08/02/2021 El Capitolio de Estados Unidos POLITICA Europa Press
Pero el país sigue adelante con el nuevo gobierno.

Pueden suceder varias cosas, cuando uno lee la siguiente declaración: “No hay ninguna duda, ninguna, que el presidente Donald Trump es práctica y moralmente responsable por provocar los eventos del 6 de enero, que fue el resultado de la creciente intensificación de las teorías conspirativas, orquestado por un Presidente saliente que parecía determinado a revertir ilegalmente la decisión de los votantes o por lo menos incendiar y destruir nuestras instituciones ante su inminente salida, dedicándose, una vez que esto comenzó, a observar la TV, feliz, felizmente, mientras el caos se desplegaba”.

En primer lugar, si uno de nuestros queridos lectores es más propenso a creer en teorías conspirativas y en el torcimiento de los líderes actuales del gobierno de Estados Unidos, tenderá a pensar que indiscutiblemente se trata de una opinión de cualquier demócrata, socialista o ramplón que está tratando de perjudicar la imagen de Trump. Si por el contrario, quiere uno tratar de entender más en profundidad la realidad política, social y económica en EEUU, pues lo primero que debería hacer es razonar ese comentario y averiguar quién emitió esas declaraciones.

Se trata de la expresión, nada más y nada menos, de Mitch McConnell, líder de la ex mayoría republicana del Senado y por lo tanto la cabeza de esa actual minoría, consecuencia de la pérdida de las votaciones —para la Cámara de Representantes, del Senado y de la Presidencia— que está arrastrando al Partido Republicano a su mayor crisis en muchas décadas.

Centrar los criterios, a favor o en contra, del supuesto ‘juicio’ a Trump en el Senado norteamericano, como el problema principal de este país, es un simplismo —por decir lo menos— o una evasión de la realidad, por decir lo más. Decir que fue absuelto es otro calificativo realmente incorrecto. En primer lugar la votación fue 57 a 43, considerándolo culpable de lo que allí se discutía, pero como no se trataba de un verdadero juicio, pues no era un tribunal de justicia, sino el Senado, para poderle aplicar el impeachment se necesitaba una mayoría considerable de 66% de los votos.

Como consecuencia de esa votación —he ahí la declaración de McConnell— que desde luego destapó de nuevo la sucia lengua de Trump, llamándolo de todo, menos bonito. Pero el país sigue adelante con el nuevo gobierno. El problema ha dejado de ser nacional, para convertirse en un asunto exclusivo de los republicanos. Trump desde hace tiempo es un algo secundario para el país. Aunque algunos compatriotas ‘magazolanos’ parecen no despegarse de esa irrealidad y sus ilusorias conclusiones. Mientras no pasen la página Trump, seguirán entrumpados.

Hablemos primero del sistema de partidos en EEUU, desde prácticamente que existe democracia, sólo ha habido dos, significativamente hablando, los demócratas y los republicanos, que se han alternado sucesivamente en todas las ramas del poder: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Existen los fieles militantes de unos u otros, los cuales realmente no consisten una mayoría aplastante, y muchos diletantes que aunque tengan un cierto favoritismo, tienden a votar por algún líder que los atrae más.  Esto ha resultado en esa democracia —que muchos consideran la mejor— donde la alternabilidad ha sido la norma.

Hoy en día, a pesar de las diferentes tendencias internas, el Partido Demócrata mantiene una cierta unidad y coherencia, que le ha permitido obtener, después de muchas décadas, el poder Ejecutivo y ambas Cámaras del Congreso.

Por eso hablo de que la contrariedad actual es exclusiva de los republicanos, ellos son los que tienen su complicación internamente, aunque algunos traten de extrapolarla al resto del país. Todos los problemas tienen un nombre y apellido: Donald Trump. Los republicanos —ingenuamente, creo yo— se montaron en esa carreta creyendo que halados por ese elefante —símbolo de los republicanos y no una visión peyorativa de Trump— volverían al poder y con más fuerza. ¡Qué equivocados estaban! En primer lugar porque su poder fue efímero y desastroso.

