En Venezuela se ha perpetrado un golpe de Estado muy peculiar y muy curioso. Paradójicamente se fundamenta en las leyes y no en las armas, se apoya en los poderes públicos y no en el Ejército. Un golpe que no ha disparado un solo tiro pero que consolida lo que podríamos llamar el neototalitarismo. El control total que ejerce un caudillo mesiánico sobre la Contraloría General de la República, el Ministerio Público, la Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y la Fuerza Armada Nacional permite no sólo inhabilitar políticamente a sus contendores sino imponer por la vía expresa lo que el pueblo venezolano rechazó el 2 de diciembre pasado. No voy a insistir en algo que ya todos hemos denunciado pero sí quiero hacer notar que para los organismos multilaterales —como la OEA y el Mercosur— en Venezuela existe un gobierno democrático derivado de los resultados electorales. Pero un gobierno es democrático no sólo porque surja de una votación popular sino porque mantenga una conducta democrática. ¿Cómo se llama lo que tenemos en Venezuela? ¿Una democracia formal? ¿Un cascarón de democracia? El neototalitarismo necesita una democracia a su medida.


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