Umberto Eco se acostumbró a sorprendernos. A sus casi ochenta años, el pensador y narrador piamontés retorna a la narrativa de largo aliento con una obra que accedió al mercado editorial planetario —en todos los idiomas posibles de manera simultánea en una insólita operación de mercadeo global— a finales del año pasado. El cementerio de Praga comenzó a transitar el camino del desconcierto ante cientos de miles de lectores que esperaban encontrar un retorno a la fascinante historia de El nombre de la rosa (1980), su primera y muy compleja novela que logró la unaimidad de la crítica y las ventas. O el complot de El péndulo de Foucoault (1988) o el testimonio medieval de Baudolino (2000) o las neblinas de La misteriosa llama de la Reina Loana (2004). Pero no. Eco no está dispuesto a seguir los caminos de sus piezas literaria previas sino a marcar rumbos si se quiere insólitos. Pero sobre todo recurre al acto de choque entre los valores de lo políticamente correcto y las muy incorrectas características de su personaje principal: el detestable capitán Simonini.

El filósofo y experto en semiología propone una historia de espías y seres intrigantes ambientada en París, en marzo de 1897, casi en las puertas del siglo pasado, donde Simone Simonini, de sesenta y siete años, piamontés como el autor, antisemita delirante, terriblemente misógeno, sin interés sexual sincero y descaradamente glotón, se dedica a la falsificación de documentos. Un hombre sin escrúpulos que fragua conspiraciones y entreteje chismes de palacio al servicio del patrón que mejor pague. Este mercenario de la intriga y de la difamación conduce la trama entre la capital francesa, su evocada Turín y la distante Sicilia, a través de equívocos y traiciones, con referencias directas o indirectas a Alejandro Dumas o Sigmund Freud, a la unificación italiana y a la Comuna de París, del caso Dreyfuss a la revolución de Garibaldi, pero en particular a la gestación del panfleto Los protocolos de los sabios de Sión, definida como copia del Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Rousseau de Maurice Joly. Para colmo, Simonini expone una doble personalidad gracias a su desdoblamiento en el abate de Dalla Picolla, una misteriosa figura religiosa que comparte sus espacios vitales y el diario en el que registra sus fechorías.

De la narración intimista en primera persona Eco salta a la visión más distante en tercera persona hasta componer un complejo entramado de situaciones que a veces bordea el absurdo. Mezcla de delirante ficción con la rigurosa data de hecho históricos, El cementerio de Praga luce como un homenaje a las novelas de intriga y a los personajes folletinescos. A través de su diario el lector conoce la infancia de Simonini, vivida bajo la influencia terrible de un abuelo paranoico y racista que lo «educó» en el antisemitismo y en distintas formas de discriminación religiosa, étnica y sexual, especialmente hacia los judíos, los jesuitas y las mujeres en general. En la historia intervienen grupos supuestamente secretos como los templarios, los iluminati y los masones, entre otros. Simonini es hipócrita, ruin, mezquino, egoísta, sin escrúpulos. Está lleno de odio hacia toda la humanidad. Falsifica testamentos para intrigar en la política y obtener beneficios ilegales. Comparte sus recetas y come de manera obsesiva. Sus placeres son la glotonería y la maldad.

Novela compleja y nada complaciente, requiere de un esfuerzo notable para su lectura. La comencé a leer en diciembre pasado, interrumpí su lectura por otros títulos y la retomé hace pocas semanas. Hacia el final se completa el juego propuesto desde sus primeras páginas en ese cambio de personalidad constante, para evidenciar que las condiciones sociales y políticas de finales del siglo XIX siguen acosando a la humanidad en este principio del siglo XXI. Ha levantado una tensa polémica en el ámbito católico pero sobre todo en la comunidad judía. Pero es imposible acusar al autor de las fechorías de su personaje. No es una obra políticamente correcta sino escandalosamente alarmante sobre la realidad de nuestros días. ¿Los seres humanos hemos cambiado? ¿Ahora somos más racionales, más equilibrados, más justos, más civilizados? ¿Hemos aprendido de las grandes tragedias de la historia? El desdoblamiento de personalidad de Simonini y Della Picolla funciona como referencia determinante de la esquizofrenia del mundo actual, signado por la intolerancia, el fanatismo y la enajenación colectiva. Simonini no es un héroe. No puede serlo. Tal vez nadie pueda.

EL CEMENTERIO DE PRAGA (Il cimitero di Praga), Humberto Eco. Traducción de Helena Lozano. Lumen, Random House Mondadori, Barcelona, 2010. 608 páginas.

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