Pianista, organista, compositor y, sobre todo, director de orquesta.

El 21 de agosto se conmemoró otro aniversario del nacimiento en el pueblo de Red Bank (New Jersey), a 77 km. de Nueva York, de William ‘Count’ Basie, uno de los grandes maestros de la historia del jazz y aquél cuyo nombre fue sinónimo de swing a lo largo de sus casi 50 años de carrera.

Pianista, organista, compositor y, sobre todo, director de orquesta, Basie ejerció una influencia decisiva sobre la pléyade de estrellas que tuvo a sus órdenes musicales desde 1936 y que sería interminable mencionar. También sería casi imposible reseñar las excelencias de una discografía tan extensa, mientras continuamos evitando caer en las generalidades ‘por cumplir’, sin aportar nada concreto al interesado lector.

Nuestro homenaje de aniversario se dirige, pues, hacia la última década de su vida musical y terrenal, cuando renovó los lazos de los años cincuenta con el productor Norman Granz y firmó contrato para su nuevo sello discográfico Pablo Records, llamado así en honor de Pablo Picasso. Fueron diez productivos años para Basie, que lo vieron dirigir desde grandes orquestas hasta tríos de piano, bajo y batería, o dúos con el pianista Oscar Peterson, siempre acompañado de los mejores músicos de la nueva discográfica de Granz.

Basie había trabajado con pequeñas formaciones cuando, por motivos económicos, se había visto obligado a desbandar su famosa orquesta. El momento más recordado históricamente fue el de enero de 1950, obligándolo a formar un octeto con jóvenes músicos —entre ellos, los saxofonistas Wardell Gray y Gene Ammons— que se haría septeto o sexteto en ocasiones, hasta la resurrección de la orquesta dos años más tarde. Esa tipología de pequeña formación, que ahora se denominará discográficamente Basie Jam, es la que centrará nuestro interés en el resto de esta evocación.

El lunes 10 de diciembre de 1973 en Los Ángeles, en la aurora del nuevo sello discográfico, Basie reinaugura su asociación con Granz dirigiendo, desde el piano y el órgano, a un octeto de antiguos camaradas, mayoritariamente miembros de su orquesta en pasadas ediciones. El trompetista ‘Sweets’ Edison, el trombonista J.J. Johnson, los saxos tenores ‘Zoot’ Sims y ‘Lockjaw’ Davis, el guitarrista Irving Ashby, el bajista Ray Brown y el baterista Louie Bellson, sostenidos por el insuperable swing de Basie, interpretan cinco blues compuestos por el propio pianista, alternando uno rápido y otro lento, así como se alternan los solos de los instrumentistas.

Establecido el tipo, la fórmula vuelve a presentarse el 19 de julio de 1975 en ocasión del Festival de Jazz de Montreux, en Suiza. Allí acude Granz y los músicos a su cargo, reuniendo, esta vez en un sexteto, al trompetista Roy Eldridge, al saxo tenor Johnny Griffin, al vibrafonista Milt Jackson, al bajista Niels O. Pedersen y al baterista Louie Bellson (único ‘repitiente’ del disco anterior), con el swingante pianista, para grabar una pieza de Parker, otra de Young y la tercera, la sobresaliente, compuesta por todos (es decir, improvisada in situ colectivamente).

Granz trató de revertir las críticas a la imagen ‘fúnebre’ de sus carátulas a la hora de transferir los discos a CD, pero la tipología establecida en la primera sesión no cambió un ápice para la siguiente sesión de grabación, el miércoles 6 de mayo de 1976, de nuevo en Los Ángeles y de nuevo en octeto. Cambió la cantidad de piezas grabadas, ahora el doble, obligando a producir dos álbumes con cuatro cada uno; cambiaron los intérpretes, permaneciendo solamente Davis y Bellson junto al pianista de la primera sesión, y apareciendo como sustitutos el trompetista Clark Terry y el saxo alto Benny Carter; y también cambió que las tres piezas originales grabadas en la sesión fueron firmadas por Terry, Carter y Basie.

En el caso de las carátulas del Count Basie Jam en el Festival de Montreux de 1977, Granz sustituyó las ‘tipográficas’ de los LP por el sonriente rostro del pianista en los CD. En el caso del contenido, sustituyó el esquema tipológico establecido para los Basie Jam por el formato de sus jam sessions de los años cincuenta, incluyendo baladas con un solista, tríos con piano, bajo y batería, o vocalizaciones de Roy Eldridge. En este supuesto octeto, solamente son nuevos uno de los dos trombonistas y el baterista. Parecía ‘el canto del cisne’ de los octetos y de los jams a nombre de Basie.

Sería el final del título discográfico, pero Granz aún tenía mucho que sacar del pianista: el 4 de septiembre de 1979, en Las Vegas, volvió a reunir un octeto con viejos camaradas de las Basie Jam (Edison, Terry, Davis) y nuevas caras (Budd Johnson, Freddie Green, John Clayton, Gus Johnson), para producir un ecléctico mixto de jam session con ballad medley de los cincuenta al estilo Granz. La curiosa carátula del disco, a nombre únicamente de Basie, presenta una imagen dividida entre el pianista y el guitarrista Freddie Green. Cosas de Granz…

Finalizamos este recuerdo del maestro Count Basie con la célebre fotografía de Un gran día en Harlem, que reunió en 1958 a los grandes jazzistas de Nueva York, como Coleman Hawkins (en el centro), Mariam McPartland y Mary Lou Williams (a la derecha), Thelonius Monk (al lado de ellas), Lester Young (detrás, con su sombrero), Dizzy Gillespie (en el extremo, haciendo muecas), ¿Y dónde está Count Basie, entonces? Sentado en la acera con los asomados carajitos… Cosas de Basie.

Un gran día en Harlem.

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