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Mejor o peor? Las comparaciones son inevitables. En el caso de la interpretación que Daniel Craig otorga a James Bond desde Casino Royal (2006), dirigida por Martin Campbell, la discusión abre una nueva apreciación de este personaje devenido en mito popular —creado literariamente por el inglés Ian Fleming en 1953 y popularizado por el cine a partir de 1962— y se acentúa con el estreno de Quantum, la nueva producción oficial de la saga más larga de la historia del cine, esta vez bajo la dirección del alemán Marc Forster, un realizador que proviene de las filas del cine de autor. Lo cierto es que esta nueva etapa de 007 lo devuelve a su condición original: un asesino. Porque James Bond —charm más, sonrisa menos— es esencialmente un hombre autorizado para matar sin que las instituciones del Estado puedan controlarlo. Un agente que se sitúa al margen de las leyes del Reino Unido con la autorización del MI6, servicio secreto británico que actúa oficialmente en el marco de una sociedad democrática que ejerce el control de sus operaciones. En el caso del Bond de Craig la impunidad se vuelve norma y deja de ser anécdota, a pesar de los sermones de M. ¿La justificación? El mundo está a merced de una organización secreta que pone y quita gobiernos —aprovechando los errores de la CIA— para desarrollar sus propios negocios. Pero además, el espía inglés tiene razones personales en el asunto. Y no le tiembla el pulso a la hora de matar a un ser humano. ¿Mejor o peor? Yo diría que mejor. Ya les explico por qué.

Aunque las notas de prensa dicen que ésta es la 22ª producción de la serie, en rigor se trata de la 24ª si tomamos en cuenta aquel disparate colectivo que fue la primera adaptación de Casino Royale en 1967 —en la que David Niven, Peter Sellers y hasta Woody Allen interpretaron a Bond y John Huston dirigió algunos capítulos— y la muy curiosa Nunca digas nunca jamás en 1983 —que devolvió momentáneamente a Sean Connery al personaje que le dio fama al lado de un elenco deslumbrante que incluyó a Klaus Maria Brandauer, Max Von Sidow, Kim Basinger y Rowan Aktinson bajo la dirección de Irvin Kershner— filmadas al margen de la organización Brocccoli que desde 1962 ha explotado los derechos de casi todas las novelas de Fleming. Nunca un personaje en la historia del cine había tenido tantas películas. Ni siquiera Tarzan, Superman o Batman. Lo cual quiere decir que estamos hablando de un mito que pertenece al imaginario popular y universal. Un agente del imperio británico, elegante, mujeriego y bon vivant que corre aventuras sorprendentes en escenarios exóticos y que nació defendiendo los valores de Occidente en el marco de la Guerra Fría. Aunque sabemos que en la Guerra Fría los protagonistas centrales eran la CIA y el KGB soviético y que el MI6 era sólo un socio valioso —pero menor— de los norteamericanos. Los tiempos cambian. El KGB ya no existe. Lo sustituyeron los terroristas de distinto cuño y las corporaciones del delito. Pero la geopolítica permanece. Una organización maneja los hilos del poder en América Latina —territorio abandonado por una CIA muy ocupada en el Medio Oriente en la era Bush— y manipula a un ex dictador de Bolivia que desea regresar al poder —después de derrocar a Evo Morales, suponemos— para obtener las mayores reservas de un elemento vital para la humanidad y especular con su dominio. Los tiempos cambian, los villanos quedan.

Quantum comienza unas horas después de terminada Casino Royale. La traición de Vesper Lind, heroína del film anterior, convierte la nueva misión de Bond en algo personal. El servicio de inteligencia forense británico vincula a un traidor del MI6 con una cuenta bancaria en Haití, donde un caso de identificación errónea lleva a 007 a conocer a Camille, una mujer de origen boliviano que trama su propia venganza y conduce a Bond hasta Dominic Greene, despiadado hombre de negocios y miembro de la misteriosa organización. En una misión que lo lleva a Austria, Italia, Haití y Bolivia, Bond descubre que Greene conspira para tomar el control de uno de los recursos naturales más importantes del mundo y fragua un trato con el general Medrano para devolverlo al poder. En una escena a mitad de la película, el espía inglés le dice a su colega norteamericano, Félix Leiter, que la CIA ha cometido demasiados errores en América Latina por estar demasiado ocupada en Afganistán e Irak. Hace referencia a Venezuela, Brasil y Bolivia, con gobiernos de izquierda, y concluye que a la CIA le importa un bledo si los gobiernos son de izquierda o derecha o si se vive en democracia o dictadura. Lo que importa son los intereses de EEUU. Todo lo cual suena un tanto ingenuo si sabemos que ésa ha sido desde siempre la política imperial del Reino Unido.

