El presidente encargado regresó empoderado internacionalmente —no hay duda— pero ahora parece obvio que debe trasladar ese liderazgo al interior de las fuerzas democráticas que combaten al gobierno madurista.

Tras una gira de casi un mes, que convocó la aprobación de los presidentes y jefes de Estado más importantes de Europa y América, Juan Guaidó retornó a Venezuela el 11 de febrero con un doble recibimiento. De una parte, el violento rechazo de afectos al gobierno de Nicolás Maduro en Maiquetía y, de la otra, la cálida manifestación de apoyo de sus seguidores en la Plaza Bolívar de Chacao. Dos situaciones opuestas que abren el compás de la pregunta que está en la boca de todos: ¿y ahora qué?

Se torna necesario apuntar que el presidente interino de Venezuela padece la enemistad no solo del régimen en el poder sino también de ciertos sectores de la oposición. Para ambos fue una sorpresa el inicio de la gira de Guaidó en Bogotá, donde el presidente Iván Duque lo recibió con honores de Jefe de Estado. La sorpresa continuó cuando viajó a Europa y obtuvo el reconocimiento de las figuras cimeras de Reino Unido, Francia, Alemania, Países Bajos, Austria, asó como Canadá y Estados Unidos, entre otros, como presidente legítimo de Venezuela. Son hechos concretos.

El régimen calificó la gira como ‘turismo’ aunque sabe que se trata de una victoria estratégica de Guaidó. De hecho, no se atrevió a apresarlo. Y esos sectores de la oposición que lo adversan (“Trump no lo recibe”, decían prematuramente) tuvieron que tragarse sus palabras con el abierto respaldo del presidente norteamericano, así como de los representantes del Partido Republicano y del Partido Demócrata, a su lucha. Quedó claro que ante la opinión pública del mundo democrático el presidente encargado es el líder de la resistencia al gobierno de Maduro. Ningún otro.

Guaidó regresó empoderado internacionalmente —no hay duda— pero ahora parece obvio que debe trasladar ese liderazgo al interior de las fuerzas democráticas que combaten al gobierno madurista. Debe ejercer su condición de jefe de la oposición más allá de los feudos partidistas. El grupo minúsculo de la llamada ‘mesita de noche’ debería apartarse, porque supongo que no quiere sumarse a la unidad opositora. Y ciertos caudillos de las fuerzas unitarias deberían asumir que el presidente encargado es el líder. Para el bien de todos.

Hoy su mayor reto es lograr y catapultar la unidad de la oposición para acabar la usurpación del régimen, alcanzar la libertad de los presos políticos, cambiar la conformación de los poderes públicos y conducir al país a elecciones presidenciales y parlamentarias —libres y transparentes— bajo la observación internacional.

Venezuela es un tablero de ajedrez donde se juega una partida determinante en la geopolítica mundial. La gira de Guaidó definió las fronteras entre las naciones democráticas —que lo apoyan— y los regímenes autoritarios que lo adversan como Rusia, China, Turquía, Cuba, Nicaragua e Irán.

Ahora le toca conducir unitariamente a las fuerzas democráticas venezolanas más allá de las limitaciones partidistas. Reto difícil pero no imposible.

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