Riccardo Cavosi
La técnica de Cavosi es impresionista. Los trazos de pincel son evidentes y poderosos. El encuadre es cuidado, casi fotográfico. La elección cromática es sobria y elegante.

Roma. Octubre de 2014. «Nunca Pinto lo que está fuera de mí, Pinto lo que está dentro de mí»: esta declaración aparentemente contradictoria de Caspar David Friedrich —con Turner y Van Gogh, uno de los puntos más altos de la pintura de paisaje— describe precisamente la actitud hacia la realidad concreta de la artista visual Riccardo Cavosi.

Nacido en Agadir (Marruecos) en 1937 y muerto en Bolzano en 2011, Cavosi ha recibido durante su larga carrera muchos honores y premios y tenía una merecida crítica positiva. Algunas de sus obras ilustran la edición de la Biblia solicitada por Juan Pablo II, y su Crucifixión fue exhibida en las salas del Vaticano. Esta exposición antológica, atendida por el hijo del artista, Roberto, es una ocasión maravillosa para conocer y profundizar en la obra de un creador que armó una gran habilidad técnica con una actitud más personal hacia la pintura de paisaje: el enfoque psicológico.

El paisaje nació como un fondo del retratos (recuerde el estupendo fondo de La Gioconda que muchos ríos de tinta hizo correr a Dan Brown y similares) o como escenario de eventos religiosos e históricos: la Batalla de Isso de Altdorfer, la Epifanía de Bosch, Las tentaciones de San Antonio de Patinir y Quentin Metsys. El barroco holandés, con Ruysdael y Hobbema, permite salir esa geografía de los recuerdos de viajes y convertirse en protagonista de la pintura. Pero no se trata de un simple documento topográfico: es una extracción del alma del artista, la proyección de un estado de ánimo, psicología que se convierte en una pintura. Ya los diseños de Durer y de Leonardo hacen énfasis en los aspectos misteriosos ocultos de la naturaleza («la naturaleza es un templo donde vivos pilares/hacer correr voces a veces confusas«, dijo Baudelaire en el famoso soneto Correspondances), y La vista de Toledo de El Greco tiene una atmósfera irreal, casi surrealista. Turner, Constable y Friedrich atesorarán esta visión personalizada y sentimental del paisaje, que motivan a los impresionistas en una búsqueda que quería ser más objetiva, más visual y una pintura no para retratar un lugar sino para captar la luz. Monet no pinta la Catedral de Ruán: pinta la luz que baña la catedral. Será Van Gogh quien recuperará, con obras maestras llenas de alegría y angustia la idea del ‘paisaje de la mente’ que luego Kokoschka, Tolva y Dali presentarán de una manera moderna. Es en este contexto donde debemos analizar y disfrutar las obras de Riccardo Cavosi..

La técnica es impresionista. Los trazos de pincel son evidentes y poderosos. El encuadre es cuidado, casi fotográfico. La elección cromática es sobria y elegante. Las atmósferas de luz se prestan maravillosamente: pienso en la luminosidad fría y plateada, típica de la laguna véneta, en la obra Espacios. Pero Riccardo Cavosi va más allá. Contemplar sus pinturas despierta en nosotros una sensación de algo misterioso y trascendental. Árboles, cielos, mares y las piedras van más allá de su existencia material y devienen en un mensaje espiritual de inquietud pero también de consuelo. Cavosi ha utilizado su capacidad técnica para expresar una interpretación subjetiva y poética de la realidad concreta: surcos, con su envolvente punto de fuga central, es un noble heredero del Middelharnis de Meindert Hobbema. Como en este caso, Cavosi con frecuencia utiliza el pequeño formato, una opción que acerca al espectador a la pintura, consiguiendo un disfrute más íntimo; musicalmente hablando a la manera de Canciones sin palabras de Mendelssohn  o las joyas vocal en miniatura de Fauré y Reynaldo Hahn.

Riccardo Cavosi nos ha dejado una visión del mundo que hace una síntesis maravillosa de la investigación objetiva del impresionismo y la vibrante tradición del paisaje concebido como la representación concreta de una geografía psicológica, una geografía que nos acoge y nos seduce por medio de su intensidad franciscana, íntima y apacible, permeada de una sabia y espontánea elegancia cómplice, amorosa y humanísima. Una visión noble y sagrada del universo. La obra de Riccardo Cavosi hace suya la frase de Napoleón: «cada cosa en el mundo proclama la existencia de Dios».

RICARDO CAVOSI, MUESTRA ANTOLÓGICA (Obras de 1990 a 2008). Galería Il Collezionista, en la Via Rasella 132, zona via del Tritone, Roma.

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