Y así poder reconstruir, para beneficios de todos, la catajarra de zánganos que nos han exprimido y poder construir un álbum universal de la infamia que quede registrado para siempre.

Durante décadas la compañía Panini ha deleitado a los aficionados mundiales del fútbol que han  coleccionado desorbitadamente estas fotografías y todo lo referente a las competencias mundiales de este amado deporte.

Los seguidores del balompié, desde niños hasta adultos, han adquirido los paquetes de barajitas para completar los anhelados álbumes, que con el correr del tiempo se han convertido en objetos de colección. Cuánta nostalgia al reencontrarlos escondidos en los closets familiares y poder recordar las diferentes épocas, los típicos o no tan típicos rivales, los integrantes de los equipos, las luminarias o estrellas de ese deporte que brillaron o se opacaron en alguna de las múltiples sedes. Añorar el mundial de Alemania, o el de Argentina o el de Río, nos venía a la mente cuando encontrábamos entre trastos y utensilios abandonados los famosos álbumes de barajitas.

Pero ese lucrativo negocio, que se ha establecido a escala mundial, tiene un pequeño inconveniente: solo puede activarse cada cuatro años, que es el período establecido para el desempeño de los grupos contendientes para la tan ansiada copa mundial. Se impulsa precisamente cuando ya se está próximo a su realización, cuando están definidos los equipos a participar y los jugadores seleccionados por sus respectivos entrenadores.  Pero en el ínterin entre cuaternios y cuaternios, la fábrica Panini permanece en stand by.

Yo hago pública esta propuesta que, además de poderse convertir en algo mundial, pueda significar un gran avance para los mortales habitantes de Venezuela o de sus exiliados congéneres, que como sabemos andan por todas partes.  Me he dado cuenta últimamente, a través de esas pequeñas computadoras portátiles que algunos todavía siguen llamando teléfonos, que cada día nos llegan más imágenes  de muchas partes del mundo, donde reconocedores faciales, no por tecnología sino por recuerdo, nos mandan solícitos las fotos o los videos de algún enchufado, corrupto, ladrón o incluso asesino o torturador que anda deambulando por el mundo y que trata de pasar agachao como decimos en Venezuela. Incluso han adoptado un término que parece de origen argentino o español para calificar el hecho: escrache

Si nos diéramos a la exquisita tarea, aunque sea para beneficio de una empresa como Panini, de hacer una exhaustiva investigación, con la participación de los millones de venezolanos que tenemos esos teléfonos, de coleccionar las fotos de tantos bichos de uña que se han robado el patrimonio nacional o incluso envilecido con su conducta el distintivo venezolano, tendríamos para construir un álbum de barajitas sensacional y la empresa Panini haría un gran negocio.

Por otra parte, también nos serviría para mantener viva una memoria que desgraciadamente con el transcurso del tiempo tiende a desaparecer. Cuánto generalote antiguo que participó en los golpes de los 90 o tantos civilotes que se aproximaron desde el comienzo de la llamada revolución dizque bonita, a plegarse a actividades ligadas al gobierno, lo hicieron exclusivamente  para meterse unos dolarcitos que les permitieran asegurarse el futuro de ellos y de sus consentidos hijitos. Qué delicia poderlos coleccionar en un álbum de barajitas.

Me imagino a las comunicaciones futuras entre criollos desperdigados por el mundo, y uno desde Madrid diciéndole al de Oslo, me salió la de Ramírez que estaba dificilísima. Pero tengo dos de la hija de Chávez, no, no la menor, sino la que estaba casada con Arreaza, si quieres te la cambio por la de Rodríguez que a mí no me ha salido. Y así poder reconstruir, para beneficios de todos, la catajarra de zánganos que nos han exprimido y poder construir un álbum universal de la infamia que quede registrado para siempre y pueda ayudar, por una parte, a que la historia no se repita y por otra,  evitar que los que quieren pasar agachao lo logren.

Por cierto, dónde se habrán metido algunos que hasta hace poco cogían prensa todos los días y que de buenas a primera, zuás, desaparecieron. Qué será de la vida de Luisa Ortega o Elías Jaua, por ejemplo. A lo mejor, como en el final de Viridiana, andan jugando truco (el de las barajas) con el Pollo Carvajal, con un mazo (de cartas) que les regaló Cabello.

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