Censura de prensaEste editorial fue publicado en la edición del 21 de octubre en TalCual, ante el acoso del gobierno a este medio y a la prensa independiente en Venezuela.  Su autor es un periodista de amplia trayectoria que fue jefe de redacción de este medio venezolano y luego asumió también su gerencia general. Hoy trabaja fuera de Venezuela. El texto que compartimos con ustedes constituye una expresión de la solidaridad de los ex trabajadores y los amigos del diario fundado por Teodoro Petkoff.[

Este periódico nació para pronunciar una sílaba. Nació por ella, vive de ella. Dos letras que sintetizan miles, cientos de miles de palabras —rebeldes, irreverentes, curiosas, cultas, atrevidas, ingeniosas, sorprendentes, callejeras, agudas, desproporcionadas— que habitan en quince años de editoriales diarios. Todo comprimido en una sílaba.

Una sílaba, dos letras, una palabra minúscula y sin embargo poderosa, levantada tan pronto se consumó en el lejano año de 1999 la defenestración del rumbo editorial que marcó, en apenas unos meses, el renacimiento del vespertino El Mundo. Un acto de censura, de los primeros de la nueva época, nacida tan vieja y tan llena de arrugas como Benjamín Button, aunque apenas se advirtiera entonces la desnudez. De esa primera sílaba —la sílaba originaria— surgió este diario.

Una sílaba, en este caso, absolutamente contradictoria: porque todo en su brevedad era afirmación vigorosa e irreductible, un término tan nostálgico para los colectivos.

Qué fuerza entraña esta palabra cuando es dicha con vehemencia, escrita con pasión y sentida con tan honda convicción. Todo está en la palabra, nos legó Neruda en su Confieso que he vivido, esas palabras que “brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío…” Todo está, aquí, en una palabra. En esas dos letras, de las que nació un proyecto editorial destinado a defender un valor en mengua: la democracia.

Por esa palabra, por pensarla, escribirla y publicarla, claro y raspao, este periódico se ha jugado su vida, ha discrepado de pocos, algunos o muchos de sus lectores iniciales y se volvió intransigente para ciertas causas que disfrazan su avidez por el poder con palabrejas sin sentido y sin sentir.

TalCual ha sido —y es— un  pequeño callo en la planta insolente de los que mandan. Siempre lo han querido extirpar: con multas, con inspecciones, con amenazas, con juicios, con descalificaciones, con amedrentamientos, con más juicios. Todo el poder contra una sílaba. Tanta saña para doblegar una voluntad. Porque nada molesta más al falso poder que alguien sea fiel a un código ético del que aquellos se ufanan y del cual carecen por completo.

Una sílaba los deja en harapos: NO a la violencia, No a la mentira, No al abuso de poder, No a la división, No a la corrupción, No a la injusticia, No a la persecución política, No al escarnio público, No a la indolencia, No a la impunidad, No a la desmesura, No al despilfarro, No a la destrucción del país. No a la censura a}contra esta dos sílabas, contra este diario, contra esta historia.

Tantos No en uno solo: NO.

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