La familia es un campo de encuentro o de desunión. Sus miembros actúan en un marco colectivo pero siguen siendo individuos, con sus dichas y problemas. Patas arriba, segundo largometraje del venezolano Alejandro García Wiedelmann, propone una visión heterogénea y al mismo tiempo precisa sobre una familia contemporánea signada por sus miedos y anhelos. Renato. el abuelo viudo, evoca a su esposa y encuentra la mejor compañía para sus sueños en su nieta Carlota, su «socia». Un poco más allá se encuentran sus hijos: Monserrat, madre divorciada de un marido que no conocemos, Anita, casada con un chef ausente y embarazada a punto de reventar, y Salvador, hijo varón que evade sus responsabilidades. Ellos deciden que lo mejor para sus vidas es enviar a su padre a un hospital, en contra de su voluntad. Pero Renato tiene otros planes más trascendentes. La definición de película para toda la familia es cierta… pero va más allá.

El guión de Gabriela Rivas Páez y la narración de García Wiedelmann en Patas arriba se construyen sobre la base de las limitaciones y esperanzas de un puñado de personajes diversos pero inevitablemente integrados a ese núcleo que vive en los parajes de Galipán, lejos del mundanal ruido pero muy cerca de Caracas y del Litoral central. Cada cual ejecuta un proceso de crecimiento personal: aprender a vivir al lado del abuelo, buscar la forma de ir más allá de lo terrenal, vencer la vergüenza de un cuerpo deformado, percibir la insatisfacción afectiva y la duda ante la maternidad, sentir la culpa ante la muerte de su madre. Todos los personajes se desarrollan ante los ojos del espectador. Ninguno será el mismo. Pero resulta curioso que los únicos que no padecen de miedo íntimo son Renato y Carlota, uno en las postrimeras jornadas de su vida y otra en el comienzo de su existencia. Los demás viven con sus temores, angustias y necesidades de afecto. Este contraste se torna fundamental en el edificio dramático. Director y guionista se permiten un final poético sin abandonar el tono realista. Son 48 horas que registran el transcurrir de una familia observada desde varios puntos de vista.

Tras levantar una importante carrera como director de fotografía, García Wiedelmann debutó en la realización en 2006 con Plan B, un intento de comprensión de las angustias de muchos venezolanos ante el futuro incierto que les ofrece un país en crisis. En Patas arriba, con mayor madurez, se aleja de las angustias sociales y se ocupa de una historia más personal que sin ser coral incluye las perspectivas de diferentes personajes. A través de pinceladas finas va conformando el carácter de sus personajes y arma un rompecabezas que a  ratos parece perder el rumbo pero que rápidamente vuelve a articularse con coherencia. Se nota un mayor dominio narrativo, con un manejo más preciso de los factores esenciales de sus personajes.

¿Qué se puede reprochar de Patas arriba? Tal vez cierto tono ingenuo en su historia y la falta de contextualización de su relato en un país muy marcado por la crisis. Ciertamente pudo haber sido filmada no sólo en Colombia y Brasil, países coproductores, sino en cualquier lugar del planeta. Quizá faltó más raigambre, una mayor venezolanidad y cierta visión más crítica del entorno. Como personajes evocados por el propio realizador, domina más el sueño personal que la mirada de conjunto.

Uno de las fortalezas de mayor dimensión reside en su elenco. Realmente es muy difícil fallar con Gonzalo Camacho, Marialejandra Martín, Lourdes Valera, Eric Wildprett, Eduardo Gadea Pérez, Tania Sarabia, Dimas González, Basilio Álvarez, Daniela Bascopé, el brasileño André Ramiro y el colombiano Ramiro Meneses. Actuaciones muy compactas, integradas perfectamente a la historia, con el tono adecuado. A ellos se añaden Michelle y Gabriel García, hijos del director y la guionista, muy efectivos en los roles de Carlota y Salvador, cuando era niño.

Los otros aspectos más sólidos del film residen en la fotografía de Iván Suzzarini, los cuidadosos montaje y sonido, ambos de Fermín Branger, la atinada dirección de arte de Federica Porte Ayala y la música muy expresiva de Alonso Toro, bajo la producción  de la guionista Gabriela Rivas Pérez. Pocas localizaciones, varios personajes en crisis, situaciones bien ubicadas en el terreno afectivo. El film se aprecia compacto en su elaboración.

Decimoquinto largometraje venezolano estrenado en 2015, Patas arriba plantea un tipo de cine de búsqueda íntima en torno a temas distintos a la violencia que nos acosa. Una ruta distinta dentro de la rica heterogeneidad del actual cine nacional.

PATAS ARRIBA, Venezuela, Colombia y Brasil, 2011. Dirección: Alejandro García Wiedemann Guión, producción y diseño de producciógeneraln: Gabriela Rivas Páez. Producción ejecutiva: Adriana Herrera, Jhonny Hendrix, Assunçao Hernandes y Maruja Páez. Música: Alonso Toro. Dirección de Fotografía: Iván Suzzarini. Dirección de postproducción, montaje y sonido directo: Fermín Branger. Jefe de Edición: Esteban Muñoz. Postproducción de sonido: Gustavo González. Dirección de arte: Federica Porte Arcaya. Elenco: Gonzalo Camacho, Marialejandra Martín, Lourdes Valera, Eric Wildprett, Michelle García, Gabriel García, Eduardo Gadea Pérez, Tania Sarabia, Dimas González, Basilio Álvarez, Daniela Bascopé, André Ramiro (Brasil), Ramiro Meneses (Colombia), entre otros. Distribución: Cines Unidos.

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