Moisés NaÃÂm dijo unas cuantas verdades en el reciente Hay Festival de Cartagena. La primera de la que tuve noticia fue su respuesta al economista Thomas Piketty a propósito de Venezuela. En una entrevista con el autor de El capital en el siglo XXI y el economista surcoreano Ha Joon-Chang, a la vez respetuosa e incisiva, NaÃÂm le recordó a este último sus encendidos elogios al gobierno ecuatoriano, al que Chang reconocÃÂa “un inusual liderazgo intelectualâ€Â, junto con su defensa por los derechos humanos, un acertado criterio de redistribución económica y su protección del medio ambiente. NaÃÂm le preguntó si sabÃÂa que Ecuador tenÃÂa una polÃÂtica especialmente dura con los medios de comunicación. Chang, de piernas cruzadas, matizó su entusiasmo, diciendo que Ecuador le parecÃÂa excelente en comparación con lo que habÃÂa antes (mencionó como ejemplo, de forma casi inverosÃÂmil, su apoyo a los indÃÂgenas). Algo exasperado ante tanta miopÃÂa ideológica, NaÃÂm le preguntó si Argentina (la de los Kirchner), Ecuador y Venezuela eran paÃÂses que valÃÂa la pena tomar como ejemplos. “SÃÂ, sÃÂâ€Â, dijo el impasible Chang, para compararlos elogiosamente…con México.
Fue cuando Piketty asumió el papel de entrevistador.
El economista francés dio su versión de la historia reciente venezolana. No era que antes de Chávez el gobierno utilizara de forma increÃÂblemente productiva los ingresos petroleros. Con Chávez la gente habÃÂa comenzado a ver un poco de dinero, de forma más concreta. La pregunta de Piketty era casi una autoparodia: no sobre la desastrosa situación actual del paÃÂs sino sobre sus antiguas, pérfidas élites.
NaÃÂm respondió con elegancia pero con firmeza: “Lo único que puedo decirte es que en 2016 Venezuela enfrentará el más horrible desastre humanitario. La suma de pobreza, dolor y sufrimiento no ha sido visto nunca en América Latinaâ€Â. Lo que importaba no eran las intenciones sino los resultados, y las polÃÂticas venezolanas se han mostrado totalmente insustentables.
Tras una pausa y los aplausos de una parte del público, Piketty siguió con lo suyo: el supuesto modelo elitista venezolano. “¿Por qué no habÃÂa funcionado antes y por qué ahora sÃÂ?â€Â, quiso saber. Fue cuando NaÃÂm, que no querÃÂa que el tema venezolano ocupara el centro de su entrevista, subió un poco el tono. Venezuela â€â€dijo está a punto de ser un Estado fallido. Antes los Estados fallidos eran pequeños paÃÂses. Bueno, en 2016 un paÃÂs nada pequeño, con más de 30 millones de habitantes, con las mayores reservas de petróleo del mundo, será un Estado fallido. “Y ese es un legado de las polÃÂticas de gobiernos que algunos de ustedes admiranâ€Â. Jaque mate.
(A propósito de élites, el chavismo creó una nueva, la famosa boliburguesÃÂa, no menos sino bastante más corrupta que la anterior. Hay nombres).
TodavÃÂa en Cartagena, NaÃÂm conversó con el periodista Ricardo ÃÂvila acerca de su libro Repensando el mundo. Allàdiscurrió sobre su periplo personal y la polÃÂtica del mundo, con propiedad y sagacidad â€â€ahora sÃÂ inusual.
A mitad de la entrevista, Avila le preguntó por uno de los temas del libro. Se trata de la necrofilia ideológica. Pero, ¿qué es la necrofilia ideológica? NaÃÂm lo resumió de forma contundente: “Es el amor apasionado por ideas muertasâ€Â. Las hay a la derecha y a la izquierda, en el sector privado… Tal vez queriendo sacarse una espina intelectual y también moral, NaÃÂm dijo que en la entrevista que le realizó a Piketty y Chang habÃÂa sentido una atmósfera de necrofilia ideológica. Otro jaque (aunque esta vez, me parece, no mate).
NaÃÂm considera “muertas†aquellas ideas que han sido puestas en práctica de forma desastrosa, con consecuencias probadas de miseria o terror. Son ideas que no han pasado la prueba de algodón de la historia, demostrando su talante despótico o antidemocrático, asesino o enceguecedor, inmune o ajeno a la realidad. Pero, ¿están realmente muertas?
Mi impresión es que son más mortÃÂferas que muertas. Más ÃÂdolos que ideas, de hecho, ÃÂdolos travestidos de ideas, si me apuran, tocados por una mágica invulnerabilidad a la crÃÂtica o a la simple consideración (y desconsideración) humana. En el imaginario de sus creyentes, es piadoso decirlo, no están en absoluto muertas (aunque no siempre han estado vivas). Las ideologÃÂas como sucedáneos racionales (o simplemente desfachatados) de la religión.
FantasÃÂas de omnipotencia aparte, su impulso obedece tal vez a aquello que George Steiner llamó nostalgia del absoluto. Debilitadas las religiones, idos o escondidos los dioses, quedan las ideas â€â€o son ideales. Es asàcomo se cree en el paraÃÂso, ya no en el cielo sino en la tierra (no sin la punición de muchos en las pailas más tortuosas del infierno, perdón, de la cárcel). O en la comunidad pura, buena y devota, ultrajada por los bárbaros o los infieles o los herejes (Donald Trump los reduce a mexicanos y musulmanes). O en la armonÃÂa de las esferas, decretada para beneficio de los mortales por la providencia, a la que a veces le da por redactar leyes de la historia, otras del mercado y siempre de la naturaleza. El culto a los muertos, demasiado a menudo, se seculariza en culto a los héroes.
Algunos, hay que decirlo, adoran ideas mortÃÂferas por lo que son: legitimaciones del poder por la gracia de un dios, del pueblo, de lo que sea. No son nuevos los ÃÂdolos sangrientos, ni los devotos que los avalan. Ciertos ÃÂdolos, por lo demás, no piden solo sangre sino conciencias, almas, dinero.
¿No dejó dicho alguien que Dios habÃÂa muerto? Yo irÃÂa con menos prisa.