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‘La plaga de Tebas’, de Charles François Jalabert, ilustra uno de los secretos de ‘Edipo Rey’.

Este ensayo expone una nueva perspectiva en torno al Edipo Rey de Sófocles. Fue escrito para la materia Técnica Literaria del Drama de la licenciatura de Actuación de la Universidad de Los Andes, dictada por el profesor Edilio Peña. Tuvo una ponderación de 20/20 puntos.

El interior de cada individuo es un complejo entramado de emociones, pasiones y deseos. Es en este andamio carnal e instintivo donde puede encontrarse lo más hermoso del ser humano y, de igual modo, lo más putrefacto del mismo. Confluyen en este armazón las verdades más expeditas de cada ser, así como los secretos más oscuros y refugiados que con afán se procura mantener en cautividad. Cautividad que guarda verdades tan profundas que resultarían inverosímiles y macabras para muchos, y que por esta misma razón se esconden con cuidado. Muchas veces se prefiere una mentira caliente y digerible a una verdad cruda y gruesa, que atragante con su espesor. No obstante, es la verdad la que con su luz consigue destapar todo lo oculto; bueno o malo, puro o impuro. La ambición, el poder y la muerte se fusionan en una de las varas de este entramado y son la daga que destruye pensamientos, personas y alrededores; logrando despedazar todo ímpetu y vitalidad, así como beberse hasta la última gota de la esencia de quien la porta y de su entorno.

Teniendo esto en cuenta, encontramos que aunado al interior de cada persona, hace presencia también otro elemento: su destino. Estos dos factores generan una acción-reacción el uno con el otro de manera cíclica y permanente. Todo individuo será afectado por su destino, y su forma de ser le jugará a favor o en contra siguiendo este hecho nada fortuito que le marcará desde antes de nacer. Y aun cuando cada persona se crea con el control absoluto de su existencia, tarde o temprano notará que su pensamiento es total y remotamente utópico.

Resulta obvio pensar que si no podemos ser titiriteros de nuestra propia existencia con una total eficacia, es absurdo el hecho de que podamos serlo de un conjunto de personas, con gran destreza y de manera audaz. Si bien es cierto que la política permite a un grupo de seres tener en mayor o menor medida algo de control sobre un conglomerado mayor de entes, siempre habrá un cabo suelto que será imposible insertar a la cadena por la simple condición de nuestra limitada humanidad. Y es este hecho el que podemos ver a lo largo de la historia y que ha estado presente de generación en generación, pasando entre diversas culturas. La ambición aunada a la predestinada existencia puede resultar fatídica para quien la posee y para su entorno. Este mismo acontecimiento es el que puede observarse claramente en la historia de la antigua ciudad de Tebas; lugar predestinado al caos constante y circular que pareció ser infinito.

Tebas fue originalmente fundada por Cadmo, hijo de Agénor, con el nombre de Cadmea. La hija de Cadmo, Ágave, engendraría a Penteo quien sería el sucesor de su abuelo. El reinado de Penteo no duró mucho y fue luego Polidoro, hermano de Ágave, quien tomaría el reinado de la ciudad. Después de la muerte de éste, quien tomaría el trono sería Nicteo, regente de su hijo Lábdaco. Posteriormente, el trono sería ocupado por Lico, el hermano de Nicteo, quien también fue regente de Lábdaco hasta que éste pudo gobernar finalmente. No obstante, Lico volvería al poder al usurparle el trono a Lábdaco. Luego, Antíope, nieta de Nicteo, quedaría encinta por el dios Zeus, cosa que éste no creería y por la cual la acusó de blasfemia contra los dioses. Después de la muerte de Nicteo, Lico y su esposa Dirce perseguirán a Antíope por petición de éste. Debido a esto, Anfión y Zeto, hijos de Antíope, se vengarían y tomarían el trono de Cadmo, renombrándola ahora como Tebas, debido al parentesco que tenían con Tebe, hija de Asopo y Métope. Luego, el sucesor de los hermanos sería Layo, hijo de Lábdaco, quien se casaría con la hija de Cadmo, Yocasta. A éste le fue confiado Crisipo, hijo de la ninfa Penélope, para enseñarle las destrezas de la guía de caballos, pero Layo se enamoraría de él, lo seduciría y, traicionando la confianza de su madre, lo violaría. Después de esto Crisipo moriría —algunos sostienen que lo asesinaron, mientras que también se piensa que se suicidó debido a la vergüenza de lo que le había ocurrido— y como castigo por lo acontecido por Layo, la esfinge sería enviada a Tebas con un acertijo complejo a descifrar. Quien no descifrase el acertijo de la esfinge sería asesinado por ésta.

