Wonder Woman
Como todos sabemos, Gal Gadot es la que se roba el show en ‘Wonder Woman’.

Vivimos en una época donde cada día es más común ver heroínas en la gran pantalla. Todos los años van apareciendo descendientes directas de Barbarella, Ripley y Sarah Connor en nuestras salas de cine, robándose el corazón del público por su coraje y no por sus curvas (verbigracia, Furiosa en Mad Max, Jyn en Rogue One, Rey en Star Wars, entre otras). 

De hecho, en la actualidad es normal ver a mujeres liderando sagas exitosas (como Katniss en The Hunger Games, Beatrice en Divergent, Alice en Resident Evil, Selene en Underworld, por nombrar algunas), algo que parecía una rareza hace un par de décadas atrás. Paradójicamente, pareciera que los grandes estudios de cómics (Marvel y DC), tuviesen miedo de apostar por lo femenino, relegándolo a papeles secundarios como sidekicks o love interest en sus historias. 

Es por esto que cuando DC anunció que haría una película de Wonder Woman los fans se estremecieron. Más allá de tener que competir con la icónica figura de Lynda Carter, esta película tendría sobre sus espaldas la tarea de insuflarle nueva vida a los largometrajes tan controvertidos que ha producido el estudio (Man of Steel, Batman vs Superman, Suicide Squad: películas que han sido rentables, pero que se han peleado con los fans y la crítica). Como muchos esperábamos, la gran apuesta ha rendido frutos y Wonder Woman es, de lejos, la mejor película del universo cinematográfico de DC contemporáneo, brindándole una nueva luz al estudio y reconciliándolo con sus detractores.

Wonder Woman comienza en la actualidad, cuando Diana (Gal Gadot) recibe un misterioso maletín cortesía de Bruce Wayne. En él consigue una foto de la Segunda Guerra Mundial donde ella aparece con su traje de Wonder Woman al lado de varios soldados. Desde ese momento, arranca un gran flashback que nos narra la travesía de Diana antes de transformarse en Wonder Woman. Conocemos su infancia con las amazonas en la paradisiaca isla de Themyscira, la sobreprotección de su madre la Reina Hippolita (Connie Nielsen), el duro entrenamiento de su mentora Antiope (Robin Wright) y el mito que se teje alrededor de su nacimiento.

La historia comienza cuando irrumpe en Themyscira el Mayor Steve Trevor (Chris Pine) y una decena de nazis que buscan asesinarlo. Hecho que desencadenada una guerra entre las Amazonas y los invasores, trayendo como consecuencia que Diana deba dejar su paradisíaca isla para viajar hasta Inglaterra y luchar junto con Trevor y sus amigos para detener la Segunda Guerra Mundial. Una aventura que inicia para conseguir a su hermano Ares, el Dios de la Guerra, y derrotarlo para así ponerle fin al conflicto bélico (al ser él el supuesto responsable de las guerras que aquejan a la humanidad).

Desde su primera aparición en Batman vs Superman, Wonder Woman se robó el corazón del público y creó grandes expectativas entorno a su personaje. Más allá de la necesidad de que la heroína tuviese su película en solitario (por la creación de Justice League), DC necesitaba apostar por algo nuevo, un tipo de historia que Marvel no hubiese hecho y, por fin, sacarle ventaja a su principal rival en la gran pantalla. Por si fuera poco, este largometraje tenía el reto de lidiar con la icónica imagen de Lynda Carter (la sempiterna Wonder Woman en el inconsciente de todos) y una horda de fanáticos predispuestos por la elección de Patty Jenkins como directora del proyecto.

¿Por qué tanta controversia? Para la fecha, Jenkins solo contaba con un largometraje en su haber (la espectacular Monster de 2003, que le valió el Oscar como mejor actriz a Charlize Theron), la dirección de un puñado de capítulos de diversas series de televisión (desde comedias como Arrested Development o Entourage, hasta dramas como The Killing y Betrayal) y una película para la pantalla chica (Exposed). Si a esto sumamos que su guionista, Allan Heinberg, se ha desarrollado exclusivamente en televisión escribiendo series como Sex and the City, Gilmore Girls, The O.C., Grey’s Anatomy y Scandal (entre otras), cualquier duda es completamente razonable. Por un lado, tenemos a una directora de cine independiente con una sola película a sus espaldas y por otro lado a un guionista que se especializa en escribir dramas para televisión: una dupla que poco —o nada— parece tener conexión con el cine ‘épico y oscuro’ que ofrece DC. Curiosamente, es justo este cocktail el responsable del éxito de Wonder Woman.

Patty Jenkins hace que Wonder Woman se aleje de la solemnidad de las producciones anteriores de DC, mezclando con gran maestría registros como la comedia, el drama y la acción, sin perder en ningún momento la intimidad y conexión personal entre el público y la heroína. Algunos críticos dicen que Wonder Woman se ‘siente’ más Marvel que DC, aunque el feeling que tiene es muy diferente al de sus homólogos. La clave está en la gran empatía que crea el espectador con Gal Gadot gracias al excelente trabajo que hace su directora al no separar lo humano de lo heroico. Mientras que podemos ver una disociación entre Bruce Wayne/Batman, Clark Kent/Superman, en esta película sentimos que Diana/Wonder Woman son la misma mujer.

