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Desde su trinchera periodística de El Nacional, Alberto Soria nos ha ido acostumbrando, con el pasar de los años, a un estilo incisivo y crítico, aunque siempre amable, que nos descubre los laberintos de la culinaria, sobre todo a la luz —algunas veces a la sombra— de las últimas tendencias. Hallazgos y nostalgias, quejas y reconocimientos, guiños y sonrisas alimentan sus textos. Ahora, no contento con ese desafío periodístico, Soria nos entrega Permiso para pecar, un volumen de reflexiones y propuestas en torno de la buena mesa… y la mala también.

Dividido en seis capítulos y un epílogo, Permiso para pecar se despliega con elegancia y mesura sobre algunos temas fundamentales. Parte de una justificación teórica en el primer capítulo —que le da título al libro— para adentrarse en Mesa y cocina, donde desarrolla un planteamiento casi epistemológico; El toque magistral, con un vuelo erudito sobre el aceite de oliva, el vinagre, la especias, las salsas y las ensaladas; Cómo disfrutar más de los vinos, tal vez el capítulo más delicioso; Quesos y vinos, donde quiebra lanzas contra algunas creencias al establecer el maridaje posible entre unos y otros; Armonía, mesa y vino, donde el autor se torna didáctico sin perder rigor; y un epílogo de corte filosófico que redondea la cultura hedonista. El conjunto de textos se revela complejo mas no complicado. Yo driría que posee una unidad interna que lo convierte en mucho más que la suma de breves artículos. Es una propuesta en sí misma.

La edición está muy bien cuidada. Elegante y sobria, con dos excelentes fotografías de Nelson Garrido Se aprecia también la labor de corrección de Tiziana Mazzucato, hija de mis amigos Daniela y Amadeo, a quienes siempre recordaré con admiración. En fin, Permiso para pecar viene envuelto en sabores y evocaciones. Se me ocurre que es un excelente regalo de Navidad.

Alberto Soria. Permiso para pecar. Editorial Alfa, Caracas, octubre de 2006

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