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Susan y Edward exponen sus visiones sobre su relación en un presente signado por la insatisfacción y la infelicidad.

Desde la primera imagen el film define su transgresión frente a lo establecido, ya sea una posición estética, ya un pronunciamiento moral. Las mórbidas figuras obesas en una galerí­a de arte delatan la futilidad de «la vida de nosotros ante el mundo real», como dice uno de sus personajes. Seres que se marginan de la realidad. Animales nocturnos se mueve entre el campo individual y el terreno colectivo para expresar distintas formas de la enajenación contemporánea a través de un recurso revelador pero difí­cil: el relato dentro del relato. Tom Ford logra la hazaña de construir un drama con toques de tragedia a través de un juego temporal y espacial entre lo aparente y lo real.

Este segundo largometraje del diseñador de moda devenido en cineasta se fundamenta en Tony and Susan, de Austin Weight, publicada en 1994 y concebida como una novela dentro de otra novela para establecer una frontera entre la realidad y la ficción, por no decir entre la verdad y la mentira. En el film del realizador tejano dos personajes —Susan y Edward— exponen sus visiones sobre su relación en un presente signado por la insatisfacción y la infelicidad, alejado de un pasado romántico. La primera, dueña de la galería de arte, abandona al segundo, su esposo escritor aún inédito, para buscar una relación con un médico que le brinda mayor estabilidad. Pero el pasado siempre está allí y un dí­a recibe el manuscrito de la novela de Edward, titulada Tony y Susan, dedicada a a ella. Relato desgarrador y brutal sobre un hombre que busca la venganza ante el asesinato de su esposa e hija en un desértico paraje del occidente de Texas. Comienza el viaje al pasado y la memoria alimenta su trabajo fatídico.

Animales nocturnos fluye desde la perspectiva de Susan, excelentemente interpretada por Amy Adams, una de las mejores actrices de la industria norteamericana de hoy. Ella recuerda su vida en Austin, así como su encuentro con Edward en Nueva York, el romance casi inmediato, la ruptura decepcionante, la distancia afectiva y la llegada de una novela a punto de ser publicada. Gracias al montaje de Joan Sobel se construye una estructura multitemporal en la que la ficción del hombre que busca venganza se impone como narrativa alterna que transforma los pensamientos de una persona acosada por la culpa y el arrepentimiento. A través de los ojos de una mujer insatisfecha la novela de Edward marca el tono de tragedia. Susan est+a¡ presente en la primera y la última secuencia, abre y cierra el discurso cinematográfico. En cambio, Edward (el retorno del mejor Jake Gyllenhaal) se convierte en Tony en la novela, llena buena parte del relato y experimenta su propia transformación.

Como guionista, director y productor, Ford mantiene el control total de su película. Demuestra su pericia como narrador, supera el impacto de su primer film Un hombre sencillo (A single man, 2009) y se distancia del tono minimalista de este. Ahora regresa con una complejidad insospechada que permite que el relato dentro del relato funcione a cabalidad. De hecho, la trama de la novela de Edward se convierte en la verdadera trama de la pelí­cula, la que desarrolla los personajes y sus sentimientos. También permite la presentación de nuevos protagonistas que alteran la lí­nea argumental del inicio, como el trí­o de psicópatas liderado por Ray (un magnífico Aaron Taylor-Johnson) y el asombroso policí­a tejano Bobby Andes (con un revelador Michael Shannon) dispuesto a llegar al final de su investigación. Personajes patéticos que no creen en al justicia. Los diálogos son incisivos e inquietantes. Con estos elementos, el realizador ejecuta una puesta en cámara elegante en sus momentos adecuados y oscura en determinadas secuencias. Contó con la fotografí­a de Seamus McGarvey, la dirección de arte de Shane Valentino y la música de Abel Korzeniowski para construir un edificio dramático contundente.

El ficticio Tony se acusa de ser débil y de no haber salvado a su esposa e hija, pero al mismo tiempo genera la necesidad de reivindicarse con la memoria de ambas. En la realidad —si se puede llamar así— domina el sentimiento de arrepetimiento de Susan, expresado en sus ojos tristes («que se parecen tanto a los de tu madre», le dice Edward al principio) o en sus propia palabras. Entonces la culpa y la venganza se convierten en emociones que funcionan en los extremos, impulsan las acciones de sus personajes y marcan los caminos sin salida. Hay situaciones que no tienen regreso, hay oportunidades que se pierden en el tiempo. Hay pasados que no tienen futuro.

ANIMALES NOCTURNOS (Nocturnal animals), EEUU, 2016. Dirección y guion: Tom Ford, basado en la novela ‘Tony and Susan’ de Austin Wright. Producción: Tom Ford y Robert Salerno. fotografí­a: Seamus McGarvey. Montaje: Joan Sobel. Música: Abel Korzeniowski. Dirección de arte: Shane Valentino. Elenco: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Armie Hammer, Aaron Taylor-Johnson, Michael Shannon, Isla Fisher, Karl Glusman, Ellie Bamber, Toni French. Distribución: Bolí­var Films.

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