Los republicanos no han ganado el voto popular en siete de las últimas ocho elecciones, aunque el sistema electoral les ha permitido acceder a la presidencia, como fue el caso de Trump aún obteniendo tres millones y pico menos de votos que Hillary. Sólo cinco presidentes no han logrado la reelección en toda la historia de EEUU: un demócrata (Carter) y cuatro republicanos (Hoover, Ford, Bush padre y Trump). Trump nunca ha ganado una votación, ahora acaba de perder por casi ocho millones de diferencia con Biden. Por eso, quizás, es que decidió ir con todo contra las votaciones, no se le dan muy bien que digamos. Se parece igualito a muchos dictadores del mundo.

Los republicanos saben que cada vez les va a ser más difícil ganar las elecciones, la matemática en este caso es muy sencilla —mientras más votos, menos ganan— y precisamente su estrategia, magnificada en los últimos tiempos, ha sido la de tratar de restringir la participación, a través del correo o entorpeciendo el voto de las comunidades menos favorecidas. Muchos dirigentes demócratas, como Stacey Abrams entre ellos, se dedicaron a trabajar intensamente ese voto, lo que se tradujo en las ganancias obtenidas. En estas últimas elecciones participaron treinta millones de personas más que en las anteriores. La lógica nos dice que a más votantes más democracia, y esa debería ser la razón de ser de una democracia, pero lamentablemente los republicanos no parecen ser muy propensos a esa idea.

No creo que valga mucho la pena, seguir empeñados en analizar o entrometerse en los problemas caseros de los republicanos. Allá ellos y sus malas juntas. Que vean ahora cómo salvan el entuerto en que se metieron ellos solitos. Hay dos posibilidades: o que salgan de Trump y él termine restándole una tajada de militantes o que el globo abultado de Trump se desinfle por completo. Por ahora, creo yo que esta segunda posibilidad es la que privará.

Mientras tanto el país, con el nuevo gobierno y la capacidad que siempre ha tenido, sigue adelante, sólo se ha cumplido un mes y ya es posible sentir no sólo el esfuerzo sino los resultados de una verdadera administración, en dos aspectos fundamentales y urgentes: la pandemia y la economía.

Libre del lastre republicano, se aprobará pronto las ayudas económicas y ya se ha dado el impulso a la lucha contra el Covid-19. Al día de hoy ya han sido vacunados 40 millones de personas, 13% de la población, y está a punto de alcanzarse los dos millones de vacunados diarios, con la estimación de tres millones para marzo. Criterios absolutamente razonados hablan de una cierta estabilidad para abril, y si aunado a esto, ya se han implementado las ayudas al impulso económico, Estados Unidos  volverá a ser Estados Unidos, a mediados de este año, pudiendo el gobierno dedicarse de lleno a mejorar las condiciones de vida, no sólo de su población, sino de otros países que siempre lo han visto como la vanguardia que muchas veces ha sido, y que lamentablemente había dejado de ser. Soy optimista acerca del futuro, las complicaciones, los entorpecimientos, llámense Covid, Trump y demás. Son simples obstáculos, que una vez superados, ayudan a mejorar lo anterior.

A mis queridos compatriotas, dejen de preocuparse por EEUU. Aquí ya hubo elecciones, perturbadas pero impolutas, las hubo y ganó el orden y la razón. Preocúpense mejor por otros países que están en la cuerda floja y donde no solo hay elecciones pronto, sino millares de venezolanos aventados del país, Perú, Chile, Brasil, Colombia, España. En esos realmente la democracia si está verdaderamente en juego. No menciono a Venezuela, porque lamentablemente en nuestro país, cualquier proceso eleccionario es caricaturesco.

 

 

 

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