Vistiendo su traje de amazona, ella puede ser intrépida y valiente, al mismo tiempo que inocente y sensible. De esta manera, podemos acompañar a ‘la humana’ —emocionarnos y sufrir con ella— y flipar con la fuerza y determinación de ‘la heroína’, sin sentir que estamos frente a dos personas diferentes ni tener que cambiarle el traje. Esto también se traduce en la historia: observamos a Diana conmovida en la guerra por el dolor y la frustración, de pronto la acompañamos mientras se arma de valor y entra a luchar en el campo de batalla —regalándonos, sin lugar a dudas, la mejor secuencia de acción de toda la película—, para después saltar a un momento romántico entre ella y Steve bailando bajo la nieve. Esas pequeñas pausas dramáticas que se erigen como islas en el océano de la acción son las que pocas veces podemos disfrutar en este tipo de cine (donde pareciera que cada segundo debe utilizarse para generar peleas, explosiones y conflictos, destruyendo cualquier posibilidad de conectar con el público emocionalmente más allá de la adrenalina) y que sirven para construir esa necesaria empatía con el héroe que tanto se ha perdido en nuestros tiempos.

Por otro lado, Heinberg logra hilar un guión donde la comedia viene en varias presentaciones: desde el humor físico (como Wonder Woman sin saber qué hacer con su espada y escudo para atravesar una puerta giratoria, posiblemente uno de los gags más replicados en la historia del cine), pasando por el humor negro (transformando al galán en una damisela en apuros), acompañado de pequeños —grandes— diálogos de Wonder Woman cargados de críticas al patriarcado y que fluyen orgánicamente entre chiste y chiste. Por otro lado, su guionista también explora temas complicados como la pérdida de la inocencia, el deber ser, la creación de la identidad, el primer amor, la muerte, la maduración y otros más, bañándolos con pinceladas de críticas al sistema político y social del establishment, sin rayar en lo solemne o aleccionador.

Como todos sabemos, Gal Gadot es la que se roba el show en Wonder Woman. Más allá de su belleza, carisma y llevar bajo sus espaldas el éxito de la película, la actriz logra pasar de niña inocente a guerrera amazona de un momento a otro con una sola mirada. Durante su recorrido la vemos caracterizar diferentes registros emocionales, al mismo tiempo que ejecuta sin problema secuencias de acción y humor físico. Del resto del cast tampoco hay quejas, Chris Pine sigue teniendo los ecos del Capitán Kirk (el tipo guapo, un poco tonto, aguerrido e improvisado que nos engancha), pero hace una excelente dupla con Gal Gadot. Todos los secundarios, a pesar de sus breves intervenciones, se ganan nuestro cariño rápidamente, sobre todo Lucy Davis (la secretaria de Steve), Ewen Bremner (por siempre el ‘tonto y tierno’ Spud de Trainspotting), Eugene Brave Rock (el jefe indio que protagoniza una de las escenas más intimistas de toda la película junto con Gal Gadot, una reflexión inteligente sobre colonialismo) y Said Taghmaoui (el encantador lingüista).

Por supuesto, no todos son flores para Wonder Woman. La película sufre un par de males que parecen propios del género. El primer bemol que tiene son los antagonistas (tanto en su construcción en el guión como en la caracterización de los actores), Danny Huston, Elena Anaya y David Thewlis, tienen el mismo talón de Aquiles: ser villanos binarios, ser malos ‘porque sí’. De hecho, todos se terminan transformando en una caricatura de sí mismos, con risas malévolas, planes rebuscados y frases que buscan sonar lapidarias. Más allá de los toques de sarcasmo y auto parodia que pudiese colar Heinberg en el guión, la mitología del ‘Nazi malévolo, megalómano y paranoico’ está tan rayada que la delgada línea entre lo antagónico y el chiste se desdibuja en la actuación y los diálogos. La segunda caída que tiene Wonder Woman reside en el último acto de la película, donde replica el mismo setting que poseen todos los largometrajes de DC contemporáneos: un escenario apocalíptico lleno de llamas, destrucción sin sentido, una lucha con resonancias visuales judeocristianas donde todo se resume a la batalla del bien contra el mal absoluto. Una puesta en escena que le resta fuerza a un gran momento dramático dentro de la historia (la gran pérdida que transforma a Diana, de una vez por todas, en la Wonder Woman que conocemos). Un par de fallas que, aunque no son un mal de morir, terminan empañando la resolución de la historia.

Wonder Woman es, sin lugar a dudas, la mejor película de la nueva ola de DC. Inyecta intimidad, comedia y frescura a un universo oscuro que, desde hace rato, viene pidiendo menos solemnidad y más emocionalidad. Gal Gadot subirá al Olimpo de las actrices que nacieron para interpretar a sus heroínas y reposará al lado de Lynda Carter por muchísimos años. La dupla Jenkins/Heinberg le dio a Hollywood una valiosa lección: los underdogs del cine indie y la televisión tienen mucho que aportarle al cine de acción contemporáneo que necesita urgentemente sangre nueva para no seguir repitiendo formulas. Ahora, solo nos queda esperar que Justice League mantenga la frente de DC en alto… aunque, sí llega a fallar, podremos dormir tranquilos porque sabemos que Wonder Woman siempre podrá salvar el día.

Lo mejor: Gal Gadot, sonriendo, peleando o llorando, ella se roba el show. La fotografía de Matthew Jensen. El desarrollo del guión, de los mejores de este nuevo universo de DC. Los personajes secundarios. Sus momentos de comedia e intimidad.

Lo malo: el desenlace sufre de los mismos defectos de las últimas producciones de DC. Los antagonistas parecen una caricatura de sí mismos. La ausencia de un epílogo que sirva de introducción a Justice League (como lo tuvo Suicide Squad en una escena pos-créditos).

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