A la izquierda Leo Felipe Campos, autor del libro, acompañado de su prologuista Sinar Alvarado.

Sinar Alvarado y Leo Felipe Campos comparten varias condiciones: ambos son periodistas y cronistas, pertenecen al mismo rango de edades, les apasiona la literatura de no ficción y entienden que hay que aproximarse a la realidad desde una perspectiva honesta, sin artilugios.

El primero —colombo-venezolano nacido en Valledupar y residenciado por muchos años en Maracaibo— y el segundo —oriundo de San Félix y actual vecino de Bogotá— conversaron sobre la crónica como género en la presentación del libro Concierto para delinquir, de Campos, en el restaurante Reverdeser, en el barrio La Candelaria de la capital colombiana, el sábado 22 de febrero. Alvarado escribió el prólogo del libro.

Fue un acto sencillo en su organización pero denso en su desarrollo. Ambos periodista y escritores dialogaron sobre los retos de un género no siempre bien comprendido y a veces mal interpretado que, no obstante, ha generado grandes piezas maestras. Uno y otro se refirieron —en diferentes contextos— a la mexicana Alma Guillermopietro y el norteamericano Truman Capote, para ilustrar el poderío de la crónica y el valor de la literatura de no ficción.

El acto de presentación por parte de la editora Geraudí González Olivares.

“En el momento en que uno introduce un dato no verdadero, el texto deja de ser crónica y se convierte en otra cosa”, advirtió Campos. Lo dice con convicción quien ha trabajado la ficción en sus libros de relatos Gancho al hígado (Tusquets, 2018) y Sexo en mi pueblo (Puntocero Ediciones, 2008) y su novela El famoso caso de las cartas de Lucas Meneses (Ediciones Maya, 2009).

Su primer libro de crónicas es este Concierto para delinquir que reúne siete trabajos, cuatro de ellos publicados en las revistas venezolanas Plátanoverde, Exceso y la colombiana Don Juan, uno en el libro Voces que construyen. Memorias de empresarios y dos eran inéditos.

La condición común que identifica los siete textos reside en la visión de Campos sobre la violencia, en distintas manifestaciones, personajes y lugares. Varias de sus crónicas son sobrecogedoras en su intensidad, otras son más serenas pero igualmente violentas.

Una de las de mayor impacto es ‘Caracas: ahí están las marcas de esos disparos’, originalmente publicada en 2016 en la revista Don Juan y en el portal Prodavinci, donde registra la historia de Miguelón, un muchacho de San Agustí que conoce temprano la violencia y la muerte en su entorno. Comienza así: «Tenía doce años la única vez que su padre le pidió una pistola. Es el último recuerdo que guarda de su viejo: lo escuchó decirle entre dientes que lo había robado y quería vengarse. El chico consiguió el arma a través de uno de sus tíos maternos y se la entregó. Su padre estaba casado con otra mujer, no con su mamá. Aquella mujer viajaba y la fue a buscar. La encontró en la cama con otro, les disparó a ambos  y se suicidó». Esto parece ficción pero no lo es. Lo que sigue es una reseña de la rocambolesca vida de Miguelón a medida que crece y se involucra cada vez más con sus afectos y en los juegos peligrosos y trágicos del barrio.

Otra que llama mucho la atención es ‘David Hutchinson: los dos lados del cristal’, publicado en Bogotá en 2018 en el en el libro Voces que construyen. Memorias de empresarios, editado por el Centro Nacional de Memoria histórica de Colombia. Allí aborda el caso del inglés y exbanquero jubilado que la noche del primero de mayo de 2002 fue secuestrado por un comando armado en un barrio acomodado de Bogotá. Es el testimonio directo de una víctima que fue ‘negociada’ de inmediato con las FARC y reconstruyó ese periplo angustioso e insólito.

El libro abre con ‘Ni orden, ni progreso: André Cypriano’, publicada en plátanoverde en 2005, sobre un singular personaje que vive la violencia de Río de Janeiro de una manera directa y son escarnio. Y también está la crónica hasta ahora inédita ‘Un rato en Cúcuta’, sobre el desamparo de las mujeres venezolanas que han emigrado a la capital del Norte de Santander en 2017, huyendo del hambre de su propio país sin encontrar signos de felicidad en su nuevo hábitat. Así son las crónica de Concierto para delinquir.

Campos ha sido periodista deportivo y de investigación, además de guionista y dialoguista de series de televisión, con años de trabajo en Venezuela, Brasil y Colombia.

En el prólogo del libro, Alvarado escribe: “Migrante permanente, Campos repite en este libro el atavismo de todo narrador: contarse a través de otros; retratar en los demás la silueta de sí mismo”.

Este conjunto de crónicas fue publicado por El Taller Blanco, una editorial colombo-venezolana que en el pasado ha presentado textos de Victoria de Stefano y Juan Carlos Méndez Guédez, entre otros creadores venezolanos. Su comité editor está integrado por Néstor Mendoza, Geraudí González Olivares y Cristian Garzón.

¿Dónde se consigue el libro? Por ahora sólo se encuentra disponible en el restaurante Reverdeser (calle 17 N° 2-46) y en la Casa de Poesía Silva (calle 12c #3-41), ambas en el caso histórico de Bogotá. Tal vez después se halle en Amazon.

Si quieren más información busquen en Twitter @BlancoTaller y en Facebook El Taller Blanco Ediciones.

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