Retomo el tema educativo, más familiar a mis oficios que la polÃtica. Sólo que las cosas que a todos nos afligen, y que amenazan con llevar a nuestro paÃs a una crisis general, resultan “atractores†muy poderosos.
Pareciera haber unanimidad nacional y mundial en considerar a la educación como tarea prioritaria para la construcción de los paÃses. Todo polÃtico con pretensiones y con afán trascendente la menciona en tonos de admonición divina.
El acento se pone en la cantidad, en la cobertura que es importante y además fácil de comunicar con cifras. Y ciertamente se ha avanzado, aun cuando esas mismas cifras indican que un gran número de estudiantes son excluidos del sistema sin culminar los estudios e incluso luego del primer grado. Una exclusión que tiene componentes económicos pero una buena parte de esos componentes son pedagógicos: las clases son aburridas y sin alicientes.
En general se estima que la inversión, que es grande en muchos paÃses, no se traduce proporcionalmente en crecimiento y calidad de vida. Aparecen grandes deficiencias en dos competencias de mucha escena e incidencia: el razonamiento lógico y matemático y la lectura y escritura. No obstante, poco figura la preocupación por la formación integral de la persona.
Entiendo por formación el establecimiento de valores y competencias. Valores (dignidad, participación, solidaridad, diversidad, continuidad con la naturaleza) como grandes referentes para la toma de decisiones y el propio proyecto de vida. Y competencias como los saberes, conocimientos y habilidades vinculados con contextos especÃficos de desempeño. Valores y competencias que sólo se logran en su ejercicio cotidiano en familias, comunidades y aulas. Un ejercicio que debe ser modelado por dirigentes y personalidades.
Lo anterior es el asunto y también la mayor dificultad. La aburrida tradición vigente muestra escenarios predicativos, leccionarios, informativos. Gobernantes y maestros en escuelas y universidades que creen que hablando mucho, que encadenándose en medios de comunicación lograrán inducir, linealmente, cambios y aprendizajes.
Pero la cosa es más complicada y atiende al deber de todos, no solo de gobernantes y dirigentes sino de padres y maestros. La transformación de la información en aprendizajes, en competencias, se da en ambientes donde ello se propicia. Donde se intriga y problematiza al interlocutor, al estudiante para que busque la información pertinente. En ambientes donde ocurren cosas.
Desde hace algunos meses el Ministerio de Educación (MPPE) abrió consultas masivas sobre la calidad de la educación en Venezuela. No conozco en detalles los resultados, pero nuestra propia práctica investigativa actualizada (Centro de Investigaciones TEBAS de la UCV), nos muestra que las clases siguen siendo asÃ, informativas, en las que el maestro —muy mal pagado y con bajo prestigio— controla todo para que su información enciclopédica sea atendida en silencio. Educación bancaria la llamaba el filósofo brasileño Pablo Freire. Una relación social que cultiva el autoritarismo a la vez que cuestiona la democracia y la diversidad.
Revisamos algunos textos de la Colección Bolivariana que ahora se distribuyen masiva y gratuitamente a los escolares. A ellos se les han hecho crÃticas y observaciones por incluir contenidos con sesgos polÃticos a favor del gobierno y su revolución. Pero eso no es lo grave —se puede decir que la historia siempre la han escrito los poderosos—. Lo grave es que son textos informativos con los que se sigue cultivando esa educación bancaria, informativa, autoritaria que propicia la pasividad receptiva, y eso es polÃtico, eso es antidemocrático.
Bien podrÃa haberse aprovechado la oportunidad y el gasto para propiciar cambios pedagógicos sustanciosos, buscando ambientes de aprendizaje participativos, deliberativos a propósito de problemas que les sean pertinentes a los estudiantes. Bien podrÃa usarse las ‘Canaimitas’, las pequeñas computadoras entregadas gratuitamente para ofrecer el acceso a la infinita información que trae Internet. Bien podrÃa atenderse la reclamada formación de los maestros y el mejoramiento sustancial de sus condiciones de trabajo.