A man, representing "The Death" and holdRescato un párrafo del magnífico y aterrador libro La vía italiana al totalitarismo de Emilio Gentile y podría decir que no hay nada nuevo bajo el sol, que la historia ha mostrado todo y que los pueblos y sus líderes se obstinan en tropezar mil veces con la misma piedra. Invito a los miles de ciudadanos venezolanos de origen italiano a acompañarme en esta breve disección. Veamos:

El fascismo italiano:

Un experimento de dominación política, puesto en práctica por un movimiento revolucionario, organizado en un partido rígidamente disciplinado, con una concepción integralista de la política, que aspira al monopolio del poder y que después de conquistarlo por vía legales y extralegales, destruye y transforma el régimen precedente y construye un Estado nuevo, fundado sobre el régimen del partido único, con el objetivo principal de efectuar la conquista de la sociedad, subordinar, integrar y homogeneizar a sus gobernados, conforme con el principio de politicidad integral de la existencia, tanto individual como colectiva, interpretada según la categoría, los mitos y los valores de una ideología sacralizada en la forma de una religión política, con el propósito de modelar al individuo y a las masas merced a una revolución antropológica para regenerar al ser humano y crear un hombre nuevo, consagrado en cuerpo y alma a realizar los proyectos revolucionarios e imperialistas del partido revolucionario, en procura de crear una nueva civilización de carácter supranacional”.

Cuatro ideas centrales, entre otras, resaltan en este texto sobre la experiencia del fascismo italiano, hermanas de la propuesta del Socialismo del Siglo XXI (SSXXI):

  1. “Un experimento revolucionario que monta un proyecto de dominación política que aspira al monopolio del poder”. El propósito principal entre el fascismo italiano y el SSXXI es el mismo. No es ofrecer a un pueblo un camino de redención y superación sino lo contrario: el montaje de una forma de dominación política que restrinja la libertad del pueblos y de los individuos. Las aspiraciones no son redentoras para los pobres o los necesitados sino el sometimiento a un poder total y absoluto montado como una pesada loza que aplasta cualquier vestigio de libertad y autonomía personal o colectiva.
  2. “Conquistar el poder por vía legales y extralegales, destruir y transformar el régimen precedente, construir un Estado nuevo, fundado sobre el régimen del partido único”

En este aspecto los fracasos son notables, la misma intención del fascismo italiano y el SSXXI, destruir lo precedente y construir el Estado nuevo. Lo extralegal ya lo conocemos, lo vivimos: la prisión de Leopoldo, los alcaldes, los estudiantes y de cualquier ciudadano que se atreva a manifestar, el forjamiento de leyes anticonstitucionales, la destrucción grosera de la autonomía del poder y su conversión en tinglado para arropar el abuso. Pero, igual fracaso en ambos, tanto en el fascismo italiano como en el SSXXI, la construcción del Estado nuevo es la vía rápida hacia la auto destrucción por la inviabilidad de sus objetivos. No hay Estado nuevo en sentido de superación, solo viejos vicios de corrupción e ineficiencia agrandados exponencialmente y mucha degradación moral. Eso lo sufrimos hoy con el SSXXI. El partido único se convierte en guarida de corruptos y comunistas ciegos, arcaicos.

  1. “Conquista de la sociedad, subordinar, integrar y homogeneizar a sus gobernados, conforme con el principio de politicidad integral de la existencia, tanto individual como colectiva, interpretada según la categoría, los mitos y los valores de una ideología sacralizada en la forma de una religión política”. Fallido intento de imponer contra la historia y contra las aspiraciones de la gente, incluso de conmilitones, ideologías y valores que la humanidad ha derrotado y desechado, como lo muestran Cuba y China, los  aliados más cercanos, que comienzan la marcha hacia atrás, destruyendo todos los mitos de sus revoluciones con la aspiración de reintegrarse plenamente a occidente.
  2. “Modelar al individuo y a las masas merced a una revolución antropológica para regenerar al ser humano y crear un hombre nuevo, consagrado en cuerpo y alma a realizar los proyectos revolucionarios  e imperialistas del partido revolucionario, en procura de crear una nueva civilización de carácter supranacional”. Aquí revienta la más grotesca contradicción. La gente puede preguntarse quiénes son los estandartes, los prototipos de ese hombre nuevo que quiere imponer a la fuerza el SSXXI. Serán acaso Pedro Carreño, Darío Vivas, Diosdado, Iris Valera, o la diputada que golpeó a María Corina, Blanca Eckhout, la ajusticiadora de todos los que osen pensar distinto. La revolución antropológica en realidad lo que nos restriega en la cara es que la primera condición del ser humano es buscar su libertad como condición básica de existencia, la aspiración de llegar a ser lo que podemos imaginar: mejores personas, compasivos, creadores, responsables y generosos o todo lo contrario. Por esta nimia idea tenemos que aceptar que la verdadera revolución antropológica es la del respeto al otro.

Como dice el padre Alejando Moreno:

La mente del criminal hoy, no de la población en general, está vacía del valor de la vida del otro, sea quien sea“. Afirmación que remata con una terrible pregunta sobre los resultados reales de la antropología revolucionaria: “Se afirma la tendencia a fracasar de todos los planes, proyectos, acuerdos, negociaciones, del gobierno. Seguirán fallando. Los pranes durante el 2014 han afirmado, solidificado y expandido su tendencia a dominar el crimen no sólo en la cárcel sino también fuera, en las ciudades. ¿Pranificarán el país?”

Todos conocemos el triste fin del fascismo italiano.

isaper@gmail.com

@isapereirap

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