La segunda operación perversa tiene que ver con el retraso en la aplicación de la vacuna.

Desde que comenzó la pandemia del covid-19, el gobierno de facto dirigido por Nicolás Maduro ha convertido su tratamiento público en otro pretexto más para hacer proselitismo, tratar de ocultar el desmantelamiento del sistema de salud, reforzar teorías conspirativas y hacer campaña en contra de las sanciones económicas.

Porque para el gobierno de facto venezolano los ciudadanos y su bienestar son un asunto secundario. Su única obsesión, lo sabemos bien, es mantenerse en el poder. Y para lograrlo sus jefes no tienen el más mínimo pudor de convertir cualquier situación conflictiva, catástrofe natural o amenaza de salud en un insumo más para sus batallas de opinión y estrategias de guerra sicológica.

Las técnicas del ocultamiento

La primera operación perversa con el covid-19 ha sido la desinformación sistemática. A diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, donde sus gobiernos muestran una responsable transparencia en la información diaria del número de casos, muertes y recuperados, en Venezuela nunca se ha podido saber con exactitud de qué tamaño es la tragedia.

Todo es incertidumbre. Oenegés de salud y organizaciones de derechos humanos hacen todo lo posible por informar la verdadera escala de la epidemia, pero es una labor imposible. Como dato importante hay que reseñar las declaraciones del médico infectólogo Julio Castro, una de las voces mas autorizadas sobre el tema en nuestro país, asesor del equipo científico del gobierno interino liderado por Juan Guaidó, quien ha asegurado en declaraciones reseñadas por el diario TalCual, el pasado martes 13 de abril, que Venezuela se encuentra “en su peor momento respecto a la pandemia de la covid-19” y que los números presentados por el Ejecutivo la noche del domingo 11, cuando Nicolás Maduro, el presidente espurio, afirmó que había una leve disminución en la curva de contagios, no tienen ningún sustento en la realidad.

Vacuna y discriminación

La segunda operación perversa tiene que ver con el retraso en la aplicación de la vacuna, lo que significa un aumento de los riesgos y del número de enfermos y muertos en medio de una situación desesperante. Tanto, que los obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) han elaborado dramáticos comunicados instando al régimen a que se llegue a acuerdos a fin de conseguir las mejores vacunas y que se apliquen de inmediato a toda la población sin exclusiones de ningún tipo.
A medida que transcurren los días, el número de casos y muertes por el coronavirus crece exponencialmente mientras el gobierno no termina de iniciar el programa de vacunación y la angustia se expande especialmente entre la población más vulnerable.

En una nación cuyo gobierno está acostumbrado a discriminar a una parte de la población por razones ideológicas, en donde la gasolina subsidiada, los dólares preferenciales, incluso las bolsas de comida conocidas como Clap, se asignan preferencialmente a las élites gubernamentales y a los ciudadanos que tienen el carnet de la patria —el documento de filiación al régimen—, es inevitable que haya un temor sólidamente fundado de que con las vacunas ocurra lo mismo.

Es lo que ha motivado a los obispos de la CEV a exigirle al gobierno no solo a que se tome una decisión rápida y responsable sobre el tipo de vacunas que se va a aplicar, sino que su distribución se haga sin exclusiones ni postergaciones. “Necesitamos la bendición de Dios, pero necesitamos también buscar caminos de entendimiento social y político para que lleguen las vacunas a toda la población sin distinción de credo religioso, condición social e ideología política”, han exigido los obispos.

Manipular la decisión de Estados Unidos

Y la tercera operación perversa, por demás obscenamente mentirosa, han sido las declaraciones de Maduro en cadena radioeléctrica nacional intentando convertir en un logro suyo la decisión de Estados Unidos de liberar los recursos requeridos para adquirir 11 millones de vacunas para la población venezolana a través del sistema Covax. El propio gobierno norteamericano ha tenido que aclarar públicamente que esa decisión fue tomada por petición del ciudadano presidente interino Juan Guaidó y por la intervención de la Iglesia católica no por el gobierno rojo.

A todo esto hay que sumarle la actitud poco científica de ideologizar el orígen de la vacuna. La cúpula gubernamental ultraizquierdista ha hecho todo lo posible por retrasar la vacunación a fin de aplicar sólo vacunas rusas mientras aguarda la cubana que no termina de ser aprobada por la Organización Mundial de la Salud.
Si a estos desafueros le agregamos las denuncias del cardenal Baltazar Porras alertando que, como respuesta a la inoperancia estatal, en el país se está desarrollando un mercado negro para la adquisición de la vacuna (con complicidad oficial, por supuesto), podemos concluir que en torno al covid 19 se reproducen cada una de las patologías totalitarias, la corrupción, y la ineptitud gerencial, que el gobierno ha mostrado en todos los campos de la vida social venezolanas hasta llevarnos a la situación de Emergencia Humanitaria Compleja.

Utilizand el habla popular podríamos decir: “Para muestra, una vacuna”.

Publicado originalmente en www.avilamonserrate.com

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