Si queremos hablar de nostalgia, recordemos que los partidos políticos venezolanos, AD, Copei, URD, PCV, se caracterizaban por tener unos principios, normas de funcionamiento, estructura organizativa y capacidad de movilización ante las masas. Eso no existe actualmente.

En un artículo de hace algunas semanas que titulé ‘Primero de diciembre’, traté de hacer unas previsiones al pasado evento electoral. Lamentablemente creo que no me equivoqué. Sólo tres gobernaciones quedaron en manos de la oposición y fueron justamente aquellas donde los ganadores habían ejercido ese cargo treinta o cuarenta años atrás. De alguna forma la nostalgia que abunda en nuestros compatriotas tuvo mucho que ver en el asunto, por un lado, porque quizás la mayor parte de los votantes en esas zonas fueron personas mayores que recuerdan esas épocas pasadas y, por otra parte, la creencia de un volver atrás a los tiempos de la democracia tan anhelada.

Creo que las circunstancias son absolutamente diferentes.  Hay dos tendencias evidentes dentro de los que se oponen al régimen: quiénes opinan que hay que votar siempre, aún en las peores circunstancias y condiciones, y quienes pregonan un abstencionismo, pues las dictaduras no salen con votos.

Los defensores del voto como manera de lucha, ponen como ejemplo, el fin de dictaduras como la de Pinochet, la primera etapa de Ortega en Nicaragua, o la Polonia del régimen soviético.  Debo señalar, que la democracia y el voto son imposibles sin un factor determinante, los partidos políticos. En los casos mencionados, eran países donde existían estructuras partidistas bien organizadas y con una estrategia común. Todos los partidos se unieron contra Pinochet, contra Ortega, contra Pérez Jiménez. Sin partidos, esto es imposible.

Y ese es el caso Venezuela, los partidos políticos son prácticamente inexistentes, por una parte, víctimas de su propias torpezas e incongruencias que le han restado credibilidad y consistencia, y, por otra parte, el régimen, que es mucho más hábil de lo que se piensa —por algo está desde hace 23 años en el poder— ha sabido manejar ese poder para irlos debilitando cada vez más, convirtiéndolos en cascarones vacíos, con unas pseudo dirigencias, pero prácticamente sin seguidores. Si queremos hablar de nostalgia, recordemos que los partidos políticos venezolanos, AD, Copei, URD, PCV, se caracterizaban por tener unos principios, normas de funcionamiento, estructura organizativa y capacidad de movilización ante las masas. Eso no existe actualmente.

Y por más que estos nuevos gobernadores y alcaldes hayan alcanzado un supuesto poder, ese poder se verá mermado, en primer lugar por la inexistencia de un presupuesto nacional y local que les permita encarar las tan necesarias tareas y, en segundo término, por estar apoyados por una masa voluntarista, poco o nada organizada. Cuando muchos hablan de la tarea de unificar a un pueblo, es necesario que se comience desde cero, prácticamente de la fundación de nuevos partidos o la refundación de algunos viejos, que comiencen ese trabajo de hormiguita que pueda llevar a cabo una tarea social y política. Sin eso, cualquier esfuerzo individual o grupal será inútil.

Las dictaduras modernas han aprendido la lección, Cuba, Nicaragua, Rusia, Turquía, Irán, se sostienen en la inexistencia de partidos opositores. Cuando ha habido intenciones de organizarlos, la represión ha ido contra los promotores. Para toda dictadura cualquier forma de organización social que no sea de su propio grupo es una amenaza y su propósito es destruirlas. En Venezuela, el régimen no sólo propició la destrucción de los partidos políticos, sino que incluso fue mucho más allá, atacando, prohibiendo, desmantelando, todo tipo de organización social, fuesen ONG o grupos de asistencia social o solidaridad. Muchos dirigentes de estas organizaciones penan en nuestras cárceles como cualquier político o militar opositor. El régimen tiene claro donde está el peligro y lo descabeza antes que se haga poderoso.

Si los treinta o cuarenta líderes políticos venezolanos —o que pretenden serlo— no entienden que el paso fundamental es la unidad —y estas elecciones fueron la prueba de ello— se hace cada vez más difícil lograr avanzar en la formación de un sólido movimiento opositor. Parece mentira que en 23 años no se ha aprendido la lección. ¿Será que son brutos? O que no estudian suficiente el pasado y el presente, que es en definitiva lo que nos conducirá o no, a un futuro diferente.

A la vuelta de la esquina, con la supuesta repetición de la elección del gobernador de Barinas, dadas las triquiñuelas del régimen, existe una oportunidad —¿la última?— de demostrar si la unidad es posible. ¿Por qué no prueban? Veremos que pasa. El régimen no sólo está unido, sino que descabezó a cualquier disidente dentro de sus filas o aliados. Creo que la estrategia de ir unidos, es lo que les ha funcionado.

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