La ‘moribunda’ no fue ‘por ahora’. Sigue vivita y coleando. Hace 21 años Chávez asumió la presidencia con aquel juramento inventado por él. ¿Lo recuerdan?: “juro ante esta Constitución moribunda”. De otro febrero, hace 28 años, lo que también se recuerda es aquel “por ahora”. Actualmente, la moribunda es Venezuela y el “por ahora” se nos ha hecho un ‘para siempre’.

La destrucción del país no es un secreto para nadie. El mismo Maduro, recientemente, confesaba que “hay cosas que están mal y no por culpa de Donald Trump, sino de nosotros”. Una epifanía que le durará muy poco. Porque no es que están mal; es que están terriblemente mal. La salida en estampida de 20 % de la población es en sí misma un indicador de la desgracia por la que pasan los venezolanos.

La historia la conocemos. En la caricatura de Edo Sanabria que acompaña este texto, se hace un resumen de lo que pasó. Quizás se le olvidaron a las élites que jugaron a descabezar a unos partidos políticos que ya andaban mal y como en el poema sinfónico del francés Dukas, El aprendiz de brujo, desataron unas fuerzas que nos trajeron hasta aquí. Posiblemente querían aprovecharse de la ‘movida de mata’, pero Fidel Castro, el gran embaucador de la comarca, se les adelantó.

Decir que el chavismo tiene 21 años en el poder es también decir que ha habido 21 años de resistencia; incluso se logró en un momento dado la salida de Chávez de Miraflores, pero como todos sabemos las disputas internas de unos contra otros no permitieron recuperar rápidamente la democracia.

Chávez volvió y sabía lo que tenía que hacer: controlar el aparato militar de donde provenía, y crear una ‘ilusión de bienestar’. Lo primero lo hizo corrompiendo la institución armada y a sus hombres; lo segundo, inundando desordenadamente el país de petrodólares en forma de subsidios y prebendas hacia todos los estratos sociales, y por supuesto los dispendiosos gastos millonarios en dólares; obras que casi nunca se terminaban, pero que permitieron la circulación de la riqueza que al final terminó en los bolsillos de los bolichicos. Tanto que cuando llega Maduro la crisis económica era imparable.

Con Maduro comienza a configurarse lo que hemos llamado un pranato, es decir un Estado que ha pactado o se ha intrincado con el crimen organizado y comienza a vivir de ello. En eso de la articulación de un Estado con el narcotráfico, Cuba había sido pionera, por lo que a su protectorado le fue fácil avanzar en esa dirección. Ya todos deberíamos entender que el socialismo que abanderaba Chávez y que se quiso imponer en 2007 con el fallido referéndum constitucional, si existió o existe en la cabeza de algunos no ha sido más que una coartada para esconder la dictadura tornada en pranato.

A lo cual se agregó una nueva dimensión: el problema policial. Y en eso el papel de la comunidad internacional es vital. Hay que perseguir a los corruptos, lavadores de dinero, contrabandistas, narcotraficantes y terroristas, depredadores del ambiente y traficantes de la miseria. Todo eso nacido como una manera de financiamiento del régimen.

Maduro se debilita. Tanto que para quedarse en el poder busca otras fuentes. Además de su alianza delincuencial, ya está explorando una cierta, pero contrahecha, apertura capitalista. Busca esa apertura en referencia a las importaciones. Se abre al uso del dólar doméstica e internacionalmente y a unos acuerdos para privatizar de hecho —o de derecho— la producción petrolera que, entre otras medidas, configura para muchos la búsqueda de una salida según el modelo chino. Es decir una cierta economía capitalista con un control político férreo del Estado. Ya existe un grupo de empresarios conocidos como ‘optimistas anónimos’ que promueven este modelo.

Sería este un viaje circular de casi tres décadas, que nos retrotrae a lo que justificó el fallido golpe de Estado de febrero de 1992, pero repotenciado. Ahora vemos que ya no se critica, sino que se avanza en la entrega del petróleo a las compañías privadas extranjeras; ya no es la crítica a la posible entrega del Golfo, sino que se ha consumado la entrega del Esequibo; la corrupción no se persigue como se prometió, sino que se hizo una práctica de cómplices que desbastó al país. Frente a la perorata del antiimperialismo norteamericano, ahora es la entrega de nuestra soberanía a Cuba; frente a la crítica a favor de la independencia de los poderes, respondieron con el control total de ellos; y en relación con sus denuncias de violaciones de los derechos humanos, se ha llegado a tal nivel que ahora incluso la comunidad internacional nos condena. En fin el chavismo —derivado en castrochavismo— ha incumplido cada una de las razones aludidas para justificar el golpe de 1992 y los cambios que juraron iniciar en 1999.

A 21 años de la instalación del castrochavismo en Miraflores, ya deberíamos saber que estamos frente a un monstruo de mil cabezas que ha sabido adaptarse y pactar hasta con el diablo para no perecer. Hay varios tableros en que hay que dar la pelea y en cada uno el objetivo es el mismo: la fractura del régimen. Así cualquier acción o estrategia desde ir a elecciones hasta la famosa intervención humanitaria, deben evaluarse e implementarse con ese objetivo.

Por ejemplo, definir si se debe ir a elecciones o no debería depender de cuál de las opciones contribuiría más a quebrar las alianzas del actual poder, y no del número de curules a conquistar.

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