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Nilvio Torres interpreta al Karamakate joven, en plena Fiebre del Caucho.

Desde su estreno en el Festival de Cannes de 2015, El abrazo de la serpiente se convirtió en uno de los mayores fenómenos del cine universal del año pasado. No solo por los innumerables galardones cosechados en festivales de Europa, las Américas y Asia —incluida la candidatura al Oscar— sino por la ruptura estética y dramática planteada ante las corrientes cinematográficas de hoy. Filmada en blanco y negro, hablada mayoritariamente en varias lenguas indí­genas, además de español, inglés, alemán, portugués y catalán, en medio de la Amazonía colombiana, y protagonizada por distintas etnias, este peculiar film cautivó a públicos muy diversos.

La pelí­cula colombiana de Ciro Guerra —coproducida con Venezuela y Argentina— narra dos historias protagonizadas por un mismo personaje en dos momentos históricos de la Fiebre del Caucho que diezmó las tribus amazónicas. Karamakate es el último sobreviviente. En 1909 el joven indí­gena conoció al cientí­fico alemán Theodor Kochnberg, a quien acompañó en la búsqueda de la yakruna, planta sagrada que curaba múltiples males. Tres décadas después conoció a otro cientí­fico, el norteamericano Richard Evans Schultes, también atraído por la yakruna, pero esta vez la relación es distinta. El exterminio de su tribu a manos extranjeras marca su desprecio por el hombre blanco, ya sea el cauchero, el militar, el sacerdote o el cientí­fico.

Como trasfondo literario, Guerra evoca textos clásicos —como La vorágine de José Eustacio Rivera y El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad— para crear la atmósfera de una búsqueda de la utopí­a, de la inmortalidad y del paraí­so perdido. A la vez interpone el enfrentamiento de civilizaciones y cosmogonías en un escenario dominado por las selvas y los rí­os e intervenido por las ambiciones humanas, ya sean económicas, polí­ticas o religiosas. Su guion se enriquece con los textos y notas originales de ambos científicos, en 1909 y 1940. Con gran sobriedad, el realizador colombiano traza una ruta dramática en dos capí­tulos relacionados de forma trágica. Se trata del mí­tico viaje por lo desconocido para alcanzar la propia quimera, es decir, lo inalcanzable. La selva se siente en toda su dimensión angustiosa, mezcla extraña de belleza y desesperanza al mismo tiempo, de enfermedad y peligro, de atracción y violencia. Dentro de ella, un puñado de seres humanos debate sus propias vidas.

La fotografí­a del colombiano David Gallego y la música del venezolano Nascuy Linares son factores fundamentales en la construcción de la atmósfera de El abrazo de la serpiente. Un clima dramático dotado de actuaciones muy precisas, sin excesos, ajustadas a la angustia de cada personaje. En especial las interpretaciones de los colombianos Nilvio Torres y Antonio Bolívar como el Karamakate joven de la primera historia y el maduro de la segunda. El belga Jan Bijvoet y el estadounidense Brionne Davis componen los personajes cientí­ficos marcados por el delirio. Y en una breve actuación, el venezolano Luigi Sciamanna revela la angustia del sacerdote perdido en la nada selvá¡tica, a medio camino de la fe y la depresión.

Lo único criticable de forma negativa reside en la caracterización del indí­gena como el salvaje bueno y del blanco como el invasor malo. Un viejo complejo de culpa de los antiguos imperios europeos que tiende a identificar lo aborigen con la bondad. Todos sabemos que ciertas civilizaciones originales de la América precolombina —los aztecas y los mayas, por ejemplo— fueron tan imperiales y crueles como las avanzadas de las tropas de la Corona española en estas tierras. El mal, como concepto moral, ha estado presente en todas las latitudes, incluso las indí­genas. Basta recordar el Popol Vuh de los mayas. Esta visión constituye una forma de paternalismo culposo que no se corresponde con las indiferencias oficiales de nuestras sociedades latinoamericanas respecto de nuestros ciudadanos originarios.

De resto, es una obra muy bien construida alrededor de nuestras búsquedas imposibles, aquí y allá, antes y después. El drama eterno y universal.

EL ABRAZO DE LA SERPIENTE, Colombia, Venezuela y Argentina, 2015. Dirección: Ciro Guerra. Guion: Ciro Guerra y Jacques Toulemonde Vidal. Producción: Cristina Gallego. Fotografía: David Gallego. Música: Nascuy Linares. Montaje: Etienne Boussac. Elenco: Nilvio Torres, Antonio Bolí­var, Jan Bijvoet, Brionne Davis, Luigi Sciamanna, Yauenke Migue, Nicolás Cancino. Distribución: Cines Unidos.

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