Por otra parte, Layo y Yocasta trataron de tener un hijo en varias oportunidades, pero al notar que no podían tenerlo acudieron al oráculo de Delfos, el cual le anunciaría a Layo una tétrica profecía; su hijo le asesinaría y se acostaría con su madre. Yocasta finalmente concebiría un hijo de Layo, pero ambos se deshicieron de él esperando que muriese para que no se cumpliera la profecía recibida. Lo que no sabían es que Edipo nunca moriría sino que sería adoptado por Pólibo, rey de Corinto. Tiempo después Edipo también recibiría la misma profecía dada a Layo y, para no asesinar a su padre Pólibo, huyó a Tebas. Fue entonces cuando en el cruce de tres caminos cometió parricidio sin saberlo.

De este modo, Creonte, hermano de Yocasta llegaría a un acuerdo con la esfinge; si alguien resolvía el acertijo, ésta se iría. Debido a esto, Creonte ofreció la mano de su hermana a aquel que descifrase el enigma. Y fue así como Edipo, después de resolver el desafío de la esfinge, se convertiría en rey de Tebas y desposaría a Yocasta, con quien cometería incesto; sin saberlo tampoco.

Es curioso como el destino puede resultar sarcástico; aunque alguien trate de escapar de él, éste siempre volverá. Lo curioso de todo esto, no sólo es el destino sino su relación con lo interno que vive cada quien, pues existen algunos cabos sueltos que encajan perfectamente si se revisa el Edipo Rey de Sófocles. En la historia, Tebas está sumergida en una terrible peste acontecida por el asesinato del rey Layo. Según el oráculo, el culpable debía morir para que la peste acabase. Es interesante observar que aunque el villano parece ser Edipo, en realidad no lo es, porque la peste logra acabar sin que él muera, lo que hace pensar que es otra persona la que desencadenó el castigo a la ciudad.

Probablemente Sófocles quiso maquillar al verdadero protagonista o los verdaderos protagonistas de su historia con un seudo-protagonista, quien simplemente jugaría parte en el destino circular que se traería el primero o traerían los primeros entre manos. Es remarcable la primera conversación entre Edipo y Creonte, suscitada en la obra de Sófocles, cuando el rey le pregunta a su cuñado cuál es la respuesta que trae del oráculo y este le responde que una buena y que incluso las desdichas pueden terminar en venturas. Esto genera dudas sobre la verosimilitud en las respuestas de devoción absoluta por parte de Creonte a su cuñado Edipo en los encuentros posteriores en la obra, pues si él afirmaba que era una buena noticia un anuncio como ese, es porque algo debía ocultar. Y ello genera la siguiente interrogante: ¿Acaso no pudo ser Yocasta quien fraguó el asesinato de su marido para cederle el poder a su hermano Creonte?

El escritor Edilio Peña en su libro Trama. Proceso y construcción de la obra teatral afirma que en Edipo Rey hay otras posibilidades de conceptos en cada lectura y que los personajes son quienes los expondrán mediante sus relaciones e interrelaciones situacionales. Es por este motivo que considero que la historia real no está estructurada como la plantea el escritor sino que él nos la ofreció así para escudriñarla y resolver un misterio; poniéndonos en el papel de Edipo, resolviendo el enigma de la esfinge.

