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Gustavo Dudamel, el más famoso caso de éxito de El Sistema.

Lejos de lo que muchos llaman el deslumbrante ejemplo de cómo la música clásica puede cambiar jóvenes vidas vulnerables, el Sistema de Orquestas de Venezuela falla en  los niños más necesitados del país.

El Sistema comenzó en 1975 como una orquesta juvenil principalmente para estudiantes de música de la clase media. Hoy en día, apunta a un millón de participantes solo en Venezuela y se ha convertido en el programa musical más famoso en el mundo, copiado en decenas de países.

Su éxito deriva de su pretensión de ser un programa social en lugar de un programa musical. Ofrece a los niños más vulnerables de Venezuela una vía de salida a sus vidas empobrecidas y –para los más talentosos– una vía de entrada a los salones de conciertos de todo el mundo. Sus mejores agrupaciones, como la Orquesta Juvenil Simón Bolívar (hoy en día han reemplazado la palabra Juvenil por Sinfónica), son famosos por su espectáculo visual con movimientos sincronizados y coloridas chaquetas. Historias de salvación social y de impresionantes actuaciones musicales han capturado la imaginación popular y han convertido a El Sistema en un fenómeno global.

Inspirado por estas imágenes amables, fui a Venezuela en busca del secreto del programa. Pero para mi sorpresa, los músicos venezolanos y los observadores culturales me hablaron en privado sobre un Sistema diferente, uno que llevaba poca semejanza con la cálida historia contada por la misma institución y los medios internacionales.

Con una imagen en el exterior que lo vincula con Gandhi, Nelson Mandela y la Madre Teresa, su fundador, José Antonio Abreu, ha sido comparado en la prensa venezolana con Maquiavelo y le habían otorgado el apodo de «el ogro filantrópico». Un ex político con claras ambiciones más allá de la esfera musical.

Como conductor, Abreu tipificó al maestro autocrático. Puso la disciplina por encima de todo y un poco más allá el espectáculo vibrante. El ensemble principal de El Sistema pasó a denominarse en privado la ‘orquesta venezolana de esclavos’. Aún con sus intérpretes principales pagados generosamente, el lema de El Sistema «tocar y luchar» se convirtió en «tocar y cobrar».

Visto en el extranjero como un faro de la justicia social, localmente el programa ha sido caracterizado diversamente como un culto y una corporación. Hubo numerosas denuncias de irregularidades en sus asuntos financieros, y también he oído denuncias de abuso sexual y sobre las relaciones entre profesores y alumnos, presagiando ciertas historias que posteriormente surgieron de las escuelas de música especializadas en el Reino Unido.

He encontrado a muchos músicos de El Sistema que no creen que el proyecto fue dirigido a los niños más vulnerables de Venezuela. Sobre la falta de mecanismos consistentes dirigidos a este grupo demográfico, ellos sugirieron que la mayoría de los músicos provenía de los niveles medios de la sociedad. Dudaron que muchos niños y niñas de familias realmente necesitadas permanecerían mucho tiempo en un programa tan exigente.

Gustavo Dudamel, el conductor de orquestas superestrella, describe la orquesta como «un hermoso modelo para una sociedad». Sin embargo, músicos comunes han sido más escépticos, viendo este modelo como el mundo en miniatura, con sus problemas intactos o incluso intensificados. «Sí, es un modelo», dijo alguien, «de la tiranía absoluta: una sociedad donde alguien estará siempre diciéndole a usted qué hacer… Que podrá ser organizado, por supuesto, porque tienes a alguien con una gran cantidad de poder que te dice exactamente qué hacer, y mantienes tu boca cerrada. Fin de la historia».

Contrariamente a la creencia popular, El Sistema no comenzó como un programa social. Sus beneficios sociales posteriormente atribuidos a él –como la inclusión y el trabajo en equipo– son más difíciles de detectar que el autoritarismo y la competencia. De hecho, las afirmaciones sobre esta milagrosa transformación social tienen que ser verificadas por una evaluación rigurosa, a pesar de los 40 años de financiamiento estatal y más de 500 millones de dólares en financiamiento para su desarrollo. Las declaraciones de su éxito se basan, en cambio, en creencias seculares acerca del creciente poder del arte y en una operación de relaciones públicas más moderna.

Ampliamente interpretado como un proyecto social revolucionario, El Sistema de hecho repite la gastada y en algunos casos claramente empañada idea sobre la educación musical y el desarrollo social. Es un tradicional programa de «ejercicios y habilidades»: jerárquico, centrado en el docente, en el aprendizaje repetitivo y en el rendimiento. Tiene claros antecedentes en la Europa del siglo XIX, donde la educación musical fue promovida entre las masas como parte de una campaña de perfeccionamiento moral y de mayores ganancias; fue visto como una forma de mantener a los trabajadores fuera de las tabernas, aumentando su productividad y disminuyendo su potencialidad revolucionaria. Sus raíces se remontan más allá de la conquista española de las Américas, cuando los misioneros utilizaron la educación en la música europea como un medio de convertir y ‘civilizar’ la población indígena. Estos precursores eran programas de control social, no de emancipación.

Lejos de ser un revolucionario, Abreu es un hombre de convicciones políticas y religiosas conservadoras. Los valores de «entrenamiento militar» (al estilo de los marines) de su proyecto de campeones –disciplina, obediencia, orden– son vistos con recelo por muchos pedagogos progresistas hoy en día, que prefieren creatividad y pensamiento crítico. Es irónico, entonces, que El Sistema ha sido defendido internacionalmente por el establishment cultural liberal.

El Sistema, en lugar de ser «el futuro de la música», como Simon Rattle cree, es un retroceso al pasado, y levanta serias dudas sobre los esfuerzos tan anunciados para transplantarlo al Reino Unido. Como un músico venezolano me dijo, «Si quieren copiar El Sistema en Escocia, necesitan gritarle a los niños y decirles que son unos inútiles».

El Dr Geoff Baker es un académico del Departamento de Música de Royal Holloway, en la Universidad de Londres. Su libro El Sistema: Orchestrating Venezuela’s Youth, será publicado por Oxford University Press (Nueva York) el 28 de noviembre. Síganlo en twitter en @geoffjbaker.

Traducción de Ideas de Babel.

 

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