Si liberáramos los datos sobre nuestros movimientos, entonces se nos podría informar —por ejemplo, mediante un brazalete— si estamos en las proximidades de un brote pandémico o si estamos cerca de personas con temperaturas corporales elevadas.

La crisis del coronavirus también es valorada como un momento en el que la democracia y la autocracia muestran su forma de lidiar con una pandemia.

Antes de esto, ejecutivos de empresas extranjeras en la República Popular China ya se maravillaban con la rapidez y eficacia con que la nomenclatura del Partido Comunista podía adoptar y aplicar decisiones. En cambio, veían a la democracia como lenta y engorrosa. ¿El curso de la pandemia de Covid-19 y la forma en que está siendo manejada por varios Estados realmente muestra una superioridad del modelo autoritario y autocrático sobre el modelo libre y democrático?

El exministro de Relaciones Exteriores de Alemania Joschka Fischer (partido Bündnis90/Grüne) respondió recientemente en una entrevista con el periódico Die Welt a la pregunta sobre qué podemos aprender de China en el mundo libre frente a la crisis. «Nada», fue la respuesta de Fischer. Y lo justificó con el hecho de que allí se utilizan métodos de un Estado policial para impedir que los científicos comuniquen sus hallazgos e intercambien información libremente. Finalmente, China intenta mantener a su población en un estado de sumisión con control total, como era costumbre en épocas del antiguo imperio. Las nuevas tecnologías hacen posible hoy el control total de las personas. El uso de estas tecnologías será lo que diferencie el mundo libre del que no lo es.

La aplicación de estas tecnologías en una democracia se tratará fundamentalmente en dos aspectos: rendición de cuentas y posibilidad de apelación. El sistema de puntuación social que se utiliza en China para reprender a las personas por infringir las normas, por ejemplo, mediante prohibiciones de realizar viajes, justamente no incluye estos dos puntos. Si fuera posible para los ciudadanos en China presentar una apelación («ese de la foto no soy yo») y protestar contra las decisiones automatizadas, las cosas se verían diferentes. Mientras esto no esté garantizado, no se podrá —a pesar de reconocer la validez de mantener el orden público— aprobar la restricción de los derechos civiles que sucede en la República Popular, y mucho menos aplicar la tecnología como se hace allí.

¿Pero qué sucede ahora en la crisis del Covid-19? Si liberáramos los datos sobre nuestros movimientos, entonces se nos podría informar —por ejemplo, mediante un brazalete— si estamos en las proximidades de un brote pandémico o si estamos cerca de personas con temperaturas corporales elevadas. Esto constituye un desafío para las democracias, pero el problema puede ser resuelto. En una hora tan fatídica como la de una pandemia, ciertos datos sanitarios se convertirán en un bien público durante un cierto período de tiempo, determinado por el Parlamento y acompañado de un animado debate. En una sociedad libre, las personas no sufren ningún perjuicio si comparten su paradero y ciertos datos, como la temperatura corporal y los latidos del corazón, a fin de salvaguardar un bien mayor, a saber, la salud y la integridad del prójimo.

La crisis actual es exigente en cuanto a las medidas a tomar. Muchas de estas, como el subsidio por enfermedad y las subvenciones a todos los ciudadanos habrían sido impensables en los Estados Unidos hasta hace poco. Pero la crisis actual obliga a repensar y corregir cosas antes intocables y que moraban en el santuario de las convicciones ideológicas. Por lo tanto, no es correcto decir que solo los regímenes no democráticos son capaces de rápidamente tomar decisiones.

En consecuencia, después de esta crisis, la gente en el mundo libre deberá admitir que en tiempos normales tiende a ser demasiado lenta y a rehuir la innovación y el cambio.

Miembro principal del Consejo Carnegie para la Ética en Asuntos Internacionales y miembro del Centro de Investigación en Artes, Ciencias Sociales y Humanidades (CRASSH) de la Universidad de Cambridge, Reino Unido. Posee doctorados en Lingüística y Religión Comparada. Trabaja en narrativas de identidad, política y religión, democracia liberal, secularismo, pluralismo y cosmopolitismo. Fundó la revista de debate The European, que dirigió como editor en jefe entre 2009 y 2015. Es colaborador de opinión en el New York Times y Neue Zürcher Zeitung.

Publicado originalmente en Diálogo Político. https://dialogopolitico.org/debates/autoritarismo-versus-democracia-en-tiempos-de-covid-19

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