La directora y guionista caraqueña fue reconocida en la ceremonia que se realizó en noviembre del año pasado en Nueva York, por el Fondo Venezolano Americano para las Artes. Foto de Ricardo Jiménez.

Margot Benacerraf es un personaje de película, como la define de entrada Diego Arroyo Gil en este libro estupendo que se lee con raciocinio y también con emoción.

Yo añadiría que Margot Benacerraf es una leyenda concreta —si se me permite el término— en la medida en que su vida roza lo irreal en una danza secreta con el mito y la historia. Porque ella hizo historia aquel 15 de mayo de 1959 —cuando ganó con Araya el Premio de la Crítica y el Premio Técnico en el Festival de Cannes de 1959— y luego generó una mitología sobre su obra fílmica matizada por la celebración de la amistad —Picasso, Buñuel, Asturias, Piscator, Seghers, Guayasamín, Otero Silva, Picón Salas, entre otros— y la necesidad de impulsar la creación en cualquiera de sus campos.

Eso es lo que encontré en La sal de ayer, una conversación entre una mujer que quiero y admiro y un periodista-escritor que ha registrado e interpretado la vida de algunos personajes cimeros y diversos de los últimos cincuenta años de nuestra historia: Simón Alberto Consalvi, la Nena Palacios, Miguel Arroyo, Sofía Imber, Osmel Sousa, Nelson Bocaranda y, ahora, Margot Benacerraf.

Diego Arroyo Gil establece un punto de vista como entrevistador que mantiene a lo largo de sus 221 páginas: observar y conocer a una mujer que habla de sus recuerdos, sus amores, su familia, su pasado, sus experiencias, sus amigos, de la misma forma como se refiere a sus triunfos y sus desencantos. Con sus preguntas estimula y permite que su entrevistada formule también una óptica sobre lo que ha pasado en Venezuela y el mundo desde que ella ha tenido uso de razón. Por eso titulo esta nota ‘La vida según Margot’. Ella propone una visión muy íntima —pero al mismo tiempo amplia— sobre lo vivido y lo recordado —como afirmaba Buñuel en Mi último suspiro— que comparte como una cosmovisión extremadamente compleja. Ella no moraliza ni pretende sentar juicios. Solo contar lo que ha vivido.

El libro se desarrolla de forma lineal, como si organizara las memorias de Margot con un sentido temporal, desde la llegada a Venezuela de su padre desde Tetuán, su infancia en Caracas en las postrimerías del gomecismo, sus estudios de Filosofía y Letras en la UCV, su estadía temprana en Nueva York, sus viajes definitivos a Europa, sus estudios en el legendario Idhec (Institut des hautes études cinématographiques) en París, su encuentro con los grandes creadores del siglo pasado y, desde luego, dos capítulos fundamentales: Reverón (1952) y Araya (1959), es decir, su legado cinematográfico más importante. Habla sobre su relación con el genial pintor de Macuto de la misma forma como se refiere a los humildes salineros de la península de Sucre. Un testimonio fundamental.

Margot se expande en sus comentarios sobre la película sobre Picasso que comenzó y no pudo terminar, sobre la adaptación de Casas muertas de Otero Silva que nunca pudo concretar y sobre el proyecto que gestó con Gabriel García Márquez a partir de su intento de adaptar La increible y triste historia de la cándida Erendira y su abuela desalmada. Fueron sus tres proyectos frustrados.

Pero también habla de la creación de la Cinemateca Nacional en 1966, con el apoyo del mítico Henri Langlois, recordado director de la Cinemateca Francesa, de su exitosa Fundavisual Latina, con la mirada complaciente de García Márquez, y los aportes a la cultura cinematográfica de la Fundación Audiovisual Margot Benacerraf en la Universidad Central de Venezuela.

Arroyo Gil construyó un libro fundamental para la comprensión de una creadora que alcanzó logros esenciales en un arte complejo y universal y de un país que buscaba un devenir, más allá del petróleo y de los estereotipos. Los lectores se lo agradecemos.

LA SAL DE AYER, MEMORIAS DE MARGOT BENACERRAF, de Diego Arroyo Gil. Editorial Planeta Venezolana, Caracas, 2019.

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