Después de releer la obra, considero que Creonte siempre quiso asir el poder y que quería asegurarse de tenerlo por siempre. Éste procuraría que su cuñado nunca tuviese heredero alguno al trono, por lo que compró la traducción del oráculo de Delfos, sin saber que todo lo que saliese del mismo se cumpliría y creyendo que él mismo era quien podía ejercer control sobre su destino y el del pueblo tebano. Una vez dada la profecía, Creonte se aseguraría de que su cuñado y su hermana se deshicieran de su hijo, atemorizados de que se hiciese verdad lo anunciado por el oráculo. Culminado esto, comenzaría a trazar un plan para asesinar a Layo. Creonte no imaginaba que su cuñado moriría como lo hizo porque no creía en su oráculo comprado. Una vez muerto su cuñado, Creonte parecía tener todo a su favor, hasta que llegó la esfinge. Antes de quedarse sin un pueblo al cual gobernar se aseguraría de sembrar rencor en su hermana hacia su esposo por lo suscitado con Crisipo, haciéndola susceptible para que aceptara casarse con cualquier sujeto que la desposase. Cualquier sujeto del cual éste se encargaría más adelante. Pasado el tiempo, Creonte se enteraría de que la profecía había sido cumplida y lo anuncia a su hermana, sugiriéndole matar a Edipo y sucediéndole él en el trono. Yocasta aun estaría dolida por lo que había hecho Layo, sin embargo todavía sentía algo por él, y podía seguir disfrutando de ello a través del cuerpo de su hijo. De igual modo, al igual que toda mujer adolorida, era un peligro en potencia y se había acostumbrado al poder, razón por la cual traicionaría a su hermano. Viéndose de brazos cruzados, Creonte decide poner final a todo esto y le anuncia la verdad a Edipo; una verdad a medias en donde él no se viese inmiscuido. Al no soportar lo que había hecho y los secretos que con afán guardaba, Yocasta, antes de anunciar la verdad y quedar en evidencia, decidió quitarse la vida. Edipo, por otra parte, creyendo que todo el caos tebano había sido su culpa, resolvió sacarse los ojos con los broches del peplo de su madre, condenándose a una ceguera eterna para no ver todo el desastre que había ocasionado, y decidiendo finalmente irse al exilio. Por último, logra verse la ventura a feliz término de Creonte y sus maquinaciones verdaderas, pues es éste quien al final se queda con el poder de la ciudad.

Hay un nombre que viene a la cabeza cuando se piensa en la muerte que libraría a Tebas: Yocasta. Enceguecida por la ambición y el poder, Yocasta concilió su propia muerte y pagó todo lo que había fraguado. Asimismo, Creonte, individuo maquiavélico y vil, también obtendría su merecido en un futuro al tener que lidiar con la culpa y el dolor de haber provocado la muerte a su hijo y a su esposa —hechos expuestos por el mismo Sófocles en Antígona—, acarreando todos esos pesares debidos a su tiranía. Estos hermanos no imaginaron que metafísicamente el oráculo afectaría toda su vida dejando sólo muerte a su paso sino que pretendieron deliberadamente controlar todo a su conveniencia, pasando por encima de quien fuese necesario.

Es sorprendente vislumbrar las consecuencias de tratar de jugar con nuestro destino, con nuestro entorno y con nuestro interior. Está claro que el destino no puede ser alterado y que cómo seamos puede mejorar o empeorar nuestra situación vivencial. Una obra literaria tan rica como esta no pasa desapercibida debido a la carga conceptual y estructural que posee. Sófocles no le da al lector o al público la historia en la boca sino que lo hace conectar todas estas historias de la ciudad tebana de un modo magistral para hacerlo reflexionar y descubrir el subtexto de su obra. Obra que nos refleja a la humanidad con sus peores instintos. Obra que nos revela aquel entramado que muchos han tratado de ocultar.

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