The New York Times asevera en una nota que Lorenzo Mendoza, cabeza visible de Empresas Polar y el régimen que dice que gobierna en Venezuela, hicieron una especie de pacto de no agresión

Algún avezado periodista, creo que europeo para más señas, de esos que les da por hacer uno de esos viajes turísticos a los rumbos tropicales y además alertado por el hecho de las locuras venezolanas, incomprensibles para otros mundos, se permitió, después de una breve estancia —por lo general los periodistas extranjeros opinan después de una breve estancia— que había comprobado que existían dos Venezuelas, una saudita en la Caracas de los bodegones y los dólares y otra Ssviética, formada por el resto del país sumido en miseria, carencia,oscuridad y dolor.

Efectivamente, Caracas se ha convertido en una especie de ‘Isla de la Fantasía’, como el  nombre de la serie de TV sumamente popular en los años 70 y 80 del siglo que se acabó. La proliferación de negocios, producto por una parte de la permisiva circulación de los dólares y por otra el surgimiento de inversores, enchufados o no, que vieron una oportunidad de negocio con un sustancioso retorno producto fundamentalmente de un país destruido por una guerra dirigida desde el gobierno y que convirtió a una población que aún subsiste en esa versión moderna del infierno, llena de carencias y de necesidad de ‘vivir’, han convertido a la capital en un fenómeno digno de estudio.

Algunas teorías avanzan en el criterio de que todos esos negocios están establecidos por chavistas o maduristas que al ver cerrados los caminos financieros del mundo, decidieron invertir en la acabada Venezuela. Es posible que algunos —o muchos— sean así, pero por otra parte son tantos los negociantes que ante la posibilidad de la multiplicación no de los panes, sino de los dólares, buscan el más mínimo recoveco para lograrlo, que me hace pensar que algo está sucediendo y no lo hemos comprendido bien. El dinero y el amor fueron al campo un día… Me aventuro a hacer un análisis.

Sabemos que en esta mayoría de edad de la llamada ‘revolución bonita’, en estos 21 años de desidia, destrucción e improductividad, pocas empresas en no manos de los jerarcas del régimen han sobrevivido. Me voy a referir a dos que sí lo hicieron y que han formado parte ancestralmente de familias de esas que algunos cronistas llaman ‘de bien o de abolengo’. Ron Santa Teresa y Empresas Polar han navegado por aguas turbulentas, recibido el empuje de olas traicioneras, combatido los temporales, pero han sobrevivido, y cosa importante: siguen produciendo. No voy a discutir si son un buen o un mal ejemplo, pero indiscutiblemente, son un ejemplo.

El ron se siguió haciendo, amparado en la calidad y convertido en un producto exitoso de exportación. Y la exportación significa dólares, y eso no ha parado. Y los productos del sello Polar, no sólo la cerveza, sino la imprescindible Harina Pan y otros, han continuado surgiendo de las plantas. Hay que tomar en cuenta que la Polar, fundamentalmente amparada por el reguero de venezolanos por el mundo, se ha internacionalizado con plantas en Colombia y EEUU, que desde luego producen, y en los consabidos y queridos dólares.

Dos noticias, rumores, buenadicencias o maledicencias, han surgido en los últimos días y me atrevo a pensar que son muy importantes para descifrar lo que se puede avecinar en la sufriente patria. The New York Times asevera en una nota que Lorenzo Mendoza, cabeza visible de Empresas Polar y el régimen que dice que gobierna en Venezuela, hicieron una especie de pacto de no agresión, en que tú no me atacas y yo no me meto, algo así como déjame a mi producir, que tú no lo sabes hacer y déjame a mi gobernar, que tú de eso ni idea. No voy a entrar a discutir la veracidad del asunto, pero cuando el río suena… alguna vaina anda rodando.

Por otra parte, y he aquí la razón del título del artículo, Alberto Vollmer, cabeza de la empresa de Ron Santa Teresa, quinta generación al frente de ese tradicional bien, señaló —y oigámoslo bien— que Venezuela se encamina hacia una normalización tipo China. ¿Qué significa eso? Vayamos un poquito atrás y veamos qué sucedió en China a raíz de Deng Xiaoping y su revolución económica. Simplemente que en China se produjo una apertura absoluta en lo económico mientras se mantenía una cerratura absoluta en lo político. El Partido Comunista Chino, dijo, y no solo lo dijo, sino que lo logró: el que quiera producir, que produzca, nosotros no nos metemos en ese peo, pero eso sí, ni de vaina se les ocurra intentar nada que cambie el poder político absoluto que nosotros vamos a continuar teniendo. Ustedes a lo suyo y nosotros a lo nuestro. ¡Carajo! y llevan décadas haciéndolo y han convertido a China en la segunda potencia económica del mundo.

Se supone —y muchos opinadores de WhatsApp y afines han regado la opinión— que el desarrollo económico solo se sustenta en un régimen capitalista, y yo me pregunto: ¿Cómo vamos a calificar a China?  ¿Es socialista, es comunista, es capitalista? ¿Se ha desarrollado China, sí o no? Ojo, no lo estoy poniendo como ejemplo, no desearía ese desenlace para Venezuela, pero —y ahí vienen los peros— no será eso lo que se está cocinando en el caldero mundial y nosotros, los venezolanos pendejos rodando por el mundo, no tenemos ni arte ni parte en una decisión donde nos va la vida. ¿Es esa la normalización que queremos o que no queremos? ¿Será eso lo que se impondrá sobre los dolientes portadores de pasaportes vencidos o por vencerse? En ese tablero mundial de Monopolio, donde se juegan tanto, no sabemos ni dónde caerán los dados ni quién comprará la propiedad. Y nosotros, ¿seguiremos siendo peones en un juego donde simplemente nos avanzan, nos retroceden, nos compran, nos hipotecan o sencillamente, nos descartan?

           

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