A Tom Cruise, el segundo lustro del siglo que transcurre le tomó desprevenido. El asalto de Cupido casi echa por tierra una de las carreras más brillantes de actor alguno en la historia. Nunca se le vio tan frágil y tan sobre expuesto. De no ser por su Les Grossman (Tropic Thunder) aquellos cinco años de cara a la pantalla habrÃan significado muy poco.
Pasados los cantos de sirena que llegaron a escandalizar a la mismÃsima Oprah Winfrey, Cruise ha salido cual Ulises del letargo de Calipso para regresar con fuerza, al menos lo que toca desde Misión Imposible: Protocolo Fantasma (2011). Para muchos, un revés de Brad Bird, y sin embargo, una carta para mostrar que Cruise llegado al quinto piso se encontraba en plena forma.
Sellada la vitalidad de la franquicia, el actor apostó con más tranquilidad, pero sin reposo alguno por dos pelÃculas que lo transformaron también en héroe de ciencia ficción, uno con toque romántico, Oblivion (2012) de Joseph Kosinski (Tron 2) y ese tremendo tour de force narrativo llamado Al filo del mañana (2014) de Doug Liman.
Entre medias se permitió otro punto de giro, su caricatura del rock setentero en Rock of Ages (2012) y, si ya no bastase con Ethan Hunt, la fundación de una nueva franquicia: Jack Reacher (2012) de Christopher McQuarrie.
AsÃ, en menos de lo que parecÃa, Cruise ha dado vuelta a su ‘mala racha’ para ocupar de nuevo, pero con más brÃos, su lugar entre las estrellas absolutas de Hollywood reinventando un arquetipo que en los ochenta estuvo en manos de Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Dolph Lundgren y Jean Claude Van Damme (en ese orden).
Los tipos duros que hoy campean en la pantalla al frente de grandes franquicias están más cerca de la pétrea mirada de Steve McQueen que del vigor muscular reservado hoy dÃa al cine de superhéroes con toda su carga de hiperbolización.
Siguiendo la estela del nuevo Bond, el Ethan Hunt de Misión Imposible: Nación Secreta (2015) es más humano que antaño, colaborativo y receptivo al buen humor. CaracterÃsticas que establecen de cara al guión una métrica que lanza a cada tanto guiños a la audiencia.
McQuarrie, director y guionista (también lo fue de Jack Reacher y Al filo del mañana), sabe lo que un cóctel semejante puede hacer en favor del film, pero apuesta un poco más, con todas las evocaciones posibles al clásico Casablanca (Michael Curtiz, 1942) transformando a Rebecca Ferguson (Rebecca, Alfred Hitchcock, 1946) en una Ilsa de la presente centuria en permanente evocación de una Ingrid Bergman que jamás se habrÃa imaginado en un film semejante a no ser Encadenados.
Si Misión Imposible: Protocolo Fantasma (2011) garantizó la supervivencia de la saga, Nación Secreta se lo toma con calma y pese a su trepidante ritmo, apuesta por refundar las claves de la franquicia. Estéticamente más conservadora pero también más cuidada en favor del cine clásico, lo cual eleva la valÃa en su realización. Otro tanto hace ese discurso que se eleva aún a pesar de la pirotecnia: el terror al pánico digital. Esa mirada al espionaje global contemporáneo a solo un click de distancia.
Si las visiones del 11-S impactaron en las formas y relatos del cine de acción y sus diversas hibridaciones genericas, no menos ha significado la realidad develada detrás de complejos capÃtulos como Wikileaks y el caso de Edward Snowden.
En el caso del cine de espÃas, estos dos flancos constituyen no pocos focos narrativos en tanto se discute la autoridad de quién ‘observa’ a quién. Y quién en realidad tiene la autoridad absoluta —bajo qué premisas— para conectar ya no solo con los affaires internacionales sino con la vida privada del más simple de los ciudadanos.
Sin entrar en mayores consideraciones —éticas— Nación Secreta surca los mares del espionaje virtual dejando colar los temores actuales ante el avance de otros males que median entre el poder, el control y la fuerza.
Twitter: @cinemathon
*Publicado originalmente en https://cinemathon.wordpress.com.
https://cinemathon.wordpress.com/2015/08/28/el-punto-de-reinicio-mi-nacion-secreta/