Carlos Fuentes es de la opinión que “Para la Europa renacentista debía haber un lugar feliz, una Edad de Oro restaurada donde el hombre viviese de acuerdo con las leyes de la naturaleza…»

Pero Colón, más que oro, le ofreció a Europa una visión de la Edad de Oro restaurada: éstas eran las tierras de La Utopía; el tiempo feliz del hombre natural. Colón había descubierto el paraíso terrenal y el buen salvaje que lo habitaba.

Carlos Fuentes

La asociación del Nuevo Mundo y sus gentes con el mito de la Edad de Oro tuvo inconmensurables consecuencias. pero la más importante fue su contribución a la invención de la Utopía. En efecto, un buen número de pensadores está convencido de que esta visión paradisíaca, igualitaria, comunitaria, de inmensa bondad que los europeos —en especial los ingleses y los franceses, luego de las narraciones iniciales de los conquistadores españoles y cronistas de Indias— tuvieron de los parajes y pobladores de América, de sus costumbres societarias y de su modus vivendi, de una Edad de Oro vista y confirmada, influyó de manera decisiva en la creación de la Utopía.

Carlos Fuentes es de la opinión que:

“Para la Europa renacentista debía haber un lugar feliz, una Edad de Oro restaurada donde el hombre viviese de acuerdo con las leyes de la naturaleza. En sus cartas a la reina Isabel, Colón descubrió un paraíso terrenal. Pero, al fin y al cabo, el almirante creyó que simplemente había reencontrado el mundo antiguo de Catay y Cipango, los imperios de China y de Japón. Amerigo Vespucio, el explorador florentino, fue el primer europeo en decir que nuestro continente, en realidad, era un nuevo mundo. Merecemos su nombre. Es él quien le dio una firme raíz a la idea de América como Utopía. Para Vespucio, Utopía no es el lugar que no existe. Utopía es una sociedad, y sus habitantes viven en comunidad y desprecian el oro. Los pueblos viven de acuerdo con su naturaleza”, escribe en su Mundus Novus de 1503. “No poseen propiedad; en cambio, todas las cosas se gozan en comunidad.” Y si no tienen propiedad no necesitan gobierno. “Viven sin rey y sin ninguna forma de autoridad y cada uno es su propio amo, concluyó Amerigo, confirmando la perfecta Utopía anarquista del Nuevo Mundo para su audiencia renacentista europea”.

María Ramírez Ribes, por su parte, precisa que:

“Desde el momento mismo del descubrimiento y de conquista los procesos de transculturación trasmutan la mirada y modifican el discurso hasta el punto de proyectar mitos, como la Arcadia, en el anhelo de construcción de proyectos ideales y constatar, en lo que se ve, lo que se cree que se debería encontrar. A partir de esas proyecciones se inicia el largo camino de la utopía”.

Arturo Uslar Pietri es otro de los escritores que analiza prolijamente la relación entre la vida de los pobladores del Nuevo Mundo y el surgimiento de la Utopía:

“es la primera vez que aparece la idea de la felicidad asociada a la sociedad humana. ¿No pensaban los europeos que el fin del hombre en la tierra era la felicidad? La Iglesia les había enseñado, desde muchos siglos, que esto era el valle de lágrimas. Por lo tanto, aquí no había que esperar felicidad alguna; la felicidad estaba en el otro mundo. Pero esa visión de que había felicidad aquí en la tierra, esa visión de la Carta de Colón no cae en oídos sordos. Esa carta de Colón la recoge Tomás Moro y fabrica la Utopía”.

El libro De la mejor condición de una República y de la nueva isla de Utopía, verdadero librillo de oro, tan provechoso como entretenido, que después vendría a conocerse simple y llanamente como Utopía, fue escrito por Tomás Moro, abogado, Canciller de Inglaterra, mártir y santo de la Iglesia Católica, en 1516, en latín y fue impreso en Lovaina. Utopía, es decir, no hay tal lugar, era una isla gobernada por una república honesta, sin vicios, respetuosa de los derechos de los habitantes y muy próspera. Moro juega con los nombres de los sitios y los personajes de su isla, y los denomina con términos que significan todo lo contrario, verdadero mundo bizarro. Así si Utopía es no hay tal lugar, su capital es Amauroto, ciudad entre nieblas, ubicada  a orillas del río Anidro, río sin agua, cauce seco, gobernada por Ademo, príncipe sin pueblo. Las maravillas de esta república utópica son prolijamente narradas por un incansable viajero portugués de nombre Rafael Hitlodeo, un experto maestro en tonterías, según la traducción de su apellido latino, un insigne profesor de necedades que sostenía haber acompañado a Américo Vespucci en tres de sus viajes al Nuevo Mundo, en el último de ellos decidió quedarse junto con otros veintitrés compañeros en un remoto y desconocido lugar.

