Walesa, la esperanza de un pueblo 3Conviene empezar por el casi nonagenario Andrzej Wajda que completa con Walesa, a la vez un periplo por la Polonia de la segunda guerra hasta la fecha y una trilogía de la transición a la libertad. Wajda es, desde 1955, una referencia del cine mundial con películas como La patrulla de la muerte, sobre la resistencia al invasor nazi, y la magistral Cenizas y diamantes, sobre la transición violenta al comunismo. Su carrera comienza con el gobierno de Wladislaw Gomulka, cuando la desestalinización ilusionaba tiempos mejores y la obra de Wajda, férreamente nacionalista pero al mismo tiempo enmarcada dentro de la línea oficial, lo hacía el director predilecto del régimen, y de paso, y con todo sentido, de la crítica. A partir de 1970 y con la llegada de Edward Gierek (y el regreso de la ortodoxia) al poder, su carrera se ampliaría hacia temas de inusitado vuelo poético (Una Boda, El bosque de abedules), hasta que en 1976, se jugaría el todo por el todo con un filme que lanzaría su carrera en una dirección sin retorno: El hombre de mármol. Eran dos historias que se superponían, una la del esforzado trabajador socialista que un día caía en desgracia. Otra, que la camuflaba, la de la estudiante de cine que hacía un documental sobre el caso. No hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de la profundidad del sablazo, que esquivó la censura y ubicó a la película en el núcleo del descontento laboral de Polonia: la huelga de los astilleros de Gdansk en 1970, en la cual, se insinuaba, había caído el otrora ejemplar stajanovista. El resto es historia porque la Historia, siempre impredecible, arrolló al cine.

En 1980, los obreros volvieron a levantarse con un tal Lech Walesa al frente, y, a pesar de un golpe de Estado para prevenir males mayores (¡recuerden Checoslovaquia o Hungría!), eventualmente Polonia encontró su camino, con la ayuda de un compatriota desde Roma. Y Wajda hizo otras dos películas reveladoras (El hombre de hierro, secuela del de mármol, por cierto, con Walesa interpretándose a sí mismo) y, en el exilio, Danton, con Gérard Depardieu.

Con Walesa, Wajda cierra la trilogía empezada hace casi cuarenta años, pero algunas salvedades se imponen. Si bien el mecanismo es el de los comienzos, una lucha épica entablada contra un enemigo infinitamente superior, esta vez el terreno es político y no militar. Y el mundo ha cambiado mucho en estos últimos treinta años, de ahí la necesidad de recordar en el prólogo la difícil situación polaca de los setenta, mezclando realidad documental con ficción narrativa. Hay secuencias que comienzan en un blanco y negro documental de época para virar al color de la ficción que las recrea, como para avisar que los tiempos han cambiado, pero que la ficción que vemos hunde sus raíces en la realidad vivida por el director.

Pero además la película es entrecortada por otra recreación, la de la entrevista, entonces célebre, de la famosísima Oriana Fallaci a Walesa, punto de quiebre de la popularidad del entrevistado (y nueva consagración de la entrevistadora). Y este es un nuevo guiño al espectador, el Walesa ficcionado se acerca probablemente mucho al Walesa real firmando los papeles que le presentan cuando cae preso la primera vez o aceptando con vacilaciones su papel de conductor. El Walesa entrevistado ya es un símbolo, es un político que ha captado perfectamente el momento político que le ha caído en suerte y se mueve como pez en el agua en esa Polonia que le sonríe. Es suficiente, encantador, habla más de sí mismo que del conflicto y sabe que a partir de esa entrevista, es una referencia global.

La maestría de Wajda está en esa conjugación de lectura histórica (no es poco cargarse un imperio sin disparar un tiro) con peripecia individual (nos enteramos de cómo vive, de las protestas de la esposa Danuta, de sus relaciones con los intelectuales). Walesa, el líder, se revela como tal, a través de esos flashes en que habla con la Fallaci. Antes de eso, antes de saltar a la fama mediática, Walesa no es un personaje, es apenas un electricista tan molesto con el gobierno como cualquier otro. El dato no es menor porque Wajda, o lo mejor de su cine, se ha movido siempre en esa zona gris entre la historia personal y la Historia con mayúsculas. En este caso, probablemente el que ha vivido en carne más propia, Wajda logra un film que sin duda no es su mejor obra, pero sí es una de las más sentidas, y aquella en la que conviven imágenes documentales, con documentales ficticios, con ficción para volver al momento de triunfo (transmitido en los noticieros) del final.

Porque algo se ha agregado a la aventura heroica de sus héroes del comienzo. Aquellos (los de Kanal, o de la más reciente Katyn) eran seres anónimos que se inmolaban por un ideal que tal vez no llegaran a ver. Walesa es un personaje mediático, que, afortunadamente, corona una historia de lucha y de triunfo. Toda una diferencia. Un film imprescindible de un director imprescindible.

Walesa. Polonia, 2013. Director Andrezj Wajda. Con Robert Wickiewicz, Agnieszka Grochowska, Zbigniew Zamachowski Maria Rosaria Omaggio.

About The Author

Deja una respuesta