‘El insulto’ parte de un pequeño accidente, de un malentendido y de una discusión absurda entre un mecánico cristiano y un ingeniero palestino refugiado que trabaja como capataz en obras públicas de la ciudad.

Líbano es un país multiétnico de diferentes religiones y diversas culturas y con una historia milenaria y compleja. Su ubicación geográfica —entre Siria e Israel— lo coloca en una zona altamente conflictiva con intereses contradictorios. Es es el país que Ziad Doueriri retrata a través de una anécdota sencilla pero muy conflictiva, que se desplaza de una disputa particular para convertirse en la expresión de un drama colectivo. No otra cosa es El insulto, el excelente film libanés que hace dos años fue postulado al Oscar como mejor producción no hablada en inglés. En Venezuela no se estrenó pero ahora, en plena cuarentena, podemos apreciarla en Netflix.

El insulto parte de un pequeño accidente, de un malentendido y de una discusión absurda entre un mecánico cristiano y un ingeniero palestino refugiado que trabaja como capataz en obras públicas de la ciudad. Una nimiedad que se convierte en ofensa y más tarde en violencia física y luego en caso jurídico ante los tribunales de Beirut. Narrada de forma lineal, su historia se construye sobre los prejuicios religiosos y nacionales y sobre los resentimientos históricos, para enfrentar a dos seres humanos que podrían tener más cosas en común que diferencias.

El título original de El insulto en su traducción del árabe es El caso N° 23, como un juicio más de un tribunal de Beirut. Pero esa disputa se convierte en una forma de salvar conflictos para buscar la reconciliación a través de un proceso que va revelando ciertas características no expresadas y más bien ocultas, pero también por la vía de la comprensión del conflicto personal. Hay varios niveles narrativos. En el campo político se expresan distintos intereses cuando se habla de libaneses cristianos y libaneses musulmanes, así como de palestinos e israelíes. En el plano histórico surge el enfrentamiento entre estos últimos y su influencia en los países de la región. En el terreno judicial aparece el peligro del delito de odio por razones religiosas, étnicas o nacionales. Pero lo que prevalece en la película de Doueiri es la condición humana. El espectador es quien establece sus criterios.

Con un guion prolijo e intenso, una muy cuidada producción y unas actuaciones sorprendentes, El insulto deviene en una pieza fundamental para comprendernos y aceptarnos, más allá de los límites fronterizos de su anécdota. En el país del cedro, de una cultura antiquísima y gran riqueza espiritual, surge una película hermosa para todos los seres humanos del mundo, que no vacilo en recomendar.

EL INSULTO (Qadiyya raqm 23), Líbano, Francia, Bélgica y EEUU, 2017. Dirección: Ziad Doueiri. Guion: Ziad Doueiri, Joelle Touma. Fotografía: Tommaso Fiorilli. Montaje: Dominique Marcombe. Música: Éric Neveux. Elenco: Adel Karam, Kamel El Basha, Christine Choueiri, Camille Salameh, Rita Hayek, Talal Jurdi, Diamand Bou Abboud, Rifaat Torbey, Carlos Chahine, Julia Kassar.

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