Dos creadores: Juan Gabriel Vásquez y Sergio Cabrera.

Al terminar Volver la vista atrás me asalta la duda de si acabo de leer una novela o una suerte de memorias en tercera persona. En el catálogo de Alfaguara aparece como novela. Para mí funciona en ambas vías. Sobre todo porque el asunto medular de sus 475 páginas es la visión que un creador —Juan Gabriel Vásquez, Bogotá, 1973— desarrolla sobre otro creador —Sergio Cabrera, Medellín, 1950—, nombres fundamentales de la cultura colombiana.

El primero es uno de los más notables escritores de hoy en lengua castellana, de quien he leído novelas de gran trascendencia como Historia secreta de Costaguana (2007), El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara, 2011), Las reputaciones (2013) y mi favorita La forma  de las ruinas (2015) y el revelador ensayo Viajes con un mapa en blanco (2017).

El segundo es un cineasta de trayectoria fundamental, de quien recuerdo películas como Técnicas de duelo (1989), su gran clásico La estrategia del caracol (1992), Ilona llega con la lluvia (1996, sobre la novela de Álvaro Mutis), Golpe de estadio (1998), Perder es una cuesión de método (2004) y Todos se van (2015, sobre una parte del texto de la cubana Wendy Guerra), la mayoría de las cuales no se ha visto en Venezuela.

Pero lo más interesante es que la mirada de Vásquez no se centra en la filmografía de Cabrera sino en su rocambolesca vida política.

El punto de partida de Volver la vista atrás se ubica durante la retrospectiva de Cabrera que en 2016 organizó la Filmoteca de Cataluña. Allí, en Barcelona, coincidieron tres elementos definitorios de su vida: primero, el rechazo al acuerdo de paz entre el Estado colombiano y las guerrillas de las FARC en el plebiscito de ese mismo año; segundo, la crisis de su matrimonio y de su proyecto personal de vida; y tercero, la muerte de su padre Fausto Cabrera, republicano español que al término de la Guerra Civil  emigró a Colombia —con breve paso en Ciudad Trujillo y Caracas, al amparo del recordado Alberto de Paz y Mateos— y se convirtió en una figura mítica del teatro, el cine, la televisión y las artes de su nuevo país y sobre todo defensor a ultraza de la Revolución Cultural china, en la cual su hijo también participó con pasión.

A partir de los recuerdos del cineasta, el escritor reconstruye su vida, sus relaciones familiares, sus amores y su entrega a la política, tanto en China como en Colombia. El texto trabaja tres periodos fundamentales: la Guerra Civil en España, la Revolución Cultural en China y las guerrillas del Ejército Popular de Liberación en la frontera entre Colombia y Venezuela. De manera muy nítida, tanto Cabrera como Vásquez rememoran esos tres lapsos históricos en la cual lo individual pasa a un segundo plano y, al mismo tiempo, evidencian la crisis no solo de una corriente política —el marxismo-leninismo— sino también de la vida personal de su personaje principal.

Porque Cabrera es un personaje real, que existe, que nadie inventó, y fue trabajado como uno de ficción por uno de los grandes novelistas colombianos. Como hace algunos años el propio Vásquez hizo consigo mismo al recrear los asesinatos del general Rafael Uribe Uribe en 1914 y del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948 en La forma de las ruinas. El escritor fue un personaje real en su novela, al lado del abogado Carlos Carballo, quien intentaba atar los cabos de la violencia histórica colombiana.

Más allá de las intensas memorias de Cabrera, se ubica la preocupación ética de Vásquez sobre esa violencia de más de medio siglo y sobre las grandes contradicciones del proceso político que parecía concluir en 2016 con la firma del acuerdo de paz impulsado por Juan Manuel Santos. Es algo no manifiesto en su narración, desde luego, pero sí presentido a partir de su novelística anterior, ya sean en la hegeonía del narcotráfico de El ruido de las cosas al caer como en el asesinato político en La forma de las ruinas.

Vásquez narra hechos reales con técnicas de ficción. No engaña a nadie. Sobre todo porque no emite juicios estéticos sobre la filmografía de Cabrera ni consideraciones sobre la vida política de su personaje. Solo observa y expone sus vivencias en el descampado de las fuerzas de la historia. ¿Novela? ¿Memoria en tercera persona? No importa. Volver la vista atrás se lee de un tirón pero su reflexión permanece en la mente del lector. Es lo más importante.

VOLVER LA VISTA ATRÁS, de Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara, Narrativa Hispánica. Penguin Random House Grupo Editorial, Bogotá, 2020.

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