La segunda novela de Gomes se inscribe más en la ruta de la literatura de la migración que en la del exilio.

«Usted no será un fantasma hasta que llore a sus muertos caminando por las calles de Salamanca. Eso, Lucio Cavaliero, no lo he dicho ni pensado en pleno dominio de mis facultades; alguien me lo susurró en lo que tal vez haya sido un sueño».

Esta primera frase de Llévame esta noche (Seix Barral, Bogotá, 2020) funcionó como un anuncio: está de vuelta Lucio Cavaliero, el personaje de Retrato de un caballero (Seix Barral, Caracas, 2015), primera novela de Miguel Gomes, autor venezolano de un vasta colección de cuentos quien ha asumido la novelística con desenfado y rasgos muy personales. Sobre todo, sin establecer fronteras excluyentes entre sus diversas piezas narrativas. Personajes que saltan de un cuento a otro y a una novela, como si se tratara de un guiño al lector.

Avanzo en la lectura y confirmo que quien narra en primera persona es David de Sousa, el destinatario de las confesiones de Cavaliero en su novela anterior. Ambos comparten con el narrador su condición de venezolanos hijos de inmigrantes que actualmente residen en Estados Unidos, trabajan en el campo de la literatura y se manejan con fluidez en distintos idiomas. Portugués, italiano, inglés, español et alter, como si se tratara de una universalidad abierta, viva y constante.

Pero los personaje de ficción comparten algunas cosas más: la muerte de la madre, el retorno al pasado, el diálogo con el padre, las aventuras afectivas, la realidad venezolana vista desde afuera y también desde adentro, la necesidad de aceptación. Ignoro si el autor los acompaña en todas estas inquietudes pero es evidente que ha establecido en la vida real una actividad universitaria en EEUU y una escritura en un castellano muy venezolano, con similitudes que van más allá del uso de heterónimos al estilo de Pessoa o Montejo.

No obstante, Llévame esta noche posee vida propia, autónoma, se puede leer como unidad en sí misma, sin depender de las obras anteriores y de las siguientes si —eventualmente— las hubiere. David de Sousa regresa a Caracas a enfrentar la muerte de su madre —algo muy concreto que se anuncia de entrada— a la par de ajustar cuentas con ciertos fantasmas del pasado. Los trucos de la memoria le permiten reconstruir su vida a veces de forma fiel, otras de manera caprichosa. Un cierto sentido de culpa lo acosa no solo por la distancia entre su vida en Lincoln y los seres humanos que pueblan su pasado en Caracas, sino por la incapacidad de comunicar sus sentimientos. Un matrimonio en crisis con Helen, una sucesión de hallazgos eróticos con mujeres muy diversas, una complicidad con su gente de varias décadas atrás, un vínculo afectivo con un padre en la lusitana Figueira da Foz y, sobre todo, una reencuentro con una madre portuguesa que no abandona Venezuela y que en un momento dado le murmura «…leva-me esta noite…» con voz de agonía.

Concebida como un tríptico, Llévame esta noche se construye en el presente con un recorrido caraqueño que habla de urbanizaciones clase media, de hijos de inmigrantes, de vecinos solidarios, de situaciones olvidadas que regresan de súbito, de gente de la Universidad Central de Venezuela que añora el pasado y lamenta el presente, de un gobierno que ha destruido a su país con la vana promesa de la justicia social, de un presidente recién fallecido por cáncer que todavía no nos abandona, de tantas cosas que separan el presente de aquella remota década de los ochenta cuando decidió emigrar —él también— a eso que llaman las Grandes Praderas en Estados Unidos. Un hombre que decidió partir y vivir a distancia.

La segunda novela de Gomes se inscribe más en la ruta de la literatura de la migración que en la del exilio. No solo porque sus personajes son productos de la expatriación sino porque han elegido el distanciamiento personal e íntimo, como se reitera en el caso de Llévame esta noche. Son muchos los narradores venezolanos que hoy viven en España, EEUU, México, Colombia, Argentina y otros lugares del planeta, algunos de ellos de forma acosadora y otros con inevitable vocación de extrañamiento. Cuando Gomes se fue del país no existían las condiciones de agresión y persecución que hoy son padecidas por muchos creadores. Desde su vida académica en América del Norte ha producido una narrativa concéntrica, que se mira hacia adentro, con precisa conciencia de sí mismo, en Un fantasma portugués (Otero Ediciones, Caracas, 2004) Viudos, sirenas y libertinos (Equinoccio, Caracas, 2008) y El hijo y la zorra (Random House Mondadori, Caracas, 2009) para conformar una visión amplia y heterogénea pero a la vez muy sólida. No padece de narcisismo sino de un conocimiento propio, con la memoria, la ficción y la realidad como herramientas.

Me pregunto si su próxima novela mantendrá los vínculos narrativos de sus dos obras más recientes o se impondrá una nueva ruta. Descubrir Llévame esta noche me condujo a leer por segunda vez Retrato de un caballero. Constaté una propuesta muy personal y a la vez muy erudita y extremadamente elaborada. Es un autor que habla de sí mismo con la propiedad que le otorga ese espejo que no se ve… pero se siente.

LLÉVAME ESTA NOCHE, de Miguel Gomes. Seix Barral, Biblioteca Breve, Editorial Planeta Colombiana, Bogotá, 2020. 432 páginas.

 

 

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