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Es pura pirotecnia que rodea a personajes un tanto estereotipados —aunque sean interpretados por grandes actores— que repiten diálogos con cierta pretensión de humor negro.

Hace unos meses volví a ver Los siete samuráis (‘Shichinin no samurai’, 1954), el clásico del maestro Akira Kurosawa ambientada en el Japón del siglo XVI que narra la lucha de siete de aquellos legendarios guerreros de élite que decidieron defender un poblado de campesinos de los ataques de una banda de criminales. Volví a disfrutar de las actuaciones de Takashi Shimura y el gran Toshiro Mifune. Ganó el León de Plata en el Festival de Venecia y consagró a su director en el mundo occidental.

Días después, no pude resistir la tentación de revisar también Siete hombres y un destino (‘The magnificent seven’, 1960), el remake que hizo el veterano John Sturges del film de Kurosawa, con un elenco descollante: Yul Brinner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Eli Wallach y Brad Dexter. La historia se trasladó a un pueblito de campesinos mexicanos, bajo el acoso de un grupo de forajidos, que contratan a siete gunfighters estadounidenses. Ya no eran samuráis sino pistoleros. Se convirtió en un clásico del western.

Ahora me encuentro con Los siete magníficos (‘Magnificent seven’, 2016), de Antoine Fuqua, remake del western de Sturges que repite el esquema dramático que propuso originalmente el clásico de Kurosawa. Con un reparto notable que incluye a Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Luke Grimes, Manuel Garcia-Rulfo, Wagner Moura, Haley Bennett, Matt Bomer, Peter Sarsgaard y Lee Byung-hun. Es decir, un elenco multiétnico. Pero ya no se trata solo de defender a unos lugareños sino también de ejecutar una venganza. Todo ello tras la Guerra de Secesión norteamericana y en el embrión del desarrollo capitalista del llamado Salvaje Oeste. Desde luego, el villano es un industrial que actúa de forma implacable sobre los habitantes de Rose Creek. Hasta allí las consideraciones generales.

Fuqua, autor de numerosas películas de acción, se deja seducir por la acción misma. En realidad no reinterpreta la historia original de Kurosawa ni la posterior adaptación de Sturges. No añade elementos dramáticos, no enriquece la anécdota. Tampoco evoca el espíritu de justicia de las películas anteriores. Simplemente las ‘moderniza’ con los recursos de producción de hoy que potencian los disparos, las explosiones y las muertes. Es pura pirotecnia que rodea a personajes un tanto estereotipados —aunque sean interpretados por grandes actores como Washington y Hawke— que repiten diálogos con cierta pretensión de humor negro.

El guion de Richard Wenk y Nic Pizzolatto se revela básico, sin relieve, sin aporte original. Solo utilizan la anécdota de Los siete samuráis para recrear no el proceso de justicia en medio de la falta de instituciones sino el continuo alarde de tecnología bélica. A veces las actuaciones de Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Byung-hun Lee, Manuel García-Rulfo parecen más juegos de estilo que caracterizaciones propiamente dichas. Como una chanza entre amigos. Hasta una viuda sedienta de venganza se incorpora a la historia.

A mitad de la proyección, quienes buscamos algo más que entretenimiento nos comenzamos a aburrir con tanta metralla insaciable, tanta muerte inútil y tanta banalidad con lineamientos políticos. Me quedo con mis clásicos que me siguen gustando después de tantas décadas.

LOS SIETE MAGNÍFICOS (The Magnificent Seven), EEUU, 2016. Dirección: Antoine Fuqua. Guión: Richard Wenk y Nic Pizzolatto, sobre la historia original de Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto, Hideo Oguni. Fotografía: Mauro Fiore. Música: James Horner y Simon Franglen. Elenco: Denzel Washington, Chris Pratt, Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Byung-hun Lee, Manuel García-Rulfo, Martin Sensmeier, Haley Bennett, Peter Sarsgaard.

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