FILM STILL - PAWN SACRIFICE - Liev Schreiber (left) stars as Boris Spassky and Tobey Maguire (right) stars as Bobby Fischer in Edward Zwick's PAWN SACRIFICE, a Bleecker Street release. Date Added 8/4/2015 3:25:00 PM Addtl. Info Credit: Takashi Seida
FILM STILL - PAWN SACRIFICE - Liev Schreiber (left) stars as Boris Spassky and Tobey Maguire (right) stars as Bobby Fischer in Edward Zwick's PAWN SACRIFICE, a Bleecker Street release. Date Added 8/4/2015 3:25:00 PM Addtl. Info Credit: Takashi Seida
El caso Fischer quiere abarcarlo todo y lamentablemente no abarca nada o muy poco.

Especial para Ideas de Babel. Pawn sacriface (‘Sacrificio el peón’, 2014), conocida en español como El caso Fischer o La jugada maestra, es una película a medio hacer. Su director Edward Zwick no tiene la más remota idea de los que es el ajedrez. Es más, me atrevo a decir que nunca lo ha jugado con la pasión de los adeptos.

El caso Fischer profana al genial campeón Bobby Fischer, y también al no menos genial y campeón del mundo Boris Spassky. Al primero lo retrata como un alucinado sin apenas profundizar en el desmoronamiento de esa portentosa mente y, al segundo, lo presenta como una estrella de rock superficial, casi un bobo, e identificado con el sistema comunista, obviando que Spassky terminó radicado en Occidente y renegando del sistema soviético y sus insoportables controles sobre la vida privada de las personas.

El film norteamericano ni profundiza en el juego/ciencia del ajedrez, ni en el emocionante encuentro del año 1972 en Islandia, y tampoco ofrece una fisonomía de las tensiones que pugnaron alrededor de la Guerra Fría (1948-1991): El caso Fischer quiere abarcarlo todo y lamentablemente no abarca nada o muy poco para no ser completamente severos en esta apreciación.

Tobey Maguire lo intenta, pero tampoco es capaz de mimetizarse en tan complejo personaje. Su interpretación es pálida y afectada, sin la fuerza ni el carisma que tuvo el norteamericano en la vida real. Que Bobby Fischer haya sido un obseso del trabajo —estudiando el ajedrez— nos confirma que el talento sin sacrificio no conduce a nada. Otro campeón malogrado fue el polaco Akiba Rubinstein quién decía que el año tenía 365 días. 300 los dedicaba sólo a estudiar a Caissa, la musa del ajedrez, los otros 60 iba de torneo en torneo, y los 5 días restantes eran para el reposo. ¿Qué tal?

Otro desperdicio en la película fue la presencia del GM William Lombardy, el sacerdote que en la película aparece como el segundo y mentor espiritual fallido de Fischer. En realidad este no tuvo nunca un equipo de segundos y la relación con Lombardy fue sólo muy pasajera. Fischer fue siempre un lobo solitario enfrentado a sus demonios y con un solo objetivo en la vida: ser campeón del mundo de ajedrez destronando con ello a la hegemonía soviética en la disciplina. Lograda la meta, desapareció, hasta reaparecer en el año 1992, veinte años después, para enfrentar una vez más, tablero de por medio, a su antiguo rival y amigo: Boris Spassky, a cambio de una jugosa recompensa millonaria.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos lo sancionó porque desestimó como ciudadano estadounidense la prohibición de jugar en la antigua Yugoeslavia en plena guerra civil. Desde ese momento fue un renegado y apátrida, escondiéndose de sus perseguidores por medio mundo, y eso que su logro en 1972 representó la más grande victoria simbólica de los Estados Unidos en contra de la URSS en toda la Guerra Fría. Así pagan los Estados Unidos a sus héroes. El parlamento islandés, con muy buen criterio, le otorgó la ciudadanía y con ello protegió y cobijó a la gran leyenda que murió en esas gélidas tierras de donde son los vikingos.

Sigo creyendo que El jugador de ajedrez (1978), donde actúa el extraordinario actor alemán Bruno Ganz, es la mejor película sobre el mundo del ajedrez. Además de mostrar cómo el apasionamiento total alrededor del ‘juego’ termina desquiciando a sus cultores hasta llevarlos a la demencia total.

Otra muy meritoria es la ‘infantil’ En busca de Bobby Fischer (1993) porque quienes la hicieron sí sabían de qué va el ajedrez de torneo y competencia en los ámbitos escolares y juveniles. Otra buena, aunque inferior a las dos antes nombradas es La defensa Luzhin (2001) con John Turturro.

En cambio, El séptimo sello (1957), del gran Ingmar Bergman, es otra cosa. En primer lugar es una de las mejores películas en toda la historia del cine mundial, donde se presenta el duelo del caballero medieval con la muerte a través de una partida de ajedrez. La alegoría es clara: el ajedrez como representación simbólica de la gran vida humana como dialéctica y combate, además, de presentar el epicentro de toda la angustia existencial alrededor de la muerte y las posibilidades de que exista otra vida en el más allá.

El caso Fischer, si bien recrea la vida de Fischer, sus licencias son imperdonables, pero sobretodo, la ausencia de mística, esa ligereza, o caricatura mejor dicho, con que desdeña al mejor y más perfecto juego cuyos inventores fueron nada más y nada menos que los dioses: el ajedrez.

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