Chavezuela
El país fue conducido por un Joker lenguaraz y astuto, actuando con su marcado narcisismo en un escenario construido con barriles de petróleo a precios estratosféricos.

En el reciente film Joker (2019), los realizadores Todd Phillips y Scott Silver se adentran en las causas que dan origen a la psicopatía asesina de este cruel personaje destinado a convertirse en la Némesis de una sociedad. Al observar las escenas donde Joker impone su liderazgo sobre el resentido lumpen que lo aclama, no es difícil conseguir analogías con Hugo Chávez y sus secuaces que heredaron su poder en Venezuela.

En el desarrollo de la historia, el actor Joaquin Phoenix interpreta en forma magistral la vida trágica de esta siniestra figura, ya conocida en filmes anteriores como el Guasón dentro de la saga Batman, basada en las historietas de la editorial Detective Comics de 1937. Dentro de la mitología popular creada por las tiras cómicas en la cultura estadounidense, el Guasón es un villano de caricatura que asola Ciudad Gótica, pero ninguna de las producciones anteriores había incursionado en sus orígenes. Evadiendo algunas críticas que he leído, donde algunas pasan por alto el cuadro patológico, mientras que otras reivindican al diabólico asesino como “víctima de las injusticias de una sociedad capitalista y cruel que inyectó la perversidad en su corazón”, voy a intentar desarrollar otra posible lectura.

Para comprender mejor la violencia social de esta historia habría que remontarse a otro filme: El caballero de la oscuridad (Dark Knight, 2008), de Christopher Nolan, donde en una de las escenas El Guasón (Heath Ledger), en un momento de paroxismo en medio del caos reinante, exclama: “Algunos hombres no están buscando cosas lógicas, sólo quieren ver el mundo arder. (…) El verdadero caos se produce cuando no hay un plan. Si hay un plan no hay sorpresa en la destrucción”. No sé si con estas frases podríamos caricaturizar al chavismo, debido a su semejanza, ya que, Joker es la apoteosis del mal y la anarquía. Al revisar la saga y las diversas versiones en que se ha desarrollado este personaje, podríamos interpretar que una sociedad que alimenta su Hybris, es asolada por su Némesis y su carga destructora, concluyendo que no hay efecto sin causa. Visto así, Chávez y la destrucción física y espiritual que ha producido su mandato y el de su sucesor, vendrían a ser la Némesis de Venezuela, el producto final de un proceso de descomposición y despropósito gestado durante varias décadas, el efecto de la Hybris de un país que actuó por años en forma insensata, sin la visión, disciplina y rigor necesarios para fortalecer la democracia, dejando que el azar y a la diosa Fortuna hicieran de las suyas, desatando las fuerzas de Némesis.

En la antigua Grecia, el concepto de Hybris se asociaba a la irreflexión e insensatez de los individuos, a su orgullo desmesurado, el no poner límites a sus impulsos, a su ira y desprecio a los otros. Némesis, por su parte, es una deidad que existía desde los orígenes del mundo y era el instrumento de la cólera divina. Castiga la desmesura y las acciones humanas, sean buenas o malas, que afecten el equilibrio social o natural. La retribución venía dada por el nivel de daño causado, la cantidad de ventaja injustamente adquirida o por el desequilibrio moral provocado por un individuo o una colectividad. Némesis, que en especial castiga la desmesura, también es la diosa de la justicia retributiva, la venganza, la persecución y el infortunio. Esta deidad se confundía a veces con la diosa Fortuna, a quien se le representaba jugando a tirar una pelota, a veces hacia arriba, a veces hacia abajo, como símbolo de lo azaroso de sus decisiones y lo mutable o efímero de la riqueza, la fama y la felicidad de los mortales. Por eso nadie debía vanagloriarse de sus riquezas o de su poder, pues esto podía provocar que Némesis interviniera ocasionando crueles pérdidas para hacer volver al individuo a los límites que el equilibrio de la vida le había asignado. Su pavorosa presencia en la literatura antigua griega se manifestaba en pestes y plagas, era personificada en tiranos, guerras y calamidades. De allí que adquiere múltiples formas en la historia, algunas provocadas por excesos, desequilibrios o crímenes, otras causadas por la ignorancia, la ira o la estupidez. Algunos individuos tienen su Némesis particular, a la que Eurípides sintetiza en forma impecable: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo enloquecen”.

Durante los años en que Chávez ejerció el poder, el país se convirtió en un auditorio de telespectadores pasivos ante la taumaturgia y la deificación de un Estado petrolero absolutista y rentista. El país fue conducido por un Joker lenguaraz y astuto, actuando con su marcado narcisismo en un escenario construido con barriles de petróleo a precios estratosféricos. Inspirado en el guion escrito por Fidel Castro, su mediocre actuación de comediante de feria, consistió en cautivar a su público saltando sin orden ni concierto de un tema a otro, sin fijarse en ninguno, convenciendo a los menos educados y desconcertando a los más informados mientras, entre chistes y anécdotas irrelevantes, trataba de convencer a su embobada audiencia de supuestos planes y soluciones a las urgentes necesidades de los venezolanos, sepultándolos con un alud de trivialidades en sus maratónicas intervenciones. Mediante una implacable hegemonía comunicacional impuso su presencia en todos los espacios físicos y espirituales de Venezuela. Sin embargo, por hablar en exceso, dejaba ver un flanco que mucho daño le hizo a sus espectáculos: la imposibilidad de mostrar obras, hechos concretos, realidades, en vez de elucubraciones fantásticas. Cuando el público se cansó de sus chistes malos y cuentos de caminos, arremetió con violencia y saña contra todo aquel que no se riera de sus morisquetas, odiándolos, persiguiéndolos, encarcelándolos o asesinándolos, como el Joker.

Vociferando repetidamente la frase “Patria, socialismo o muerte”, mientras martillaba su puño contra su otra mano, Chávez, mediante la ecuación caudillo-ejército-pueblo, consolidó en su persona todo el poder de la nación y sus instituciones, cumpliendo los objetivos planificados previamente en Cuba: el desmantelamiento de la Fuerza Armada institucional, la confiscación de la infraestructura industrial y productiva del país, la substitución del sistema de salud pública por las misiones cubanas, la persecución y asfixia de los medios de comunicación, la represión, tortura y asesinato de los opositores, las alianzas con organizaciones narcoterroristas, dando luz verde al robo, secuestro, extorsión y asesinato de ciudadanos indefensos y al desvalijamiento de las riquezas del país para beneficio de las bandas criminales que suplantaron al Estado en medio de una humillante impunidad y corrupción.

Este Joker uniformado de militar y sus secuaces del presente comandados por Maduro al frente de la banda que siembra el caos, el odio, la violencia y la muerte, condenando a todos a la ruina y al sufrimiento, son la Némesis posada y empollando sobre treinta millones de personas. En Venezuela, la única voz en los medios es el lenguaje reduccionista, ofensivo, altanero, vulgar y onomatopéyico del régimen. Es un lenguaje falaz, pervertido que conduce a la sociedad a espacios pre-políticos, pre-sociales, salvajes. Es el triunfal reino caótico del Joker.

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