La nueva película de la catalana Isabel Croixet es muy peculiar. Desde su título: Mapa de los sonidos de Tokio. Abre con una escena singular donde un grupo de ejecutivos japoneses cena con sus pares españoles. Encuentro de negocios. Sobre las mesas, mujeres desnudas —occidentales— funcionan como bandejas. Los hombres toman sus alimentos desde sus pezones y otras zonas erógenas. El señor Nagara se molesta con la vulgaridad de los europeos. Además, rumia el dolor de la muerte de su hija Midori. Minutos más tarde aparece Ryu, trabajadora en un mercado de la capital japonesa. Allí tasajea los atunes, como tantos otros obreros. Lo curioso es que también ejerce como asesina por encargo. Mata personas como quien corta pescados. En cambio David es un catalán muy atento a los sonidos de Tokio, donde vive desde antes del suicidio de su esposa Midori, la hija de Nagara, sin saber por qué ella se quitó la vida. Regenta una tienda de vinos —llamada Vinidiana, como velado homenaje a Buñuel— donde destacan las grandes etiquetas del Penedés, especialmente las de la familia Torres. Ishida, empleado del señor Nagara que amaba a Midori en silencio, contrata a Ryu para que asesine a David, Pero en vez de matarlo Ryu se enamora de él y se entrega a largas sesiones de erotismo en un motel denominado Bastille, cuyas rojas habitaciones simulan el interior de un vagón del metro de París. Es un amor hablado en japonés e inglés que vence las barreras pero el final tiene un tono trágico. Vaya, vaya. Menuda película.

Recuerden que el cine de la señora Croixet es muy personal. Lo que le he visto así me lo confirma. Allí está la dramática Mi vida sin mí (2003), la enigmática La vida secreta de las palabras (2005), el segmento Bastille del film colectivo París, te amo (2006), su muy celebrada Elegía (2008) y ahora Mapa de los sonidos de Tokio (2009) que se ha presentado en el marco del Festival de Cine Español. Historias de amor cruzadas por incógnitas indescifrables, cuyos personajes se comportan de manera inesperada y generan reacciones poco convencionales. Ninguna está hablada en castellano.

En este caso, la pasión entre Ryu y David es irracional, no obedece a lógica alguna y se desarrolla como un destino inevitable. Una sugerente columna musical —cuyo editor no se anuncia en los créditos— matiza la relación y le confiere cierto aire irreverente. Una voz canta La vida en rosa en japonés después de un encuentro en el Bastille, como una expresión romántica que funciona como antípoda de la actividad descuartizadora en el mercado. Pero en el mercado se resuelven los dilemas de una manera contundente y David ya no venderá vinos catalanes en Tokio sino que llevará adelante un restaurante japonés en Barcelona.

Es un film de atmósferas más que de historia —bastante sencilla, por lo demás— fundamentado en una my expresiva dirección de arte y una fotografía plena de matices y detalles. Pero, sobre todo, se trata de un amor que se levanta gracias a las actuaciones de una misteriosa y bella Rinko Kikuchi haciendo de Ryu y un demasiado sencillo Sergi López como David.

En España Mapa de los sonidos de Tokio recibió críticas muy duras, algunas demoledoras. No comparto la mayor parte de las opiniones adversas pero reconozco que es una obra hermética, a ratos fría, carente de llama. Sobre todo si pretende narrar un amour fou, fundamentando en la pasión. Pero sigue siendo un film más que interesante. Para discutirlo.

MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO (Map of the sounds of Tokyo) España, 2009. Dirección y guión: Isabel Coixet. Producción: Jaume Roures. Fotografía: Jean Claude Larrieu. Montaje: Irene Blecua. Director de Arte: Ryo Sugimoto. Intérpretes: Rinko Kikuchi, Sergi López, Min Tanaka, Manabu Oshio, Takeo Nakahara y Hideo Sakaki. Distribución: Séptimo Films.

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