De acuerdo con Uslar Pietri:

“Tomás Moro recoge con embriaguez intelectual tamaña novedad. Escribe, acaso, el libro más influyente en el pensamiento y en el desarrollo social del Viejo Mundo. Inventa para ello una palabra que es la clave del pensamiento europeo posterior y cuyos efectos llegan poderosos y visibles hasta nuestros días.”  En efecto, después de las agudas críticas a la necedad por Erasmo de Rótterdam y antes de las burlas a un orden social corrompido y despilfarrador por parte de Rabelais, el libro de Tomás Moro constituye uno de los mayores aportes a la  historia de la reflexión sociológica contemporánea. Sin lugar a dudas, la Utopía ha tenido inmensa aceptación entre los humanistas de la Ilustración como entre los socialistas utópicos del siglo XIX, entre los pensadores políticos modernos como entre los más actuales escritores de ciencia ficción».

De esta manera, la Utopía de Moro condicionó de manera significativa a todo el pensamiento progresista y revolucionario; influenció a Montaigne, a Bacon, a Campanella, encontró expresión en la célebre obra de J. J. Rousseau, El Contrato Social. Carlos Marx y Federico Engels abundaron también en sus conceptos, al denominar a los pensadores que les precedieron en sus tesis sobre el Estado socialista como socialistas utópicos.

Isaac Pardo recuerda:

”las críticas de carácter general y forzosamente breves contenidas en la Tercera Parte del Manifiesto Comunista, y las más amplias expuestas en diversos textos, especialmente, en Socialismo utópico y Socialismo científico, de Engels, hacen referencia a las teorías de Saint – Simon y de Fourier, en Francia, y a las de Owen, en Inglaterra…”

Tampoco puede desdeñarse su influencia sobre las concepciones de Bakunin y de Lenin, y sobre todo el pensamiento revolucionario de finales del siglo XIX y comienzos del XX, así como sobre los escritores utópicos contemporáneos ( H. G. Wells,  A. Huxley,  A. Golding),  quienes realizan  críticas agudas a la utopía, enfatizando su carácter negativo ,  generador de autoritarismos,  creando antiutopías o distopías,  En fin, otra vez con Uslar, la noticia según la cual  la Edad de Oro existió en América, con su innegable influencia en el surgimiento del pensamiento utópico: “…fue, acaso, más importante que la del mero descubrimiento de un nuevo continente…”

El pensamiento utópico presenta objetivos, rasgos, elementos e incluso, para algunos, símbolos propios y específicos.

En lo concerniente a algunos de sus objetivos y características, es posible distinguir los siguientes, de acuerdo con diferentes enfoques y perspectivas:

  • Persigue una toma de conciencia de la divergencia que separa los dos sentidos de la palabra Progreso: a la vez camino que lleva hacia la ciudad justa y desarrollo del hombre por medio de las técnicas de la materia.
  • Propicia la certidumbre del reinado del hombre.
  • Acepta y defiende la igualdad de los seres humanos.
  • Promueve un mejor futuro para la sociedad.
  • Describe usualmente una ciudad, una isla, una república caracterizada por su perfección y absoluta justicia.
  • Crítica en forma de sátira o ridiculización al antiguo orden social.

En lo concerniente a los temas propios de la utopía, independientemente de los autores, podemos identificar los siguientes:

  • El acceso a la utopía es un viaje o un sueño.
  • La geografía de la utopía implica aislamiento, situaciones ambiguas o imprecisas.
  • La topografía de la utopía es siempre amurallada, subrayando el aislamiento, la insularidad.
  • La búsqueda permanente de la pureza, la honestidad, la transparencia.
  • El tiempo de la utopía es el pasado, la nostalgia de perdidas glorias.

En cuanto a los símbolos del pensamiento utópico, los investigadores y estudiosos del tema han identificado los siguientes:

  • El trabajo humano como factor de transformación de la sociedad.
  • La preeminencia de una visión agrarista, la valorización del trabajo rural, del campesino.
  • El ahorro, expresado en la necesidad de contar con graneros, despensas colectivas, silos o almacenes.
  • El comunismo o comunitarismo en relación con la propiedad de los bienes o de los factores o medios de producción, en especial la tierra.
  • El énfasis en la desigualdad entre los hombres.
  • La emergencia de una doctrina o ciencia oficial que se transforma en verdad absoluta, preconizada y defendida por príncipes y sabios.
  • La vestimenta de los correligionarios utópicos es similar, expresa identidad y diferencia a la vez.

Cualquier parecido con el socialismo del siglo XXI ¡no es mera cuincidencia!

 

 

 

 

 

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