El segundo conflicto surge cuando los dictadores contrarrestan los desafíos de aquellos con los que comparten el poder.

El poder no democrático se reinventa y adquiere diferentes formas. La mayoría de las naciones son gobernadas por regímenes autoritarios. La discusión es ineludible.

La democracia acumula, en los últimos doscientos años, una gran cantidad de referencias intelectuales sobre sus procesos. Desde los íconos de la Ilustración —pasando por los pensadores del liberalismo, el cristianismo y el socialismo democrático— hasta llegar a los nuevos movimientos sociales. Numerosos autores y enfoques han analizado las modalidades —representativa y participativa, directa y asociativa, etcétera.— de aquella. Sería ocioso citar aquí siquiera una mínima lista de esas aproximaciones eruditas a la política democrática. El carácter abierto de las sociedades y regímenes que le sirven de marco —admitiendo la libertad de información, estudio y expresión— permite que la democracia sea el único modo de concebir y ejercer la política donde el poder no puede impedir, a cabalidad, que le estudien.

Sin embargo, los otros modos de hacer política —milenarios y resilientes— reciben menor atención. Es sorprendente cómo, al abarcar la mayor parte de la historia y geografía humanas, las formas no democráticas de política ocupan un lugar menor en las currículas, debates y bibliografías de las escuelas de ciencias políticas de las naciones democráticas. Al lado de tantos semestres y volúmenes dedicados al cabildeo y el parlamentarismo, a la opinión pública y a los estudios electorales, el análisis de esa otra política queda a menudo arrinconado en unos pocos textos y autores. Cobijados bajo el paraguas del autoritarismo o de modestos (e imprecisos) usos de conceptos como totalitarismo y dictadura. Frente a eso, en los últimos tiempos, emerge un debate robusto y rico que apunta a captar la riqueza de la política no democrática.

Un proceso con pedigrí propio

Los académicos Andrea Cassani y Luca Tomini (2019), en su texto Autocratization in post-Cold War Political Regimes, consideran —sobre el trasfondo de los estudios de democratización— que el debate sobre los cambios de régimen continúa fragmentado. Entre otras cuestiones debido a una ausencia de definición común que declare en qué consisten estos procesos y cuáles son las diferentes formas que pueden adoptar. Ello también dificulta el tratamiento analítico al impedir la correcta clasificación de los fenómenos, y por ende, entorpecer los estudios.

La confusión conceptual parte, según estos autores, de cierta realidad empírica: una zona gris en la cual coexisten regímenes híbridos que funcionan a través de instituciones democráticas y autocráticas y de los cuáles es complejo entender sus procesos de cambios o metamorfosis. Otro peligro es de índole normativa: se ubica en la tendencia a considerar que la democracia es el fin último de un país, y ello provoca que cualquier transformación de los regímenes democráticos sea rápidamente considerada como un golpe o pérdida de ella. A lo anterior se suma la carencia de un marco conceptual y analítico que discrimine, dentro del universo de significados y entendimientos, cuál es el proceso opuesto a la democratización.

Para responder a su pregunta, Cassani y Tomini se posicionan desde un plano ontológico. Consideran que si la democratización es un movimiento hacia un resultado (la democracia), el estudio del caso inverso (la autocracia) debería realizarse haciendo hincapié en la naturaleza y dirección del cambio. Así, enfatizan que lo opuesto a la democratización no es la realidad capturada bajo la adjetiva noción de desdemocratización —o sinónimos más elusivos cómo declive, retroceso o crisis— sino la autocratización; un proceso de cambio de régimen hacia la autocracia, con status propio. Según estos autores, la noción de autocratización ha permanecido hasta ahora descuidada, debido a que la democracia ha sido considerada como el único punto de referencia legítimo a la hora de analizar los cambios políticos. Así han surgido etiquetas clasificatorias para los procesos opuestos a la democratización que contienen, a pesar de ello, algún derivado del vocablo democracia.

Un problema surge, señalan los académicos, cuando el análisis estriba sobre regímenes híbridos, dado que pueden experimentar tanto una democratización como un cambio en el sentido opuesto, «[…] si utilizamos conceptos que hacen hincapié en la democracia como punto de partida, pasamos por alto estos procesos de cambio de régimen, cometemos un estiramiento conceptual al intentar considerarlos o los tratamos como un fenómeno diferente» (Cassani y Tomini, 2019, p. 21). Por el contrario, consideran que la autocratización se visualiza allí donde el cambio de régimen comparte una dirección hacia la autocracia, con independencia del punto de partida. Creen que otra ventaja de la autocratización —como herramienta conceptual para el estudio de procesos opuestos a la democratización— se encuentra en discernir los posibles puntos de llegada del régimen cambiante.

