5 Broken Cameras (2011), que se exhibe en el Festival Documenta en Caracas y fue incluida en la lista corta de largometrajes documentales que compiten por la nominación al Oscar de 2013, es el relato de cinco años de la vida de una familia palestina a lo largo de una lucha de resistencia sin armas de los habitantes de la aldea de Bil’in, en Cisjordania, contra la construcción por parte de Israel de las barreras de separación que terminaron siendo un muro, y contra los asentamientos ilegales de los colonos israelíes que les arrebatan sus tierras.

El título viene de las cámaras que utilizó el agricultor Emad Burnat para grabar casi todo el material, que se hizo película con la ayuda del israelí Guy Davidi, el codirector. Burnat consiguió la primera cámara con motivo del nacimiento de su cuarto hijo, Gibreel, y se convirtió también en un instrumento para asumir una responsabilidad en la comunidad. Usándolas llegó a obtener un carnet de Reuters, que le dio algunas facilidades para grabar, pero las cinco fueron destruidas en el registro de la resistencia, a fuerza de golpes y balazos.

La narración en primera persona, dividida en capítulos que reúnen lo grabado con cada cámara, hace del documental un diario en el que la cotidianidad y la lucha no están separadas. Los héroes de la película son los amigos de Burnat, como el Phil (el Elefante) y Adeeb, así como sus hermanos, que se convierten en líderes por el espíritu con el que afrontan las adversidades sin dejarse vencer. Su resistencia es representada como un ejercicio del coraje y de la imaginación, con el apoyo de internacionalistas y abogados. Ocurre, por ejemplo, cuando tratan de emplear los mismos métodos “legales” que los colonos israelíes usan contra ellos, como la instalación de trailers o construcciones para justificar la ocupación.

Esa manera de representar la política, como un ámbito consubstancial con el resto de la vida, es lo contrario a lo que ocurre cuando esa tarea es asumida por organizaciones dirigidas por profesionales, bien sea porque las abrumadoras ocupaciones cotidianas no dejan tiempo libre a la gente para participar o debido a que los partidos se forman como vanguardias para conducir al pueblo. En relación con eso hay que señalar que Bil’in históricamente ha sido un bastión de Al Fatah, el partido nacionalista de izquierda del difunto Yasser Arafat. Aunque sea imposible saber si lo que muestra la película verdaderamente se corresponde con la realidad de la aldea, no por eso deja de ser válido ese planteamiento al menos como utopía.

En la actualidad, cuando los cohetes lanzados desde Gaza por los islamistas de Hamas y un atentado con bomba en Tel Aviv han vuelto a poner de relieve el uso de la fuerza militar y el terrorismo, como si fuera lo único que es capaz de detener al enemigo, la película es valiosa además porque presenta el cruzar la frontera entre la lucha pacífica y la violencia como un acto que no deja de causar vergüenza a gente razonable como el camarógrafo. No es digno de orgullo incluso cuando tiene motivos como el asesinato de los amigos o la invasión de Gaza. Ese es el principal argumento con el que se dirige tanto a los palestinos como a los ciudadanos de Israel, país en el que la película consiguió titulares como este, del diario Haaretz: “El documental que debería hacer que todo israelí se sienta avergonzado”. Quizás al rechazar la lucha armada y la guerra, y cuestionar a los partidos, Emad Burnat y Guy Davidi se refieren en el fondo a lo mismo, y esa crítica sería válida para ambos países.

5 BROKEN CAMERAS

Palestina-Israel-Francia-Holanda, 2011

Dirección: Emad Burnat, Guy Davidi. Duración: 90 minutos.

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