The Joycean Society
«The Joycean Society», de la española Dora García, compite por Bélgica en el 16° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente.

Naomi Campbel – No es fácil convertirse en otra persona, dirigida por Nicolás Videla y Camila Donoso, es una película en la que Paula Dinamarca interpreta a la transexual Yermén, y en la que las técnicas del documental y la ficción se combinan para intentar llegar a la verdad acerca del personaje. Eso incluye la interpretación de una escena en la que la protagonista hace el amor con su novio, por ejemplo.

Si Krzysztof Kieslowski dijo que dejó de hacer documentales porque no podía filmar a sus personajes en la cama, como en una película de ficción, Videla y Donoso no creyeron que eso fuera una limitante. Incluyeron también imágenes y comentarios registrados por la protagonista con una cámara de video, cuyas imágenes tienen una textura que las distingue del resto del material. Añadieron así un punto de vista en primera persona que se combina con la perspectiva del que ve sin intervenir, característica del documental de observación.

Naomi Campbel se encuentra entre las películas sobre un tema de moda, con una técnica arriesgada que a su modo es también “trans”: la de un cine transgenérico. Sobresale además por la manera como expande la consideración del problema de la identidad sexual y la marginación por ser diferente, y lo relaciona con la situación actual de Chile en un sentido más amplio. Para poder llevar a cabo la operación, por ejemplo, el principal problema es el dinero, y es insólita la opción que encuentra el personaje en un país en el que nada es gratis, como le advierte crudamente un médico al comienzo. Yermén, además, vive en una población, un barrio marginal, y el filme muestra esa parte de la realidad del país con digresiones para señalar problemas como los de los trabajadores a los que no les pagan, y la persistencia del recuerdo de Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular entre los pobres, por ejemplo. Los realizadores también profundizaron en la sexualidad del personaje, en sus sentimientos y en sus creencias, entre las cuales perviven los cultos indígenas, para darle a Yermén una conmovedora dimensión humana.

Volantín cortao se aproxima igualmente a los problemas de los que viven en las poblaciones en Chile, a través de la relación entre una muchacha de clase media, que estudia para ser asistente social, y un muchacho del centro para delincuentes juveniles en el cual ella hace una pasantía. El filme de Diego Ayala y Aníbal Jofré es claramente heredero del cine de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, realizadores de películas como Rosetta (1999) y El niño (L’enfant, 2005). Siguen como ellos con la cámara a la protagonista, y hacen sentir su respiración, para acercar al espectador lo más posible al personaje sin perder la perspectiva de alguien que lo observa. Pero a la vez intentan ir en una dirección diferente de los hermanos belgas, al relatar una historia que tiene algo de Romeo y Julieta, y en la que hay escenas que representan el mundo tal como el espectador quisiera verlo y no como es, lo cual es característico de la ficción del cine de género.

Poesía en blanco y negro

Si bien en la competencia argentina está Ciencias naturales de Matías Lucchesi, ganadora del premio a la mejor película iberoamericana en el Festival de Guadalajara, entre las que se exhibieron en los primeros días del Bafici se destaca El rostro de Gustavo Fontán, realizador de La orilla que se abisma (2008), que estuvo en Locarno, y Donde cae el sol (2002), galardonada con el Premio Especial del Jurado en Viña del Mar.

En El rostro prácticamente no hay historia, sólo un personaje que llega a una isla en el río Paraná y se reúne con personas que habitan en ese lugar. Luego se va. Es un filme poético en blanco y negro, y en Super 8, 16 mm y video, con un intenso trabajo de sonido, sobre el lugar del hombre en la naturaleza y la verdad que es capaz de captar la mirada del cine.

Vanguardia y Género es la sección más audaz del festival de Buenos Aires, y hasta ahora ha sido vista en ella al menos una película notable. Es The Joycean Society de la española Dora García, de producción belga y que está vinculada con una instalación presentada en la Bienal de Venecia en 2013. Se trata de un falso documental sobre investigadores que se reúnen para discutir y tratar de encontrarle sentido a la más enigmática novela de James Joyce: Finnegans Wake. Recurren para ello a ediciones fotostáticas de los manuscritos y apuntes del escritor irlandés, y a obras que sirvieron como fuente. Emplean en la lectura sus manoseados ejemplares personales, cuyas hojas se han desprendido y en los que las anotaciones parecen una reescritura del texto del autor irlandés.

Las interpretaciones que proponen los personajes hacen de la película una deliciosa comedia intelectual, que incluye el contraste entre la pasión de los mayores y la mirada perpleja de los jóvenes que los escuchan, con los que podrían sentirse identificados los espectadores. La cámara en mano indaga en la actividad del grupo con una acuciosidad absurda similar a la de las reflexiones y apuntes, y que se pierde en encuadres y fueras de foco que no llegan sino a una mayor confusión, como los expertos. The Joycean Society alcanza su momento culminante en un silencio que hacen los personajes. Señala el punto en el que cada crítico debe aprender a detenerse, aunque para ellos no sea más que una pausa para reanudar después, con renovada insensatez, su trabajo.

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