Estatua del líder norcoreano Kim Jong-un en Pyongyang | Foto: Shutterstock/LMspencer.
La mecánica y los actores

Con menor ambición teorizante otras miradas se dirigen al interior de los actores y dinámicas de la política no democrática. Para Svolik (2012) una dificultad recae en que, durante la mayoría de los casos de estudio, sus facetas son examinadas de manera individual. También en la inexistencia de una teoría unificada —tanto a nivel conceptual como empírico— que pudiera servir para identificar cuáles son los actores claves en las dictaduras, las fuentes de conflicto y poder y explicar la variabilidad entre las instituciones, políticas y líderes que se suceden entre cada una de ellas.

Al usar indistintamente las nociones de autoritarismo y dictadura en The Politics of Authoritarian Rule, Svolik sostiene que existen dos conflictos que conforman a la política autoritaria. El primero sucede entre los que gobiernan y los que son gobernados. Según Svolik todos los dictadores, en algún momento, son amenazados por las masas. Así, considera que el problema del control autoritario es aquel que radica en el problema político de equilibrarse con quienes son excluidos del poder.

El segundo conflicto surge cuando los dictadores contrarrestan los desafíos de aquellos con los que comparten el poder. Que los dictadores resuelvan este segundo conflicto dependerá de dos rasgos que Svolik considera negativos de la política autoritaria. Primero, que las dictaduras carezcan de una autoridad independiente del poder; por lo que no existe una entidad que haga cumplir los acuerdos entre actores políticos claves. Por otra parte, que la violencia esté siempre presente y se convierta, per se, en el árbitro final de los conflictos que se suceden al interior de las políticas autoritarias. Resumiéndolo sin ambages cuando señala: «La política autoritaria se desarrolla a la sombra de la traición y la violencia» (Svolik, 2012, p. 2).

El autor afirma, además, que los dos aspectos distintivos de la política autoritaria explican por qué dictaduras y democracias difieren en la naturaleza de la política que despliegan. Asimismo, considera que un país es democrático solo si resuelve los conflictos políticos de forma no violenta, pero también deja de serlo si algunos de sus mecanismos claves se eluden, aunque no sea mediante la violencia. La dicotomía conceptual entre política autoritaria y democrática, orienta, para Svolik, la forma en que organiza los datos sobre las dictaduras —entendida como países donde los poderes legislativo y ejecutivo no emanan de elecciones libres y competitivas—.

Piensa que la dictadura es una categoría residual que aúna a todos aquellos países que no cumplan los criterios establecidos para la democracia; establece la necesidad de abandonar la práctica imperante que clasifica a las dictaduras en unos tipos ideales o que resalta sus características descriptivas ideales. Un enfoque como el anterior es defectuoso, especifica Svolik, porque hace colapsar a las distintas dimensiones conceptuales de la política autoritaria (la convierte en una tipología única) dando lugar a categorías no son excluyentes entre sí ni colectivamente exhaustivas. Propone entonces un enfoque alternativo para identificar las dimensiones conceptuales de la política autoritaria y que sea útil en la práctica y que desarrolle escalas apropiadas para cada una de sus dimensiones (Svolik, 2012).

Svolik expone que los rasgos claves del autoritarismo radican en el doble problema del reparto y el control del poder. Según el autor, surge una preocupación específica en el contexto del control autoritario que se refleja en la cautela con la que los dictadores confían en sus ejércitos para la represión. Ello se debe a que cuando los ejércitos se vuelven indispensables para la supervivencia de un régimen, de tal suerte «las fuerzas represivas se metamorfosean de siervo obediente a rival político potencial, independientemente de cualquier restricción formal a sus prerrogativas» (Svolik, 2012, p. 14). Aun así, en la política autoritaria la opción de la violencia y la fuerza bruta nunca están fuera del plano de ejecución; por tal razón las reglas institucionalizadas del juego no deben tomarse al pie de la letra. Con referencia en la teoría de juegos Svolik analiza los modelos de poder autoritario; centrándose en las características de la elección institucional, la represión y la cooptación.

La segunda parte de este artículo se publicará en Diálogo Político el miércoles 28 de abril de 2021.

Referencias

Cassani, A., y Tomini, L. (2019). Autocratization in post-Cold War Political Regimes. Palgrave Macmillian. https://doi.org/10.1007/978-3-030-03125-1

Keane, J. (2020). The New Despotism (1.ª ed.). Harvard University Press.

Przeworski, A. (2019). A Conceptual History of Political Regimes: Democracy, Dictatorship, and Authoritarianism. En J. Wiatr (ed.). (2019). New Authoritarianism: Challenges to Democracy in the 21st century. Opladen, Berlín, Toronto: Verlag Barbara Budrich.

Svolik, M. W. (2012). The Politics of Authoritarian Rule. (M. Levi, ed.). Cambridge Studies in Comparative Politics.

Nota: El autor agradece la ayuda de la colega Melissa Cordero Novo en el proceso de revisión bibliográfica y discusión conceptual que precedió al presente texto.

Publicado originalmente en https://dialogopolitico.org

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