Realizador de obras de importancia como Monster’s Ball (2001) —por la que Halle Berry ganara el Oscar a la mejor actriz—, Finding Neverland (2004) —nominada a 7 premios de la Academia, incluyendo el de mejor película— o Cometas en el cielo (“The Kiter Runner”, 2007, nunca estrenada en Venezuela), Marc Forster dio el salto al cine de acción con Quantum y no decepcionó. No sólo está a la altura de las exigencias de espectacularidad tan propias del personaje sino que les otorga sentido y hace algunos guiños para los cinéfilos exigentes. En la escena de la persecución en avión hace referencia a Alfred Hitchcock y en la secuencia del montaje de Tosca en la ciudad austriaca de Gebrenz se remite a Francis Ford Coppola. en El Padrino III. Esta escena es particularmente interesante cuando alterna el sonido de la ópera de Puccini con las imágenes de acción que suceden tras bastidores y, al revés, cuando las escenas del aria se acompañan con la violencia backstage. Otra secuencia memorable es la destrucción de la Perla de las Dunas, hotel de lujo en medio del desierto boliviano que se convierte en la expresión del fin del mundo. Pero además, Forster homenajea a Goldfinder (1964) en la escena de la chica que ha sido cubierta totalmente por petróleo  (en vez de oro) para provocar su muerte. El director alemán no sólo ha hecho la tarea sino que le ha añadido algunos detalles interesantes.

Craig es el rostro de un Bond duro y vengativo, implacable y amargo, que ironiza sobre sus funciones. En un momento dado, Camilla le pregunta por qué actúa así. “Es por una mujer”, responde Bond en una no confesa referencia a M y ante la curiosidad de la chica se apresura a añadir: “no se trata de lo que estás pensando”. La muchacha vuelve a preguntar “¿tu madre?” a lo que Bond responde: “algunas veces ella cree que lo es”. De hecho, existe una relación jefe-subalterno, hombre-mujer. madre-hijo entre la sexagenaria jefe de la inteligencia británica y el impetuoso agente que va sembrando de cadáveres la investigación, algo que M le reclama constantemente. Pero Bond es un hombre con licencia para matar. Por su parte, Mathieu Amalric —gran actor francés de La escafandra y la mariposa (2007) de Julian Schnabel— le otorga maldad a su perverso personaje como Dominic Greene. Judi Dench sigue siendo suprema, ahora como M. Gian Carlo Giannini desaparece sin rastro y a nadie le importa.

Quantum consolida a un Bond diferente, más duro y despiadado, que se remite a cuestiones más realistas que sus predecesores. Mantiene la espectacularidad, las escenas de persecuciones, las imágenes del lujo y las expectativas de la seducción. La lucha de distintos intereses en América Latina ilustra los caminos elegidos por el personaje para su desarrollo. Creo que hoy por hoy el continente tiene materia para muchas películas y no sólo de espionaje.

QUANTUM (”Quantum of solace”), Reino Unido y EEUU, 2008. Dirección: Marc Forster. Producción: Barbara Brócoli, Michael G. Wilson. Guión: Neal Purvis, Robert Wade, Paul Haggis, basado en los personajes creados por Ian Fleming. Fotografía: Roberto Schaefer. Montaje: Matt Chesse, Richard G. Pearson. Música: David Arnold. Elenco: Daniel Craig, Judi Dench, Giancarlo Giannini, Jesper Christensen, Gemma Arterton y Ogla Kurylenko. Distribución: Cinematográfica Blancica.

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