tsotsi-3.jpgMi nombre es Tsotsi comienza de forma magistral e impactante. Un chico de 19 años sobrevive en la pobreza de Johannesburgo cometiendo toda suerte de delitos. Una noche, en un barrio elegante de la ciudad, roba el BMW de una mujer, quien se opone de forma desesperada a la acción. Tsotsi le dispara y escapa. A los pocos minutos escucha el llanto de un bebé en el asiento posterior. Está desconcertado. No sabe qué hacer. Simplemente toma el bebé y se lo lleva a su mundo de miseria y crimen. Un excelente punto de partida para un drama sudafricano que ganó el Oscar como película no hablada en inglés en 2006 y diez premios más.

Dirigida por el sudafricano Gavin Hunt, Mi nombre es Tsotsi se insertar en la clásica visión de la delincuencia generada por la pobreza, en la tradición de Los olvidados de Luis Buñuel, y varias pelí­culas latinoamericanas. A partir de la novela de Athol Fugard, publicada en 1960, el realizador propuso su adaptación cinematográfica en los tiempos que corren, años después de la abolición del apartheid. Las razones de la pobreza permanecen en la sociedad sudafricana y conforman la peor condena social.

Lo importante del film reside en la indagación que propone en la afectividad del personaje principal. Los primeros minutos de proyección nos muestran a un muchacho despiadado que usa la violencia como herramienta de poder y la agresión como conducta sistemática. Un asesino. Pero luego, tras la situación descrita en el primer párrafo, se inicia la transformación de Tsotsi —que en el lenguaje de la calle significa matón— como un ser humano que intenta rescatar su vida, su afectividad y hasta su verdadero nombre a través de —oh sorpresa— la paternidad. Ese bebé representa la inocencia, la indefensión, la fragilidad del ser humano. Todo lo que Tsotsi experimentó y perdió añs atrás, cuando su madre murió con sida y él decidió vivir en la marginalidad de la calle para escapar de la violencia de su propio padre. Por eso llama al niño con su nombre, el verdadero.

Uno de los miembros de su banda, Boston, alcoholizado y tras ser brutalmente golpeado por el propio Tsotsi, propone —desde su abismo personal— el tema de la decencia como sinónimo de respeto a sí­ mismo. Esta idea planea sobre la trama y se vuelve a manifestar a través de otros personajes secundarios, pero importantes. Como Miriam, la joven madre cuyo esposo murió por obra del hampa y que amamanta al ‘hijo’ de Tsotsi y le enseña —al matón— el sentido de la solidaridad y la decencia. El otro personaje es John, el esposo de la mujer abaleada por Tsotsi, es decir, el verdadero padre del bebé. O ese mendigo en silla de ruedas que le confiesa su necesidad de seguir viviendo, a pesar de todo. Todos son negros pero de clases sociales distintas y, desde luego, con conductas y actitudes diferentes. Pero cada cual experimenta un cambio en sus vidas.

A sus 43 años, Hunt es un abogado de Johannesburgo que abandonó su profesión para estudiar cine en la Universidad de California. RegresÃó a África del Sur y debutó en la dirección en 1998 con El tendero (The Storekeeper), drama sobre un viejo que decide tomar la justicia por sus manos, que ganó cuatro premios internacionales. Luego realizó en 1999 Un hombre razonable (A reasonable man), protagonizada por él mismo, sobre un abogado de la ciudad que entra en contacto con un muchacho rural que asesin+o a un bebé de un año pensando que de esa manera acababa con un espíritu maligno. Llovieron siete premios. Dos años después termina dirigiendo el film polaco para niños In desert and wilderness, filmado en Namibia, que obtuvo otros cuatro premios más y luego se convirtió en serie de la televisión de Polonia. En 2005 estrena Tsotsi y, tras ganar el Oscar, adelanta una coproducción con Hollywood en Rendition, filmada en Ciudad del Cabo y protagonizada por Reese Witherspoon y Jake Gyllenhaal. En todas su películas se manifiesta la necesidad de comprender los mecanismos de la pobreza y el subdesarrollo en su paí­s después de la abolición del apartheid. De paso, Hunt es blanco.

Presley Chweneyagae, como Tsotsi, expone las contradicciones de sus personaje a través de una expresividad que supera los lí­mites de la situación dramática. Un muchacho que ni siquiera sonrí­e y que destila odio en su mirada se transforma en un hombre que busca sobrevivir a su propia violencia. La escena final es elocuente de ese deseo de reencontrar la vida. Terry Pheto y Rapulana Seiphemo construyen bien a Miriam y John, ambos miembros de la banda. Algo a destacar es la fotografía de Lance Gewer que atrapa el ambiente de pobreza desde una perspectiva que rechaza el esteticismo. La música de Mark Killian y Paul Hepker marcan el tono dramático. En fin, estamos ante la pelí­cula que le arrebató el Oscar a Paradise now, otra excelente película en cartelera.

MI NOMBRE ES TSOTSI (Tsotsi), Suráfrica e Inglaterra, 2005. Dirección y guion: Gavin Hood, sobre la novela de Athol Fugard. Producción: Peter Fudakowski. Fotografía: Lance Gewer. Montaje: Megan Gill. Música: Mark Killian y Paul Hepker. Elenco: Presley Chweneyagae, Terry Pheto, Kenneth Nkosi, Mothusi Magano, Zenzo Ngqobe, Zola y Rapulana Seiphemo. Distribución: Cinematográfica Blancica.

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