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El personaje de Aeroplano representa la lucha de un pueblo por su sobrevivencia

Una historia sobre una tierra olvidada que sobrevive en medio de la nada. Un relato de luchas, de dudas, de sacrificios, de unidad. Así podría definirse Macuro, la fuerza de un pueblo, ópera prima de Hernán Jabes, reconocido cortometrajista venezolano que saltó al largometraje para narrar hecho reales acontecidos en el primer lugar de tierra firme que Cristóbal Colón pisó en América, hace más de 500 años. En el Macuro de hoy, tan lejos de los centros de poder y con graves fallas de energía eléctrica, sus habitantes libran una ardua batalla para que una empresa cementera —primera fuente de trabajo en el pueblo— les preste una planta generadora de energía para iluminarse y resguardar su pesca. Una lucha por lo básico, por la supervivencia,  que exige la unión entre sus habitantes. Y todos unidos buscan una solución. Todos a una, como en Fuenteovejuna.

El film de Jabes nació como un cortometraje pero poco a poco fue adquiriendo cuerpo de relato largo, con personajes que se desarrollan y se transforman gracias a un conflicto relativamente sencillo pero con la fuerza necesaria para exponer las contradicciones de una comunidad y la actitud indolente de un gerente de la empresa cementera, actitud que cataliza el enfrentamiento entre los moradores y las fuerzas del orden. La historia permite al realizador fraguar una propuesta de carácter social, en la tradición de cierto realismo latinoamericano. Afortunadamente, esta nueva producción de la Villa del Cine recupera la calidad que había perdido la productora del Estado con bodrios como Comando X y obras no resueltas cabalmente como Bloques. Sin renunciar a sus posturas ideológicas, Jabes desarrolla una propuesta de cine social que elude el panfleto  y plantea un dilema universal, con un claro sentido de revindicación de la dignidad humana. Lástima que la película haya estado condenada a una exhibición muy irregular que prácticamente la condena al anonimato. Cuando fui a verla al Celarg el taquillero simplemente me dijo que esa película no la pasaban ahí, a pesar de lo que indicada la página web de ese centro cultural. Las otras salas disponibles eran el Metrocenter y una en Guarenas. Finalmente la pude ver en una sala de la Lagunita. Por cierto, fui el único espectador de esa función. Lo repito: parecveira que la propia Amazonia Films hubiese condenado a este film venezolano al anonimato.

La primera mitad de la película se presenta un tanto ingenua, como un retrato casi costumbrista de un pueblo olvidado por el gobierno central y el poder regional.  Al principio pareciera que la película no avanza y se limita a describir la vida cotidiana de los moradores. En los primeros 40 minutos se vislumbra lo que será el enfrentamiento final a través de escenas intercaladas que enuncian la represión. El guión se toma su tiempo para establecer las necesidades de sus personajes y va forjando situaciones dramáticas. De pronto cambia el tono y se resuelve el conflicto dramático de una manera lineal hasta un final que, sin dejar de ser verosímil, luce incompleto. Me explico: a lo largo del relato el espectador puede percibir un cierto tono de denuncia contra la propìedad privada y un elogio de la postura colectivista. No obstante, el misdmo guión plantea que el antagonismo se acentúa por la negligencia de un gerente y no por la naturaleza de la empresa, la cual ha accedido de buena manera a prestar la planta de energía a los habitantes de Macuro. Dicho de otra forma, el capitalismo puede ser solidario con la comunidad. Hasta el comandante de la policía es un hombre  comprensivo, abierto al diálogo. De hecho, entre los habitantes del pueblo se registran dos conductas: la radical y la conciliatoria. Al final vence esta última aunque en un exceso de dramatismo el conflicto cobre una vida. ¿Qué pasó después en el pueblo? ¿Quién cargó con la muerte de Aeroplano? ¿Quién castiga a los responsables? Son preguntas sin respuestas.

El personaje central, Tomás, interpretado por el siempre efectivo Gonzalo Cubero, representa la honestidad del personaje popular que no flaquea a pesar de los obstáculos, aquel que es capaz de dirigir una rebelión legítima contra la intolerancia sin esperar nada a cambio. En contrapartida, Sebastián Falco interpreta al gerente de una manera tan eficiente que uno se olvida de cierto esquematismo clasista. Es el villano sobre quien recae toda la culpa. Entre ambos personajes e intérpretes se sitúan seres humanos abiertos a una situación inédita. Manolo es el típico cura español comprometido con sus feligreeses, interpretado por un irreconocible Eduardo Gil. Aeroplano es el también típico loco del pueblo, reprresentante de la lucha de sus habitantes y propulsor de la resolución dramática, con la actuación de Leónidas Urbina. Tatiana PAdrón da vida a Sandra, la esposa de Tomás y empleada de la cementera. Ana Sarniento representa la ingenuidad de la adolescencia como Irma, la hija de Antonio, a su vez protagonizado por Julio César Castro. La calidad del elenco es pareja, sin fisuras ni disparidad, como correponde al sentido colectivo del film.

Grabada en video de alta definición y después ampliada a 35 milímetros, Macuro, la fuerza de un pueblo exhibe una estética que se nutre de la poesía visual  de la naturaleza, del mar de los grandes espacios, pero que no logra resolver el problema técnico y artístico del video que compite con el film. Una película como ésta merece ser filmada en 35 milímetros, de manera profesional. La fotografía de Daniel García intenta mantener un nivel de calidad en la imagen pero por momentos se evidencia la limitación técnica que no es otra cosa que una limitación presupuestaria. El trabajo de producción, sonido y montaje se revela profesional y eficiente. La banda musical de Fosforera es muy sugestiva. En fin, estamos ante una película venezolana que propone una visión muy válida de lo popular que, lamentablemente, padece de algunos problemas de producción y distribución.

MACURO, LA FUERZA DE UN PUEBLO. Venezuela, 2008. Dirección y cámara: Hernán Jabes. Guión original: Eduardo Troche. Adaptación: Hernán Jabes, Rafael Pinto, José Luis Varela. Producción: Xiané Pacheco, Carlos Luis Betancourt. Fotografía: Daniel García. Montaje: Hernán Jabes, Yolimar Aquino, Miguel Ángel García. Sonido: Héctor Moreno, Alexander González. Música: Fosforera. Elenco: Gonzalo Cubero, Sebastián Falco, Leónidas Urbina, Tatiana Padrón, Julio César Castro, Eduardo Gil, Malena Alvarado, Beto Benítez, Julio Bernal, Ana Sarmiento , Christopher Bencomo, Osman Miranda, Henry Álvarez. Distribución: Amazonia Films.

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