Leon Chu Berry: uno de lo más grandes del saxo.

Después de Coleman Hawkins y Lester Young, el también estadounidense Leon ‘Chu’ Berry (1908-1941) fue el tercero de los más grandes saxofonistas de la primera mitad del siglo XX, específicamente, del periodo comprendido entre las dos guerras mundiales, que en la cronología musical se denominó el periodo del swing.

Llegó a Nueva York en 1930 cargando su saxofón tenor en un maletín rojo y con un mostacho tipo Fu-Manchú, que terminaría proporcionándole el oriental apodo de Chu. Había nacido en Wheeling, Virginia Occidental, y allí sería enterrado solo 33 años más tarde, debido al accidente de automóvil que sufrió cuando se dirigía a intervenir en un concierto con la orquesta de Cab Calloway, de la que era director musical y principal solista (los dos colegas que lo acompañaban resultaron ilesos). Se cortaba, así, una fulgurante carrera musical que, en el lapso de diez años, le había valido los elogios de la crítica y la admiración de los músicos de su generación. Hasta el ‘padre fundador’ y su hipotético rival, el gran Coleman Hawkins, lo calificó de genio, y eso que Chu era el único tenor que le planteaba un reto en sus propios términos musicales. En la actualidad, Chu Berry no solo está subvalorado, sino que ha quedado, prácticamente, en el olvido. Al cumplirse el 113 aniversario de su natalicio el 13 de septiembre, le recordamos reseñando las grabaciones más importantes de su corta, pero rica, discografía jazzística.

La comparación con Coleman Hawkins no es banal, pues Chu se dedicó al saxofón tenor después de oír a ‘Hawk’ en un concierto y, evidentemente, su estilo fue forjándose a partir del de Hawkins, aunque su sonido terminó siendo menos opulento y rapsódico, pero más explosivo, en un registro más alto y agridulce, con un vibrato más emotivo y ajustado. Chu fue igual a Hawk en sofisticación armónica y superior en cuanto sentido del swing y empuje musical: era excelente en los tiempos rápidos, con una noción del tempo sin falta y una tonalidad precisa, y extraordinario en las baladas, con un control respiratorio profundo y suntuoso. Su nivel de inspiración era continuo y presentaba, sin florituras ni circunloquios, un discurso agitado que expresaba solo lo esencial, pero con vehemencia y siempre con swing.

A pesar de todo ello, las grabaciones de Chu a su nombre, es decir, como líder de un grupo, se cuentan con los dedos de una mano: se trata de cinco sesiones realizadas en el lapso de los últimos cuatro años de su vida, que hoy pueden encontrarse en el CD de la colección francesa Classics, en su número 784, titulado Chu Berry 1937-1941. Las dos primeras sesiones, a nombre de Chu Berry and his Stompy Stevedores ((literalmente, Chu Berry y sus Estibadores Saltarines), tuvieron lugar en marzo y septiembre de 1937, con cuatro piezas grabadas en cada una y una obra maestra también en cada una: Too Marvelous for Words en la primera y Maelstrom en la segunda, compuesta por Chu en referencia al famoso remolino noruego que Edgar Alan Poe inmortalizó en su cuento de 1841, Un Descenso al Maelstrom. Las grabaciones de esas dos sesiones aparecieron, primero, en un LP del sello Epic (subsidiario de Columbia) titulado Chu y, posteriormente, en un CD del sello EPM, colección Jazz Archives, Nº 21, titulado Berry Story, ambos con más piezas añadidas de otras sesiones.

En la tercera sesión a su nombre, de noviembre de 1938, Chu aparece con su gran amigo y alter ego, el genial trompetista Roy Eldridge (1911-1989), con el que mantiene una empatía perfecta: en Nueva York se decía que si querías contratar a Chu, tenías que llevar también a Roy. Esta notable sesión también nos dejó otra obra maestra de lógica y construcción melódicas: 46 West 52 (nombre bajo el que se esconde la clásica Sweet Georgia Brown.).

Junto a la sesión siguiente, de septiembre de 1941, esa tercera sesión fue producida por el pequeño sello independiente Commodore, y ambas sesiones vieron la luz en un LP titulado Chu Berry – A Giant of The Tenor Sax. Este mismo sello editó unos CD, hace ya más de 30 años, uniendo de forma desconsiderada y sin incluir tomas alternas de las sesiones, a dos protagonistas del jazz muy diferentes, suponemos que para economizar costos. A Coleman Hawkins lo juntaron con Frank Wess y a Chu Berry con Lucky Thompson, ambos CD con el mismo título de Giants of the Tenor Sax. Esa cuarta sesión también dejaría otra pieza magistral: el estanda Gee, Baby, Ain’t Good to You.

La quinta y última sesión de grabación a nombre de Chu Berry se celebró en una discotienda de Filadelfia en octubre de 1941, poco antes de su muerte, en dúo con otro saxo tenor, el de Charlie Ventura, acompañados por una sección rítmica de músicos locales. Sin las limitaciones de las piezas de tres minutos de la época, los largos solos de Chu nos permiten apreciar la magnitud de la pérdida que significó su desaparición de la escena jazzística.

Esas cinco sesiones bajo su liderazgo solo representan la mitad del legado musical de Chu Berry, mientras que la otra parte, mucho más numerosa, corresponde a su rol como sideman, es decir, como acompañante en bandas dirigidas por otros. Y para completar la discografía del gran saxofonista en ese papel, no hay más remedio (o resulta una bendición, según los gustos) que adquirir por correo la caja de 7 CD de Mosaic Records, titulada Classic Chu Berry Columbia and Victor Sessions. Aquí encontramos las mejores grabaciones del saxofonista como integrante y solista de las orquestas de Fletcher Henderson (1936-1937), Wingy Manone (1938-1939) y Cab Calloway (1937-1941), además de sus pasantías por las de Teddy Wilson, Lionel Hampton, Billie Holiday, Count Basie y algunos músicos más. Son 178 piezas en total, incluyendo las tomas alternas de varias de ellas, con un sinfín de excelencias musicales e interpretaciones que Chu Berry dejó para el recuerdo, como las de la sesión de marzo de 1936 con la orquesta de Fletcher Henderson, en la que se grabaron Christopher Columbus, Blue Lou y Stealin’ Apples; como las de la sesión de junio de 1939 con la banda de Lionel Hampton, que produjo Ain’t Cha Comin”; o como las de la sesión de enero de 1939 acompañando a Billie Holiday en la balada That’s All I Ask.

Al revisar el tesoro musical que nos han dejado las grabaciones de Chu Berry, no podemos concluir este recordatorio sin volver a lamentar su inesperada y trágica partida en la víspera de los grandes cambios que la segunda posguerra mundial impulsaría en la historia de la música de jazz.

 

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