El tema, entonces, es encontrar el buen camino.

Cuando recorría el camino de Santiago me llenaba de emoción el saludo de las personas venidas de toda partes del mundo —buen camino— acompañado de una sonrisa afectuosa, una impresión sublime porque nos embargaba el sentimiento de andar en una ruta en busca de nosotros mismos, reconocernos como partes de un todo infinito. En todos los idiomas y con la misma sonrisa. Era como decir: aquí estamos, vivos, en el mundo, recorriendo un camino cuyo premio seria reencontrar nuestro sentido de la vida.

Esa inolvidable impresión me invade cuando desde lejos pienso en mi país, cuando evalúo el momento y sus alternativas. La visión es la de un mundo escindido que se revuelve, un largo pasadizo lleno de puertas que debemos necesariamente abrir, cada una rotulada: salvar, refundar, construir, abstenerse, persistir en lo mismo. Ante cada una de estas puertas se agrupan personas llenas de angustia, inseguras, con mucho miedo ante la imposibilidad de encontrar con seguridad el buen camino.

El tema, entonces, es encontrar el buen camino. Aquí la razón y el espíritu se confrontan y solo oigo como un rumor al magnífico Fito Páez:

Yo vengo a ofrecer mi corazón

¿Quién dijo que todo está perdido?

Yo vengo a ofrecer mi corazón

Tanta sangre que se llevó el río

Yo vengo a ofrecer mi corazón

No será tan fácil, ya sé qué pasa

No será tan simple como pensaba

Cómo abrir el pecho y sacar el alma

Una cuchillada de amor

Si miramos hacia atrás podemos aceptar las palabras de Alonso Moleiro: nunca antes avanzamos tanto ni estuvimos más cerca como lo hemos hecho en los últimos meses. Ahora con responsabilidad nos toca decidir, entender cuál es el reto. Para ello debemos comprender a cabalidad la significación de refundar. Se trata de crear un mundo nuevo, venido de la nada, borrar hasta la no existencia, será posible o una ilusión más. Es retomar la imagen del filósofo rey que definía Platón, como aquellos pocos, conocedores del bien que conciben la sociedad como un lienzo en blanco sobre el cual edificaran su creación. Refundar entonces nos llevaría en la práctica a aceptar entre otras cosas que se borren nuestros municipios y surjan unas nuevas ciudades, donde en lugar de ciudadanos existen seres conducidos desde un poder central como lo predecía Orwell. Eso sería parte de refundar. Una salida y una trampa. Hemos vivido en los ámbitos de nuestros municipios, trabajado con los alcaldes, solucionando, denunciando, actuando para hacer una vida mejor. Entonces refundar lleva consigo un ardid, las ciudades comunales serían parte de la refundación hacia el totalitarismo.

Si se trata de salvación, una visión más amplia, tendríamos que escoger decidir qué escogemos y qué dejamos. De antemano los salvadores siempre son los héroes.

Se trata de una misión heroica. Superman salva a la humanidad. Sin embargo, es menester recordar que lo mejor de la salvación es su invocación a la unidad, mientras la refundación es un llamado de los héroes a la guerra, a destruir lo que no aceptamos. Abstenerse no puedo imaginarlo sino como una claudicación, los que pregonan que elegir es repetir el fracaso, olvidan que el fracaso fue un hijo directo de la abstención, de la negación al compromiso, por muy riesgoso que fuese.

Concuerdo con Colette Capriles: el mejor llamado es a construir, empeñar todas las fuerzas en la mejor salida. Hallar la puerta que conjugue con la salvación por su vector unitario, que nos abra la posibilidad de tener jueces, maestros y soldados inspirados en afanes constructivistas, rescatando los logros e incorporando la imaginación.

Si los venezolanos ofrecemos nuestro corazón será para construir sobre las bases que hemos levantado durante décadas, los 350 municipios en los cuales ha transcurrido nuestra existencia, los hospitales que hoy debemos reconstruir con sus médicos y enfermeras valientes como Ana Rosario Contreras. Nuestras universidades nacionales que no pueden seguir quemándose, sino brillar con las luces del conocimiento, la creatividad y toda la imaginación de lo que inventamos en la música, la gastronomía, la medicina, la ingeniería, la poesía, el beisbol. Fito, insuperable, remata su canción diciendo:

Y uniré las puntas de un mismo lazo

Y me iré tranquilo, me iré despacio

Y te daré todo y me darás algo

Algo que me alivie un poco más

Cuando no haya nadie cerca o lejos

Yo vengo a ofrecer mi corazón

Cuando los satélites no alcancen

Yo vengo a ofrecer mi corazón

Y hablo de países y de esperanzas

Hablo por la vida, hablo por la nada

Hablo por cambiar esta, nuestra casa

De cambiarla por cambiar…

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