Nace una estrella
Jack es un músico exitoso al que el alcohol empuja cada vez más rápidamente a la decadencia. Para su fortuna conoce a una aspirante meritoria a la que lleva a la fama y al altar, antes de morir.

Verdad de Perogrullo, el cine es el arte de lo imaginario, motivo por el cual siempre apunta más allá del mundo cotidiano. Sus actores deben habitar un Olimpo donde sean intocables y brillen con una luz tan cegadora que impida ver la trama de circunstancias terrenales que los colocaron allí. No pueden ser confundidos con el resto de los mortales, porque no lo son: son estrellas. Ahora bien, las estrellas, se sabe, están muy lejos, pero no han estado allí siempre. Las estrellas tienen un solo punto de contacto con nosotros. Al igual que los seres humanos nacen y mueren y en ese proceso van ganando y luego perdiendo brillo. A alguien se le tenía que ocurrir que ese periplo era materia para un guion de cine.

La idea de una actriz en ascenso enamorada de un actor que comienza su alcohólica decadencia y la protege fue de un matrimonio que sabía de lo que hablaba. En 1937 Dorothy Parker y Alan Campbell eran dos escritores de talento con un sustancial recorrido en bares neoyorquinos y californianos. Construyeron para el director William Wellman un libreto sólido que dio origen a un melodrama correcto con Janet Gaynor y Fredric March.

Diecisiete años pasaron y el drama volvió a renacer, esta vez con Judy Garland y James Mason en un drama con mucha música dirigido con la habitual excelencia de George Cukor. Esta es la versión más recordada no solo porque Cukor era un legendario director de actrices, sino porque ambos protagonistas hacían de la fragilidad personal con la cual se enamoraban, se cuidaban y se compadecían una caja de resonancia de una industria despiadada, que jugaba con sus protagonistas como marionetas. Los números musicales eran, qué duda cabe, de antología. Era Judy Garland.

En 1976, una nueva versión dirigida por Frank Pierson vio la luz, esta vez extrapolada al mundo del rock y la música, con Kris Kristofferson y Barbra Streisand. Pasó sin pena ni gloria, pero le valió a la protagonista el previsible Oscar a la Mejor Canción.

Y al parecer, también ancló el tema en el mundo, ya no del cine, sino de la música, industria vapuleada y cambiante en estos días, con lo cual Lady Gaga irrumpe en la gran pantalla. La trama no ha cambiado mucho y el tratamiento tampoco. Jack es un músico exitoso al que el alcohol empuja cada vez más rápidamente a la decadencia. Para su fortuna conoce a una aspirante meritoria a la que lleva a la fama y al altar, antes de morir.

El libreto en lo esencial no hace más que trastocar, cambiar al mundo de la música y poner al día las escenas de las versiones iniciales, con lo cual uno se pregunta qué sentido tiene esta versión si no es apuntalar la fama creciente de Bradley Cooper (aquí también director) y expandir la ya legendaria fama de Lady Gaga. La verdad es que no hay nada muy nuevo en esta entrega que tiene que cargar con lo peor de los dos mundos.

Como obra autónoma, es poco más que un melodrama cuyos protagonistas recurren a las palabrotas cuando el libreto se queda sin algo que decir. Como remake, pierde mucho en comparación con la obra maestra de Garland-Mason-Cukor. Lo que tal vez sí sea y mucho, es una buena muestra de los tiempos que corren.

Sus predecesoras –y la comparación es inevitable porque usurpa el nombre propio de ellas– ataban el drama a la rapacidad de la industria, a la necesidad del público de verse reflejado lejanamente en las estrellas que cargaban sobre sí los anhelos de las masas que pagaban su boleto de entrada. Era una carga muy pesada y las estrellas, mortales al fin, pagaban muy caro esa aventura a lo Ícaro, porque lo que sus admiradores les exigían era, más que imposible, inimaginable. De ahí que el drama no era solamente en contra de la industria, que se aprovechaba de espectadores y semidioses, sino que reflexionaba sobre la condena de los famosos.

Pero estamos en el siglo XXI, en el que la política es un episodio más de El aprendiz y es lógico que el mundo del espectáculo se monte en ese vagón. Por eso el drama de Jack y Ally suena estridente pero pequeño y demasiado terrenal (algo imperdonable en una estrella). Si por algo vale verla es para escuchar la banda sonora.

Cómo se extraña a Judy Garland.

NACE UNA ESTRELLA (A Star is Born), Estados Unidos. 2018. Director: Bradley Cooper. Con Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott.

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