Ganadora del prestigioso Oso de Oro del Festival de Berlín de este año y campeona absoluta de la taquilla en Brasil, esta Tropa de élite de José Padilha me recuerda sobremanera a Ciudad de Dios de Fernando Mireilles. Más allá de las diferencias estilísticas de estos realizadores brasileños, ambas películas se refieren al tema de la violencia en las favelas de Rio de Janeiro. La de Mireilles lo hace desde la perspectiva de las bandas juveniles con un tratamiento que no descarta cierta poesía, mientras la de Padilha observa el submundo de la miseria y la droga desde la óptica de un cuerpo policial militarizado denominado Brigada de Operaciones Especiales, suerte de equipo de élite —implacable y efectivo— que ha existido en muchas de las policías latinoamericanas, incluida la venezolana. Cuerpos policiales que se mueven con comodidad de lo legal a lo criminal, del combate al crimen al irrespeto de los derechos humanos, con un manto de impunidad que protege practicas fascistoides. A diferencia de aquellos escuadrones de la muerte de hace varias décadas, estos grupos militarizados se han venido institucionalizando. Forman parte del corpus básico del Estado brasileño. No es una policía paralela e ilegal como los escuadrones de la muerte. Obra polémica como pocas, Tropa de élite pone el acento en lo que puede denominarse una solución que crea nuevos problemas y genera nuevas soluciones y así sucesivamente, en una espiral de la violencia que se ubica al margen de la ley.

Basada en la experiencia de varios ex integrantes de la Brigada de Operaciones Especiales, el film de Padilha ubica la discusión donde debe estar: más allá de la acción policial. Si bien el personaje principal es el capitán Nascimiento, pura disciplina y efectividad, la médula dramática pone al descubierto el tejido social e institucional de la corrupción y de la complicidad de la sociedad carioca —y brasileña, por extensión— en un problema casi estructural que parece no tener solución. Tropa de élite evade los famosos e inútiles  tratamientos de «izquierda» y «derecha». Entrecomillo ambas palabras para acentuar la banalidad de posiciones maniqueas que son más fieles a sus principios ideológicos que a la necesidad de resolver los problemas que abordan. La película no carece de cuerpo teórico pero no le hipoteca su planteamiento. No busca justificativos a la muerte y la violencia. Tampoco pontifica como lo hacen otras películas. Simplemente pone el dedo en una llaga que muchos brasileños conocen y padecen. Por ello el tono de la película es casi documental en la medida que reproduce situaciones reales apenas «maquilladas» cinematográficamnete.

Nascimiento es un hombre implacable que persigue y mata a los operadores del tráfico de drogas, pero en la noche llega a casa a convertirse en buen esposo y buen padre del bebé que está por llegar, preocupado por el bienestar de su familia y la sociedad de su país. Es un cruzado que conduce a sus soldados, tan comprometidos como él en esta lucha sin cuartel. Se preparan técnicamente, se forman teóricamente. Además, a finales de los noventa, Juan Pablo II visita la ciudad y  la brigada debe actuar, lo cual reafirma el carácter religioso de este cuerpo policial que parece más un cuerpo de militantes. En la acera de enfrente se halla una variopinta colección de personajes vinculados con el delito, la política, la policía y con ciertas ONG que poco aportan a la solución del problema. En este entramado social e dibuja la complicidad y la corrupción como mecanismos usuales de funcionamiento tanto del «negocio» como de la policía. Los personajes se desarrollan linealmente, sin contradicciones íntimas, como soldados en guerra.

Allí reside el problema básico de Tropa de élite: el carácter militar de sus héroes. No existe reflexión, sólo hechos. No existe visión sino misión. ¿La forma de acabar con el narcotráfico es acabar con los pobres, «limpiar» las favelas y escarmentar a algunos chicos de la clase media? ¿Dónde reside la médula del problema: en los pobres que conviven con la droga, en la corrupción policial y política, en la complacencia de una sociedad que prefiere voltear la mirada para no ver la realidad? ¿La visita del Papa justifica la violencia? Son preguntas que no tienen respuesta.

Por lo demás, el film de Padilha posee un buen trabajo de actuaciones —especialmente de Wagner Moura, Caio Junqueira y André Ramiro— y un buen nivel de producción en términos generales, pero carece de la fuerza expresiva y visual de Ciudad de Dios.Que haya sido una película muy taquillera en su país lo entiendo, pero creo que no tiene el nivel para obtener un Oso de Oro del Festival de Berlín.Ojo: no estoy diciendo que es una mala película pero tampoco que es una gran película. Es una obra para la discusión y eso se agradece.

TROPA DE ÉLITE («Tropa de élite») Brasil, 2007. Dirección: José Padilha. Guión: Bráulio Mantovani, José  Padilha, Rodrigo Pimentel, basado en el libro Elite da tropa de Pimentel,  André Batista y Luiz Eduardo Soares. Producción: José Padilha, Marcos Prado. Diseño de producción: Tulé Peak. Fotografía: Lula Carvalho.  Montaje: Daniel Rezende. Sonido: Leandro Lima. Música:  Pedro Bromfman. Elenco: Wagner Moura, Caio Junqueira, André Ramiro, Maria Ribeiro, Fernanda Machado, Fernanda de Freitas, Paulo Vilela, Milhem Cortaz, Marcelo Valle, Fábio Lago.  Distribución: The Walt Disney Company.

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