La vida oculta de Maracaibo flirtea con la ficción. Urbe con personalidad propia, la capital zuliana es percibida en el resto de Venezuela como un espacio distante, pero a la vez muy cercano, diferente, que atesora costumbres nocturnas, ofrendas improbables, condiciones universales y personajes que cabalgan la leyenda. En ese marco se inscribe Un vampiro en Maracaibo, novela de Norberto José Olivar que desde su publicación en 2008 ha venido cosechando reconocimientos de crítica y público. Narra la historia de un profesor neurótico e indescifrable que sigue la pista de un misterioso personaje que en diferentes épocas succiona la sangre de sus víctimas. Caso policial que se nutre de la fantasía para ofrecer una mirada propia a una ciudad que se regodea en sus vericuetos. También cuento universal de terror que parece inagotable. Al final, pareciera indicar que cada cual tiene su vampiro personal.

Olivar es un narrador prolífico. Antes de Un vampiro en Maracaibo ha publicado Los guerreros (1999), El misterioso caso de Agustín Baralt (2000), El hombre de la Atlántida (2003), La ciudad y los herejes (2004), La conserva negra (2004), Morirse en una fiesta (2005), El fantasma de la Caballero (2006) y Un cuento de piratas (2007). Aunque no las he leído, tengo entendido que son obras que se insertan en la comprensión de la cultura social y de costumbres de la ciudad del calor blanco, como la llamó una vez Isaac Chocrón. En el caso de su más reciente novela, el autor transita las rutas de la ficción y la realidad, no sólo a través de la anécdota vampiresca —que ya es bastante notable— sino también por la identificación que ejerce con su personaje central. Profesor el escritor, profesor el personaje, ambos comparten intereses, conflictos, obsesiones. Ernesto arrastra sus aprietos hasta el bar Irama, donde se reúne con sus amigos y desde donde dicta por teléfono un cuento fantástico a sus hijos, quienes viven con su mamá. Ese Ernesto narra en primera persona sus desventuras maritales, su reclusión en un cuchitril, sus lecturas en torno a Vlad Tepes, el empalador, y su hallazgo de un oscuro ser de la noche que por décadas ha venido azotando a la población.

En un momento preciso la primera persona de Ernesto abre paso a la narración de Jeremías Morales, ex comisario de la extinta PTJ, quien se remonta décadas atrás para rastrear los orígenes de El Lechuzo o Zacarías Ortega o cualquier otro nombre al uso. Un personaje tenebroso que recuerda el llamado de la sangre que obsesiona a un monstruo que se convierte en leyenda. Un misterio inasible e inclasificable. La pesquisa policial arroja resultados irregulares, sospechas sostenidas, ansiedades no reprimidas. Entre el profesor y el ex petejota se teje una complicidad que muestra los laberintos de una leyenda sin promesa firme. Morales adquiere una dimensión esencial en la reconstrucción del mito del vampiro desde la perspectiva del policía, del investigador, del obseso que es capaz de llegar al extremo que la vida le permite.

Novela que se lee rápido, Un vampiro en Maracaibo posee la veracidad de la confesión, de la palabra compartida en primera persona, con una hábil mezcla de fantasía con cotidianidad. Lo de menos, en el fondo, es la existencia de una versión marabina de Drácula. Se trata de un recurso imaginario que pone de relieve los apremios de un hombre divorciado, con hijos y una ex, con una cofradía de amigos que comunican cuitas y frustraciones en una ciudad mágica pero real. Ernesto es un hombre con inquietudes creadoras y compromisos académicos que le aburren, que evade la frivolidad y el conformismo. Algunos amigos zulianos me han contado que hay mucho del autor en la conformación de la personalidad de Ernesto, pero es algo que no me consta y, en realidad, me parece irrelevante. Lo importante son los resortes que mueven las emociones y las reflexiones de quien escribe y quien lee. Y eso lo logra la novela de Norberto José Olivar.

UN VAMPIRO EN MARACAIBO, Norberto José Olivar. Alfaguara, Editorial Santillana, 2008, Caracas. 256 páginas.

About The Author

Deja una respuesta