La promesa
La fórmula del cine histórico trágico es superponer a los hechos colectivos una historia de amor en pequeño para endulzar el caramelo muy acido.

Hay películas que son películas/causa, también de propaganda. La propaganda no solamente se hace cuando un régimen totalitario persigue adormecer la conciencia de sus dirigidos arrodillados hasta fanatizarlos por completo, también, existe un tipo de propaganda como desagravio ante una maldad que terminó haciendo de Dios una entidad indiferente.

Tal es el caso de la película La promesa de Terry George, el mismo que dirigió Hotel Rwanda (2004). Para hacer propaganda de la buena, hay que tener dinero y buenos aliados, y sí son muy poderosos mucho mejor. El cine estadounidense, el de Hollywood, el que tiene un público mundial representa desde el ‘entretenimiento’ no sólo un buen negocio sino la más formidable maquinaria de propaganda para influir a escala planetaria. No existe cine inocente.

La promesa, seguramente, está prohibida su exhibición en Turquía. Lo mismo le pasó a Senderos de Gloria (1957) de Stanley Kubrick en la muy republicana Francia en su momento. En nombre del nacionalismo se ha matado en la historia con tremenda saña y gusto. La mayoría de los espectadores que vieron La promesa no sabían que existió algo llamado el pueblo armenio y que este sufrió un genocidio de un millón y medio de personas en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) de parte de los turcos. La promesa, aun teniendo razón, corre el riesgo de la inverisimilitud porque es maniquea. Nunca se nos permite conocer el punto de vista del genocida, y lo más importante: sus motivos para la crueldad más impía.

El horror se embellece con música de fondo, paisajes bucólicos y una historia de amor imposible de a tres con un actor superlativo como lo es Christian Bale, que de paso, su interpretación es la del outsider bueno, nada que ver con el dramatismo que sí lo hubo en otro triangulo famoso en la historia del cine: El paciente inglés (1996). Desde los muy remotos tiempos de Lo que el viento se llevó (1939) hasta llegar a El doctor Zhivago (1965) la fórmula del cine histórico trágico es superponer a los hechos colectivos una historia de amor en pequeño para endulzar el caramelo muy acido. La promesa en ese sentido es convencional, y todas sus virtudes puestas en un envoltorio de lujo, quedan cuestionadas. Nunca el espectador llega a saber por qué los turcos se la dedicaron a los armenios; ni como los armenios han hecho para rehacerse o sobrevivir a tanta miseria y saña. La protagonista de la película llega a decirnos que la mejor venganza es la de sobrevivir la calamidad. Para algunos bastará; para otros no. Lo cierto del caso es que La promesa es una película impecable en términos de construcción exitosa de un relato que procura convencer al espectador de que los armenios han sido una de las tantas minorías victimas en la historia de parte de una atroz mayoría. Eso sí: cargada de ideología. La promesa no es cine político, esa es su fachada inocente, aunque sí lo es; y sí bien uno simpatiza con los perdedores de la historia tampoco nos gusta que nos manipulen.

LA PROMESA (The Promise), EEUU, 2016. Dirección: Terry George.  Guion: George Swicord yy Robin Swicord. Producción: Mike Medavoy. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Montaje: Steven Rosenblum. Música: Hanan Townshend. Elenco: Charlotte Le Bon, Oscar Isaac y Christian Bale.

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