Retratos urgentes
Skype es una extensión visual del teléfono, y los videos de la serie son como llamadas hechas por un venezolano en el extranjero a gente en Venezuela para saber algo más de lo que pasa, luego de recibir una noticia por Internet u otros medios.

Retratos urgentes, de Pedro Camacho, es otra de las series de videos independientes sobre la crisis venezolana realizados con inmediatez y difundidos a través de Internet. Junto con los selfiementaries de Carlos Caridad Montero, es la que más se destaca por su dispositivo. Se diferencia porque está hecha a distancia, en Buenos Aires, donde vive el realizador.

La serie constaba de 23 episodios hasta el momento de escribir esta nota —la numeración llegaba a 24 pero no está online el #5—. Fueron publicados entre el 16 de mayo y el 2 de julio. La insurrección popular contra la dictadura de Nicolás Maduro —así la llama la ONG de derechos humanos Provea— comenzó el 1° de abril y no ha terminado. Las muertes llegaban a 90 el 4 de julio, según la fiscal general de la República, que incluía en su cuenta más de 4.500 heridos.

El dispositivo de Retratos urgentes es Skype, combinado en el montaje con fotos y videos de las manifestaciones, y en especial de la represión contra ellas. Es, en cierto modo, una continuación de lo que Camacho había trabajado en Desde afuera (2013), codirigido por Johann Pérez Viera. Además del servicio de llamadas a través de Internet, utilizaron en ese documental material grabado por los propios personajes para contar sus historias de venezolanos emigrantes.

Skype es una extensión visual del teléfono, y los videos de la serie son como llamadas hechas por un venezolano en el extranjero a gente en Venezuela para saber algo más de lo que pasa, luego de recibir una noticia por Internet u otros medios. Lo da a entender el comienzo de cada pieza, que reproduce el sonido del programa al iniciarse y el tono, idéntico al teléfono, que suena antes de que atiendan. También se establece así una consonancia entre el principal método de registro y el de difusión: ambos son a través de la web. Las nuevas tecnologías son aprovechadas en Retratos urgentes, al igual que en los selfiementaries.

Pero esencialmente se trata de una ampliación de otros materiales informativos, principalmente fotos y videos. Son contenidos censurados por la televisión, y casi toda la prensa y la radio en Venezuela, aunque difundidos por los proliferantes medios alternativos y personas comunes que utilizan Internet. La mejor prueba es la selección de los personajes: los reporteros gráficos son uno de los dos grupos más numerosos, con cinco entrevistados –la misma cantidad que los estudiantes–. También hay tres periodistas y dos cineastas que han grabado las protestas, Carlos Caridad Montero y Hernán Jabes. Solo hay tres videos en los que el testimonio no tiene como respaldo esos registros de las protestas, y hay capítulos básicamente dedicados a comentar las imágenes.

Hay que resaltar que Camacho evitó inflar con sus testimonios la aureola mítica de las fotos y videos de los llamados ‘escuderos’. Son los grupos de choque de la resistencia a la dictadura, que han seducido por su espectacularidad sobre todo a los fotógrafos. El resto de sus personajes son activistas que intentan desarrollar formas alternativas de protesta, y profesionales que dan primeros auxilios a manifestantes y periodistas que son víctimas de la represión.

En esto consiste el valor principal de Retratos urgentes: 1) en aportar un complemento independiente de la información disponible sobre la crisis política venezolana, lo que incluye la contribución a la lucha contra la censura en el país; 2) en darle rostro a la diversidad de testigos y protagonistas de la rebelión popular, y escuchar sus historias, lo cual desmiente la propaganda difamatoria del régimen contra los manifestantes y periodistas, y 3) en poner de manifiesto la posibilidad de hacerse partícipe del movimiento con herramientas de comunicación de carácter doméstico, con un costo prácticamente nulo e incluso a pesar de estar fuera del país. Quizás esto último es el mensaje más importante de estos videos: demuestran que no solo hay que hacer algo, si se es comunicador y venezolano, sino que es posible hacerlo. No valen las excusas.

Pero falta contextualización. La reflexión que predomina es también sobre las protestas, no sobre sus causas económicas y sociales. Esto es comprensible como consecuencia de la propia inmediatez que se busca. Pero conduce a que persista en Retratos urgentes, al igual que en las otras series de videos que se difunden con rapidez sobre la crisis venezolana, una representación de la política como una esfera que está separada de la vida ‘privada’ de la gente.

Lo refuerza la actitud que asumen los personajes al hablar por Skype. Es la característica de una entrevista telefónica, en la que el entrevistado y los que lo rodean buscan evitar cualquier perturbación doméstica de la comunicación. Recuerda al ‘cuartico’ del teléfono que suele haber en los periódicos. Solo se ve pasar una persona, como una sombra indistinguible, en uno de los videos, mientras que en otro alguien invisible comienza a abrir una puerta, pero la cierra de inmediato al darse cuenta de que el personaje está atendiendo una llamada del extranjero por Skype. El único que se levanta del asiento frente a la computadora lo hace, no por algo que ocurre en casa sino por ruidos que escucha en la plaza y que también pueden estar vinculados con las protestas.

‘Retrato’, por tanto, resulta ser también aquí una analogía con la manera como Skype enmarca a la gente. Ni siquiera son reveladoras las imágenes por lo que respecta al espacio que se percibe en torno a los personajes. Solo en dos casos se capta cierta profundidad, lo que permite apreciar algunas características de hogares que parecen ser de clase media acomodada. En otro video se ve una pizarra con tabladuras de guitarra, lo cual sugiere que el entrevistado es ejecutante de ese instrumento o atendió la llamada en un salón de clases de música, aunque no es identificado como artista. Pero no se explica ese detalle.

Esta bidimensionalidad es correlativa de otra falta de profundidad. Aunque hay escasez generalizada en Venezuela, estos videos no pueden mostrar ni indagar en sus consecuencias en la vida cotidiana de la gente. Tampoco en otros aspectos de deterioro de las condiciones de vida, salvo por cómo la calidad de la imagen es reveladora de la pobreza de las conexiones a Internet –problema que también existe en Argentina, donde no hay una dictadura como la venezolana–.

No puede entenderse así la dimensión ‘existencial’ que la oposición atribuye a las manifestaciones, y que es el principal argumento para sostener que no podrán cesar hasta que caiga la dictadura de Nicolás Maduro y haya elecciones. En Desde afuera, en cambio, si había un minucioso registro de las dificultades del día a día de los emigrantes venezolanos, hecho por ellos mismos.

En este sentido conviene recordar lo que Glauber Rocha escribió en Eztétyka del hambre sobre cómo la vergüenza impedía a los brasileños de su tiempo dar cuenta de la verdadera dimensión del subdesarrollo. Cabe preguntarse si no existirá un problema similar entre los venezolanos de hoy, y si eso también es lo que les hace difícil mostrar el abismo de miseria en el que vertiginosamente se hunden quienes tenían un nivel de vida de clase media poco tiempo atrás. Habría entonces una ciudadanía bidimensional, la cual preferiría verse como parte de una resistencia a la dictadura que fuera un espectáculo imaginativo.

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