre. En esa época la sala de cine pasaba un día una y al siguiente la otra. Tú veías, por ejemplo la de la mujer, y te decías al final, ese tipo es un energúmeno. Al día siguiente veías la del hombre y terminabas concluyendo que la mujercita era una bicha. Ni lo uno ni lo otro, todo dependía desde la óptica que se mirara. Ambos tenían razón.

Todo esto viene a colación porque considero que cualquier evento de la humanidad tiene varias posibilidades, contradictorias o no, dependiendo desde que punto se analice. Uno de los campos donde esto más se nota es en eso que damos por llamar política, es decir, los eventos sociales que nos afectan a todos. Ahí, la mayor parte de las veces, qué difícil es ponernos de acuerdo. Sobre todo porque la mayor parte de las veces el asunto no tiene la claridad necesaria para poderlo juzgar imparcialmente.

Uno de los aspectos de la política, sobre todo los sucios, vinculados con eso que se ha dado en llamar inteligencia y contrainteligencia, es donde más se corre el riesgo de analizar o juzgar, sin conocerlo todo o en conocerlo de una forma sesgada. A veces los portadores de la verdad son pocos, porque conviene que así sea, sobre todo a los poseedores del poder.

Hemos visto infinidad de narraciones, literarias, fílmicas, donde el espionaje, las confusiones, las triquiñuelas, son el pan de cada día. Pero en la vida real, a veces, las cosas quedan en unas tinieblas oscuras o pantanosas donde es muy difícil dilucidar la verdad verdadera. El asesinato de Kennedy sería un buen ejemplo al respecto. Un acontecimiento político tan importante que —habiendo ocurrido hace más de 50 años y con unos supuestos documentos liberados— aún hoy ofrece más dudas que certezas. Todavía deambulan variadas interpretaciones.

Los tristes poseedores de cédulas y pasaportes de la desaparecida Venezuela hemos visto y oído en los últimos días diferentes versiones de un supuesto desembarco y de unas previstas acciones subversivas, las llaman unos, liberadoras las llaman otros, en las costas venezolanas. Es un juego muy, pero muy raro, donde no sé si alguna vez llegaremos a una verdad, pues por ahora hay múltiples interpretaciones y además excusas y acusaciones. Que si es verdad, que no, que es un montaje, que alguien sapeó, que no, que fue que se adelantaron, que eran 15 millones, que no, que solo pagué 50.000, que yo firmé pero el otro no, que si los gringos cantaron todo, que quién coño sabe la verdad. Y nosotros, los venezolanos, en el medio de ese patuque, ¿a quién le creemos?

Tenemos un maravilloso dicho criollo: “deseos no preñan”. Por más que pretendamos esperanzarnos y tratar de creer que la vaina está por caer, que se acerca el momento y todas las formas de augurarnos un final feliz, la cosa no es tan así.

Hay los que se esperanzaron en Salas Romer y se frustraron, los que se esperanzaron en Enrique Mendoza y se frustraron, los que se esperanzaron en Manuel Rosales y se frustraron, los que se esperanzaron en Henrique Capriles y se frustraron, los que se esperanzaron en la Asamblea Nacional y se frustraron, los que se esperanzaron en Ramos Allup y se frustraron, los que se esperanzaron en Julio Borges y se frustraron, los que se esperanzaron en Guaidó y se frustraron, los que se esperanzaron en María Corina y Diego Arria y se frustraron. Y fíjense que no menciono ni a Arias Cárdenas ni a Falcón porque esos eran dos evidentes cómplices del asunto, disfrazados de oposicionistas, acuérdense que hablaba de inteligencia y contrainteligencia.

Y me estoy refiriendo solamente a Venezuela, porque si metemos en el saco a todos los involucrados, sean cubanos, rusos, chinos, iraníes o norteamericanos, ahí sí es verdad que el caldo se pone morado con tantas manos metidas y deja de ser un consomé clarito para ver las cosas.

De hecho, para sorpresa de muchos, acaba de ser nombrado por Trump un nuevo embajador para Venezuela, James Story, una nueva Story para incorporar al asunto. ¿Qué vendrá? El que lo adivine buen adivinador será, porque habiendo visto durante más de veinte años con estos ojitos que no se van a comer los gusanos, todo lo que he visto, ya no creo en nada.

Pompeo ya dijo que iban a tratar de rescatar a sus conciudadanos a como sea posible, total ellos lo que estaban haciendo es un negocio, como cualquier gringo. Todo es posible en el reino de este mundo, no nos extrañemos que en un futuro nos sorprendan con un intercambio de prisioneros y Venezuela devuelva a EEUU a los dos gringos invasores, a cambio de que EEUU les entregue a J.J. Rendón, que se jodió por andar pagando 50.000 a un loco de carretera, armado y delirante.

 

About The Author

Deja una respuesta